Monday, April 30, 2007

WALPURGISNACHT

BRUJAS
(En coro)
Marchan las brujas hacia el monte de Brocken;
amarillo es el rastrojo, la simiente es verde.
Todos se reúnen en tropel,
preside Belcebú sentado en su trono.
Las figuras se mueven sobre piedras y palos,
se echa pedos la bruja, huele mal el cabrón.
Noche de Walburga
Montes del Harz
Región de Schierke y Elend.
Fausto- J. W. Goethe.
No hay algo que me resulte más despreciable que las definiciones enciclopédicas o de diccionario, puesto que estas solo dan una idea somera de los temas y pretender un conocimiento a partir de estas fuentes sólo demuestra una infinita pereza mental propia de imbéciles, estudiantes mediocres y periodistas o bloggers. No obstante, y para no ahondar en el terreno de la especulación inconsecuente, es mejor atenerse a la definición menos comprometida para hacerse a una vaga idea de la figura de Santa Walpurgis. Esta definición la encontré en el Diccionario Enciclopédico Plaza y Janés, y me resultó más esclarecedora que muchas de las exaltadas alusiones que abundan por la red, tal vez por su brevedad y abtenerse a tomar partido:
  • Walpurgis (Santa): Religiosa benedictina inglesa (Sussex 710- Heidenheim 779). Se le confió la dirección del convento de Heidenheim, fundado por su hermano Winibaldo. Entre el pueblo se creó la leyenda de que los hechiceros y demonios se daban cita en el Blocksberg durante la noche de Walpurgis (30 de abril - 1 de mayo). Esta leyenda fue citada por Goethe en el Fausto.

A las doce de la noche un estruendo agudo me incorporó de inmediato de la cama. Era la alarma programada del celular. Me pareció insólito, pero luego de ver la nota que acompañaba la alarma, no sé si me tranquilicé, pero por lo menos supe de qué se trataba: 00:00 Noche de Walpurgis. Seguro era una nota fijada tal vez desde los primeros días de comprar el celular, pero me pareció curioso que se adelantara una noche, pues, bien estaba advertido que se trataba de la noche entre el 30 de abril y el 1 de mayo, fecha en que se dan cita los más horribles espantos alrededor de los practicantes de los más morbosos y antiguos ritos.

Apagué sin más la alarma y no me molesté en arreglarla (conducta que a esa hora sería propia de un neurótico sicorígido). No obstante la inoportuna hora de la alarma, agradecí el repentino despertar. Los sueños otra vez empezaban a acosarme de una manera asfixiante y descabellada. Temí por el futuro de la joven humanidad, la que se me presentó como la noticia que apenas si alcancé a escuchar del televisor en que mi padre veía las noticias. Lo que apenas alcancé a oir - y me disculpo si escuché mal- fue la trágica noticia de un niño de dos años que resultó calcinado en una habitación al sur de Bogotá. Al parecer la madre lo dejaba solo y aseguraba la puerta para que el niño no pudiera salir. Al parecer, cuando el fuego empezó en un costado de la habitación, el niño tuvo tiempo de correr temeroso a buscar refugio debajo de la cama. Al parecer, el fuego lo había encontrado allí. Pues debajo de la cama, en esa posición, lo encontraron los agentes del CTI. Sueños horribles, y agradecí haber despertado, en ese instante, por el estruendo de la alarma del celular.

Sin poder recuperar el sueño, bajé al garaje y me fumé un cigarrillo de opio Afganistán. Asomado, a través de las rendijas que daban a la calle, veía con extrañeza el espesor de la niebla, que parecía haber recobrado una extraña no vida sino inteligencia, pues cada nueva asomada, se me antojaban retorcidas figuras infernales; como luchas épicas que no conocieron estos siglos, siglos del hombre, pero que de alguna manera definitiva marcaron la historia de su destino. Al finalizar el cigarrillo, tiré las cenizas hacia afuera y tuve que abstenerme lo más de gritar, cuando un gigante gato negro salta al mismo tiempo, alcanzando a arañar parte de mi mano. Luego, al alejarme, noté la escena completa y pude ver docenas y docenas de gatos negros posados en el frente del edificio, formando un tapete vivo y caliente de peluzas que brillaban de lo negras en la oscuridad siniestra que concedía la espesa bruma.

