Friday, January 16, 2009

un fotógrafo estallado

Dedicado a Natalia.

Arrastrado por un impulso compungido Daniel se precitipitaba al firmamento de la noche estrellada al acecho de la curvatura de la tierra en el desierto de la Tatacoa mientras el polvo contaminaba su lente en pequeños gránulos de cometa estrellada. Subía entonces al viejo jeep y se perdía en el umbral de los espectros una vez logrado el producto final que luego le sería publicado en la National Geografic International junto a otras extraordinarias fotografías de reconocidos artistas en los lugares más bellos del planeta.

Por supuesto se trataba de los primeros años de oficio de Daniel Aristegui en el mundo de la fotografía, en el cual se le reconocía como un paisajista incansable y sus colegas le llamaban: "Daniel el ojo del paisaje" pues si algo lograban expresar tales composiciones era una insondable comunión entre el artista y su alrededor como un Dios que entra a dominar la escena y al estirar la mano es capaz de halar consigo el velo de las apariencias enseñando así la esencia de la creación.

Pero el reconocimiento profesional nunca fue la meta primaria de Daniel, cuyo deseo más elevado era la autorealización como individuo en la dominación arbitraria del lente que revelaba un estado espiritual del cosmos impreso en la sensación del observador; este último entendido como un vulgar ladrón de divinidades abismales.

Daniel Aristegui probó suerte en un cismo de la religión católica con elementos sincréticos de la India, que profesaba un profundo asco hacia todo ícono artificial diseñado por mentes orgánicas como lo eran las cabezas de los hombres que deambulaban por el mundo con sus pensamientos piojosos expuestos a la "mirada siempre compasiva de un sol cansado". Como Iniciado le era permitido seguir por leves períodos la práctica del fotografismo como una manera de permanecer anclado en un mundo despreciable. No obstante, su profesión cada vez le acarreaba más problemas con sus mayores que lo sentían un ser "de todas formas carente de alas e inspiración". Algún día un maestro comía uvas en el sendero del templo y cuando sintió que el fotógrafo se acercaba con sus ojos obscenos y ridículos le ordenó sentarse a su lado y le escupió en las zandalias.
- No entiendo cómo una persona tan ímpia puede vivir en un mismo techo junto a un sacerdote máximo.

Cada día era más evidente la incompatibilidad que existía entre el oficio del fotógrafo con las creencias puritanas acerca de la imagen que tenía la religión a la que Daniel quería pertenecer. Una nota que se encontró de aquellos días de angustias e interrogantes rezaba:

¿Por qué lloro por aquella estrella que apenas intuyo perdiéndose en el mar inasible de un universo precipitado?¿Debería alzar la voz a ti estrella, por qué me hablas con voces femeninas y me instigas a una pérdida de ser en mi rastro de cadáver roto? Me consuelo porque me sabes irrisible y recuerdas que alguna vez nuestros labios estuvieron juntos en las costas del océano atlántico. Yo te veía los grandes ojos de comunidad maya y supe la celebración con olor a sangre que había respecto mi sacrificio, empalado por los brujos que volaban por las noches místicas para reposar un segundo sobre una rama; en forma de cuervo se ocultaban para llorar por la suerte del tiempo expirado en un maremoto de agujeros negros.


No entiendo por qué me sorprendo al leer estas palabras de Daniel, si eran finalmente los temas que más le interesaban en vida, sólo que resulta imposible reprimir el llanto que busca mis puños, entonces siento la amargura de la vida cayendo sobre mi cabeza como un rubor extraviado que se respira en todo rincón en el cual trato de consolar la vista pero comprendo que lo único que me daba paz en aquellos días eran sus fotografías humildes, a ladrillos, a motas de polvo, ese fue su tema casi que obsesivo durante aquellos días en la orden de los hermanos del Cristo Ramayano.

Debió haber sucumbido en algún punto porque algún día, antes de que saliera el sol, salió corriendo como un vil ladrón, escapando por las cañerías y tropezando en los precipicios que rodeaban el lugar. Apareció en una ciudad portuaria en la cual cambió su cámara de fotografías menospreciadas por un fin de semana con prostitutas. De allí tomó un vuelo para Colombia en donde se internó por el período de once meses en una clínica psiquiátrica y allí solía abstraerse de las actividades en grupo para encerrarse a dormir durante todo el día, con las cortinas cerradas y sin prender ninguna luz o en ocasiones sólo la del televisor que ronroneaba como un ratón en sus sesos.

Su cuaderno de apuntes de aquellos días no tiene mayor interés pues allí solía anotar cosas que carecen de total pertinencia, cosas como ejercicios que los psiquiatras le proponían-elaborar metas y propósitos- varios números telefónicos y e-mails de los compañeros con los que simpatizaba.

Saldría corriendo a través de las aceras bañadas por las fragantes luces nocturnas de los locales y en medio de un infernal tráfico de viernes se colaría por el marullo de autos y personas hasta que la reconociera a lo lejos, levantaría la mano con una risa franca en los ojos, se arrojaría sobre su abrigo de terciopelo y ella se rascaría la cabeza; entonces consentirían en ir y cuando llegaran se sentirían felices y hasta el final se consumirían en la ebriedad de la noche; rebozantes de vida hasta que el deseo les hiciera arder el corazón. Terminarían juntos en un ritmo frenético que avanzaría rítmicamente en la gravedad del otro cuerpo.