Dirigí la vista al cielo donde la luna brillaba con sardónica indiferencia. Recordé entonces, no sin ser presa del pánico, la fatal profecía del guardian inefable de la puerta, Yog-Sothoth:

  • Puede verse que la luna se hace más pequeña y la hora del eclipse se acerca. Habrá muerte para los fieles, y sangrienta será la recompensa de los infieles, la luna caerá y será sorprendida, y los gusanos de la tierra se alimentarán pero sólo durante una noche. Y volverá a alzarse en su gloria y matará a los demonios del aire. Y de nuevo... habrá luz de luna.
  • Capítulo XXXII -Libro I.
  • El Manuscrito de Sussex
  • Fred L. Pelton

Las visiones escabrosas siguieron manifestándose durante la noche. A veces seguidas por una relapampagueante carcajada de bruja que me hicieron preguntar en más de una ocasión si este ruido no despertaría a mi hija. Pero me asomaba a su cuna y ella seguía plácida en sus dulces sueños. Me reprendía en seguida convenciéndome de que era fruto de alguna alucinación auditiva debida al opio, pero ni siquiera este sano pensamiento me sacó del irracional miedo que súbitamente se empezó a apoderar en mí respecto al riesgo que corría mi pequeña hija. Así parezca ridículo a algunos de mis compañeros de biblioteca Nous, recé un rosario completo antes de acostarme definitivamente. Y cuando las primeras luces del alba atravezaron la persiana pude relajarme, pero, en seguida, al recordar que hoy era Lunes, otra vez se me revolvió el estómago y el temor se apoderó nuevamente de mí, cosa que no dormí sino hasta las 7 pm, con un pensamiento fijo en mi cabeza, sacado por desgracia del abominable libro prohibido: El Necronomicón de la traducción de Dee, anotada por Lin Carter:

  • (...) Y ten siempre en cuenta que todas las manipulaciones de Hechicería que dependen de los signos de la Luna se realizan de manera más propicia en Lunes, porque ese día en sacrosanto para la Luna (...)
  • V. Acerca de los Poderes de la Luna

Hoy amanecí bajo el desasosiego infinito de estar bajo el acecho de criaturas que no obedecen a leyes humanas. Y el aire no ha mejorado en lo absoluto, de hecho estuve tosiendo toda la mañana pura tos de perro y escupiendo flema de tísico terminal, al punto extremo de manchar la acera del rojo sangre de mi esputo. A la hora de ir a comprar crema para afeitar en la mañana fui sobrecogido de una manera excepcional por la marcada arquitectura inglesa de una vieja casona abandonada ubicada en el barrio Chapinero a la altura de la 16 con 66. Como si una ráfaga indescriptible me poseyera de sensibilidad arquitectónica me sentí sumamente conmovido por el evidente estado de deterioro de la buhardilla. A través de la ventana, una gruesa capa de costal retenía vigas rebeldes que parecían querer escapar afuera para herir al desprevenido transeúnte. El resto del recorrido sentí una hostilidad inexplicable por parte de los perros hacia mi existencia, al punto de tener que arrojarle dos veces piedras a un gigante pit bull terrier.

Ya casi son las siete de la noche. El aquelarre dará inicio en pocas horas. Dios guarde tu familia y tu existencia. Así mismo, pido hagas lo mismo por mí y mi familia. Porque algo sucio se cuece esta noche.

30-abril-2007

Saturday, April 28, 2007

28 de abril 2007. - 2 para el gran sabat

En Los sueños de la casa de la bruja el célebre escritor de ficción popular H.P Lovecraft apenas alcanza a sugerir mediante lúcidas intuiciones las horrendas abominaciones que se juegan cada año en la siniestra noche de Walpurgis. Sólo la lectura de este texto, junto las advertencias que se vislumbran en el famoso libro de Goethe, parece suficiente razón para alarmarse ante la amenaza que representa la víspera del Día de Todos Los Santos para la raza humana.


No me parece extraño que el aire se sienta más viciado en estos días fríos de abril, en los cuales ninguna chaqueta parece suficiente armadura contra la inclemencia del clima. Tampoco me extraña la creciente degradación que va presentando la gente tras cada día que pasa de este mes de abril. Si veo pequeñas prostitutas tiradas en la acera en las calles, completamente ebrias y desvergonzadas. Si veo hombres borrachos sacudiéndose el miembro contra los muros de ladrillo que abundan en mi barrio. Si las ancianas empiezan a verme con una risa socarrona y al acercarme salen despavoridas del espanto. Sé bien a qué se debe toda esta conmoción de la degradación humana: si es que se acerca el primer gran aquelarre del año y tenemos razón para celebrarlo. Legiones de brujas se congregan en esta fecha, afortunada desde el punto de vista de alineación astral y propicia para los más grandes conjuros y celebraciones (incomprensibles para una mente educada en la edad de la razón y la sociedad libre, que sale a protestar grandes sandeces como el día de Trabajo, que pierde el tiempo en tamañas estúpideces, como marchas y manifestaciones, toda esa aglomeración que tanto adora el pueblo y los espíritus vulgares).


La noche está enferma y yo logro entender algunas cosas, aunque dentro de mí siento que me parto, como si chocaran dos inestimables partes esenciales de mi ser. Como lo que sucedió esta mañana. La misma fuerza interior que me impulsaba a visitar al mago al mismo tiempo generaba resistencia. Las visiones grotescas, llenas de escenas de lujuria y pecado, invaden cada noche mis pensamientos, al punto de mantenerme en vela, sudando en abundancia como si ignorara el fuerte ataque constante del helado viento sobre mi cara. Nunca he sentido tan personalmente la fuerza abrumadora de la mente humana como ahora, cuando siento que mis propios pensamientos me traicionan y me abandonan a mi suerte.


Me encuentro súbitamente en extraños escampados en el interior de mi barrio sin saber a ciencia cierta la razón de por qué he llegado allí, ni recordar claramente el recorrido, entonces me apresa el temor y resulto en un bar de mala muerte y algún tío horrendo me habla como si me conociera de toda la vida y resultamos ríendo y de confidentes, sin que nada de esto tenga explicación alguna en el orden lógico de las cosas. Entonces siento que he perdido el principio de realidad y que debo acudir al loquero, porque es claro que algo en mí se ha dividido y ese otro me resulta aborrecible.


Faltan dos días para el gran aquelarre, el sabat de las brujas, esa gran orgía en perjuicio de la raza humana donde se convocan los espíritus más repugnantes, participando de esa gula insaciable de sed y muerte, bajo ritmos frenéticos sólo conocidos por pueblos tan condenados como Sodoma y Gomorra. Y esta legión es un frente de cultos más antiguos y oscuros donde se rezaba a los dioses menos apropiados. Tradiciones de inframundo tan profundamente degeneradas, como las que recoge Georges Bataille en su mito El Ano Solar:


"Se cuenta a propósito de esto que durante el sabat las brujas levantaban el trasero desnudo hacia el cielo y se hacían plantar una antorcha en el agujero del culo para iluminar la misa; otras se mantendrían en equilibrio sobre las manos y la cabeza y tendrían, además una antorcha entre las piernas, otras dos apoyadas en las plantas de los pies. Del mismo modo que un pastor protestante sólo podía eyacular manteniéndose erguido sobre la cabeza, contrayendo y estirando hacia el cielo sus pies desnudos que se le antojaban innobles fetiches".


La víspera del primer año... oh qué buen momento para salir a celebrar y quizá encontrar un demonio para amaestrar a mis deseos inhumanos, inhumanos desde que pienso y siento. En el bar se ha acercado el viejo mago y me ha manifestado:

- Mi buen nigromante moderno, es necesario que te hagas de una capa y un par de colmillos, ya que nos adentraremos al bosque a participar del festín del rey de la noche prohibida.