Perdió la perspectiva de la Tatacoa sintiéndose incapaz de volver a tocar un paisaje. Los cuerpos se encerraron sobre sí mismos y toda la luz, movimiento y volumen parecían descender del cosmos para imprimirse sobre los ejemplares más hermosos de la raza humana. Se fijó en los modelos como una manera de alcanzar los arquetipos de la perfección. Se especializó en la fotografía de modelos pero como el hombre le parecía un animal tosco y sentía aversión hacia el pene, el cual sospechaba era una irresponsabilidad social ignorar en las sesiones, se concentró en la fotografía de mujeres modelos.

La primera fase de su nueva etapa fue relativamente exitosa. Sus desnudos fueron recibidos de buen agrado y en ocasiones algunos juegos de luces estallados sobre la carne presa de las modelos causaron la admiración de colegas y críticos del arte de masas.

Karl Krauss Sánchez, el famoso crítico postmodernista, se expresó con estas palabras llenas de elogios sobre la primera muestra fotográfica de Aristegui:

Si mi principio de realidad estuviera un poco más dilocado de lo que está, creería que estaríamos sobre un jet, ya sobrepasada la barrera de sonido, teniendo a Berlin literalmente debajo de nuestros zapatos, recibiendo un shot de metadona de cada seno erecto de las hermosas diosas de la decadencia que presenta Dani... mi partner del concepto visual.


Por otra parte, el periodista Kerberos dijo de esta presentación:

Vine por compromisos morales con Daniel, porque me llamó anoche diciéndome que sufría un terrible mono, que estaba enamorado de una modelo la cual le había llamado "idiota" y ahora quería un poco de paz interior y no quería estar solo al lado de gilipollas de la talla de Karl Krauss ni de críticos estúpidos que fueran a arrugar sus horribles jetas de mediocres, ni de putas, ni intelectuales ni artistas. Así que me quería acá, poco he visto de sus fotos la verdad. Me he quedado en una esquina, tratando de soportar lo insoportable que es una galería.



Esa noche Karl Krauss se fue a culear con un artista underground con cara de boyacense que acostumbraba a usar pestañina, un polvo de baja y asquerosa fidelidad.

La modelo a la que se refería Kerberos la solían llamar Kami La Alien. En una sesión en que se Daniel Aristegui alistaba las luces empezó a portarse como una malcriada y amenazó con orinarse en el set si no le tomaban fotos con gafas de Hello Kitty. Terminaron barriendo el set que no sólo estaba orinado sino lleno de una espuma que presumiblemente era de semen recientemente eyaculado. Esto provocó tanta decepción en Daniel que empezó a llorar en una esquina y La Alien se le acercó y le dijo que era peor que un orangután mongólico, que su debilidad moral la asqueaba, que sentía asco por su aspecto, que parecía un mendigo con sífilis vencida.

Entendió Daniel que el cosmos era cruel. La belleza que amasaba sobre la carne de los arquetipos no siempre correspondía a la apacibilidad que le inspiraba la orquestación de los elementos dispuestos en un paisaje.
Las fotografías que quiso tomar luego pretendieron tratar de denunciar la fachada de la asquerosa condición humana con ojos verdes y una risa de tarde primaveral. Sólo que las modelos pronto empezaron a distanciarse. Ninguna le contestaba su teléfono celular. Los mensajes al correo electrónico nunca eran contestados. Ya no le saludaban en la calle y cuando entraba a un bar y alguna de ellas estaba sobre la barra cogía la cartera, se disculpaba con el barman, pasaba a su lado, lo veía de pies a cabeza y se iba sin siquiera despedirse.
El barman que era un hombre muy simpático se acercaba a Daniel con brusquedad y le decía, escupiéndole intencionalmente la cara:

- Largo de aquí blandito. No queremos gente que demande la fealdad inherente a la belleza de los arquetipos. Aquí donde me ves soy un ser hermoso y angelical, repleto de músculos y con unas nalgas bien formadas. Pero podría humillarte al frente de tu santa madre si fuera necesario. Porque para ser bello es necesario ser mierda, si no eres mañoso no atraes papi. Así que largo perro.

El estudio de Aristegui quedó desierto. Donde antes rondaban centenas de ejemplares hermosos sólo se veían cartones donde Daniel escribía cartas a sus enemigos:

- Te voy a romper las bolas
- Creo que esa foto está buena como postal de sitios en donde sería placentero defecar
- Sí, es muy buena propuesta. Si fuera idiota, feo y no tuviera dignidad.
- Es muy buena gente, sólo si no tuviera esa esposa que le mete monedas en el culo y le hace hablar cosas preciosas.

La Alien había dicho que en las sesiones Daniel acostumbraba a sacarse su pene y decirle a las muchachas: "mami muestra ese culo para tu fotógrafo". Como era una puta con prestigio, que contaba con el respeto de todos esos irrespetuosos idiotas de medios, se le cerraron las puertas a Daniel y ya nadie quería recibir sus "intentos adolescentes de alcanzar la ficción de la fotografía".

En la tercera fase Daniel consiguió una novia a la que llamaba Morenito y trató de alcanzar la verdad en la sencillez de su mirada triste.
Morenito lo abandonó.
Veía a Morenito en todos los lugares solitarios de la ciudad. Empezó a tomarle fotos a los sitios fantasmas de la ciudad. Y él mismo se perdió en esta soledad, donde no tenemos más registro de su vida u obra.

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