Coe me machuca la cabeza con una gigante mole para aplastar ajos y yo grito de excitación desaforada mientras la sangre fluye y el mundo por fin se ha vuelto rojo ante mis ojos.


Dos días contando para el gran sabat.

Thursday, April 26, 2007

una estirpe maldita

A mostrar todas las cartas se dijo, muchacho. En el año 1959 se encomendó la misión al detective Rodrigo Salazar del Departamento de Seguridad de la República de Colombia de ir a investigar recientes hechos insólitos registrados en la región de Arauca. Así que se le mandó a primera hora en un avión de pasajeros de la aerolínea Scadta.

Al aterrizar lo recibió el teniente Óscar Castellanos de la segunda brigada y le informó con todo detalle de la cuestión. El suceso había ocurrido cerca al corregimiento de Paz de Ariporo. La primera en informar a las autoridades fue una anciana de la región, que asegura haber sido asaltada a altas horas de la noche por un misterioso carro negro, que iba con las luces apagadas y de él salió un tétrico hombre negro, vestido todo de negro, con una elegancia inusual, que le había recomendado no volver por la zona a esas horas de la noche y asegura que lo que más le sorprendió fue su hermosa sonrisa angelical, resaltada por un brillante diente de oro. Ella afirma haber visto al mismo diablo, seguramente lo fuera, si no hubiéramos tenido noticia de una presencia similar en los pueblos de Tame y de Arauquita. Se considera que el individuo negro puede pertenecer a un comando élite de inteligencia pero no se sabe a ciencia cierta si de la Unión Soviética o de los mismos Estados Unidos.





- Siempre creí que no servía para nada, y por eso entré a la tarea de Detective. Ahora se dice que un Detective debe de ser bueno para investigar... y yo creo que no soy bueno ni para eso. - Hablaba entre dientes el detective Salazar.


- Como dice, mi detective? Es que acaso le queda grande este caso? - El tono del teniente era de puro desprecio. Era claro que el detective, hombre de delicadas maneras y semblante pensativo, le había caído mal y no era en definitiva lo que esperaba del Departamento Central.



En la tienda del campamento militar le despacharon una montaña de informes de hechos similares ocurridos en todo el país en el transcurso de los últimos tres años. Le dio pereza estudiarlos y se fue directo al campamento a beber una copa de aguardiente. Los militares conservadores no dudaron en manifestar su extrañeza de tener un civil entre ellos, bebiendo.
- Pertenece a este pelotón, caballero?
- Oh no, estoy en medio de un caso
- Periodista o detective?
- Periodista, gonzo. Periodista gonzo.
- Muy bien, cosas raras se ven todos los días.

Mientras bebía su tercer trago de aguardiente pensaba en lo curioso del caso que le había llevado hasta estas tierras olvidadas del Arauca. Algo no le terminaba de oler bien y empinó el codo. Al otro día partiría a la espesura de la sabana llanera para encontrarse con algo que definitivamente no trataba de cuadrar. Había sentido en estos últimos días esa rara sensación de muerte detrás de sus hombros, como si se estuviera preparando para la catástrofe en cualquier instante y eso de alguna manera lo entristecía: por que en él convivían dos sentimientos contradictorios, el sentimiento de lo eterno, de la vida, del impulso al infinito y por otra parte sentía el vacío, el final, la muerte: la llaga cortante y precisa de lo definitivo en su piel.

- Esta tierra primitiva y lejana del llano se alimenta y vive de los viejos mitos, detective. - Se devolvió sorprendido, quería guardar su oficio lo más discreto posible. Atrás suyo, un hombre grande, de hombros increíblemente anchos, una sonrisa asesina y un gesto vulgar contenido, le invitaba a sentarse en su mesa.

- Debo preguntarle por qué sabe de mi misión, primero que todo. - Trató de sonar duro el detective.
- No pregunte demasiado, camarita. Me llaman el bola de fuego y si acaso es tan torpe de nombrarme quedará como un pendejo. Así que limítese a hacerme caso. - La sonrisa había desaparecido y ahora sólo quedaba el asesino. Un moreno salido de la espesura de una tierra indómita cuya voz recia invitaba al silencio y la reverencia.

Wednesday, April 25, 2007

Una estirpe de demonios

Dedicado al fugitivo que quiso partir
a Buenos Aires-

A las 11 de la mañana ya estaba bebido. Fue cuando lo llamaron de la oficina. Se dijo así mismo: por fin lo logré. Y con el ánimo de triunfo contestó su celular. Estaba soñando que su conducta irresponsable le produjera el despido inmediato de la empresa, la idea de la indeminización no le sonaba mal y además quería conseguir algo mejor finalmente.
- Joder Fernado, dónde estás?
- Borracho, estoy borracho
- Bueno, no importa, total: el jefe ha dicho que empaques maletas que te vas de viaje de negocios
- Mierda.

Ramira se acercó con la otra tanda de cerveza Sol, y le preguntó por qué lucía tan triste.
- Soy un bueno para nada. Y siempre pensé que los buenos para nada estábamos condenados a escribir, a ser escritores. Pero resulta que ahora los escritores son buenos para escribir y yo soy un bueno para nada.
- No te entiendo
- Tengo que recoger maletas, Ramira, me voy para Arauca.
- No te entiendo
- Viaje de negocios.

Hace unos años Fernando no sabía nada en absoluto de Arauca. Y nunca hubiera sabido nada en absoluto de estas tierras de no ser por su amigo Luciano, que resultaba ser oriundo de estas tierras. Pero Luciano era tan absolutamente extraño que le parecía en ocasiones que no pertenecía incluso ni a esta tierra. Alguna vez le dijo a Luciano:
- A veces me gusta ver la cara de todos estos hijosdeputa e imaginármelos cómo fueron de niños. Y alcanzo a adivinar sus caras siguiendo algunos rasgos inocentes que aún prevalecen en sus caras. Pero eso nunca lo he podido hacer con usted, Luciano. Como si usted nunca hubiera sido un niño. De hecho, usted nunca fue niño para mí, Luciano.

Luciano sólo reía y eso le decía todo a Fernando. Como cuando le susurras al oído a una monja que no le crees el cuento de que es virgen y ella sólo sonríe. Como si al ser descubierto fuera incapaz de mentir, pero tampoco se atreviera a aceptar la realidad. De hecho, Fernando en la universidad llamaba a Luciano: El Extraterrestrte. Pero no era el único apodo de Luciano, ni acaso el único que gustara a Fernando Alonso. Fue un día bebiendo en Saint Moritz que Andrés Fernando, al ver la extravagante figura de Luciano, le propinó el acertado sobrenombre de: Marilyn Manson de Arauquita. Y así se quedó por mucho tiempo y esa fue la idea vaga que Fernando Alonso se hizo de estas tierras inhóspitas: una tierra demente que a pesar suyo es capaz de engendrar un extraterreste.

Mientras empacaba sus triste cuatros trapos, además no sabía muy bien que empaquetar, tal vez un sombrero y unos vaqueros, pero temía ser muy caricatúresco, o tal vez empacar nada, o sólo un par de bermudas y un pato de flotador, pero tenía que dictar una conferencia, pero acaso podía llevar un blazer? Mientras empacaba sus tristes cuatro trapos recordaba las pocas veces que Luciano se había referido a su lugar de origen. Su tono siempre había sido demasiado sobresaltado, aunque pensándolo bien, él siempre estaba sobresaltado. Pero además profesaba una suerte de asco por esta tierra, aunque pensándolo bien, él siempre profesaba asco hacia las cosas más cercanas suyas. Finalmente pensó que Luciano no era para nada una buena referencia y que lo mejor era llegar libre de prejuicios hacia una tierra que imaginaba a la vez selvática, en medio de un salvaje recodo del Amazonas, así como una tierra desértica, al mejor tipo de películas del Oeste.

Así que a las 7 de la noche partió de Bogotá a tierras lejanas, con cualidades casi míticas, que había parido una bestia híbrida satánica bajo el nombre de Luciano. Desde la mañana estaba bebido, durante el día había almorzado un bistec que le había repuesto por un par de horas, había dormido y ahora pedía con desenfreno a la azafata botellitas de aguardiente. A pesar de las advertencias sobre la temperatura del lugar, llevaba un lígero buso al suponer que en la noche el viento podía llevar un poco de frío. Pero apenas bajó del avión, lo abrumó una oleada de calor salvaje que no demoró en empaparle el rostro de sudor, como si se encontrara bajo una regadera, pero esa regadera fuera él mismo. Supuso que era cosa del alcohol, el no poder con el clima asfixiante, pero en pocos minutos notó que el trago de su cuerpo se había desvanecido y ahora se encontraba irremediablemente sobrio en una tierra extraña.

Camino al hotel de tres estrellas Capri, observó el primitivo paisaje rural del pueblo, la opaca vida nocturna, la escena al parecer tradicional de las matronas sentadas al frente de las casas, a la tenue luz amarilla de las bombillas, con innumerables niños en sus piernas, todos en medio de un letargo incomprensible, como en medio de una correspondencia infinita entre su olvidada raza y las estrellas del cielo llanero. Esto lo abrumó bastante y un susurro incesante de millones de grillos tras sus orejas parecían invitarlo a perderse en medio del monte. Donde fuera que mirara, encontraba rastros de abandono y pobreza. Una que otra vez podía ver la figura delgada de un hombre entrado en años, con la cara cubierta por el sombrero y si acaso se dejaba adivinar la expresión de los ojos negros, podía sentir una tristeza tan insondable en esa existencia que lo obligaba a desviar la vista hacia otro espacio vacio de abandono y pobreza.

Apenas se bajó del hotel y quiso instalarse en la recepción, la primera cosa que le molestó sobremanera fue el esfuerzo infructuoso de la empleada por hablar en inglés. No, sonrió, sin querer mostrarse superior sino comprensivo, yo soy colombiano. Ella se apenó infantilmente y le despachó con la mayor rapidez posible. Fernando pudo comprender que en esta región tal vez no fuera muy común ver hombres tan blancos, a pesar de que él mismo no fuera tan rubio sino que apenas contara con el pelo castaño claro. Luego de dejar sus cosas en el cuarto y tomar un pequeño baño para contrarrestar un poco el calor, quiso bajar al restaurante a pedir una comida autóctona de la región. Tenía la impresión de que en estos días se saciaría de tanta carne que pasaría el año entero sin querer dar bocado a ningún animal vivo sobre esta tierra. Pero se amargó al ver el menú del restaurant del hotel. Además al ver el sitio completamente vacío decidió que no era muy buena idea comer allí y decidió aventurarse al centro del pueblo con la firme idea de comer algo tradicional de la región. Deambuló poco cuando se dio cuenta que el centro no constaba sino acaso de unas 3 cuadras. En ninguna de ella encontraba algo que le llamara la atención: sólo había sitios de hamburguesas, empanadas, pizzas y comida casera. Así que se fue por la comida casera y sin decir nada, aceptó con estoicismo una sopa fría con nata de grasa, una carne mal servida y unos vegetales podridos. Se tomó una cerveza en una de las fuentes de soda del lugar y al ver que le observaban con mucha atención, prefirió devolverse al hotel. Ya salía de la fuente de soda cuando escuchó un grito dirigido hacia él: Hey Catiro!. Se devolvió con sigilo, como queriendo ahorrarse problemas. "Le devolví mal el cambio, hombre, lo siento. Tenga, este es su cambio". Se devolvió de nuevo hacia la puerta, siempre con la sensación de una mirada incisiva de los hombres sobre sus hombros y la impresión de una risa cizañosa, creciendo en ellos dirigida a él, el forastero.

Addiction Kerberos -el profeta- recibiendo transmisión de la entidad extraterreste Aiwass.

Tuesday, April 24, 2007

lunes en feria del libro.

Leer no salvará a nadie. Escribir menos. Escribir honestamente menos. Leer cosas buenas menos. Pensar, en definitiva, sobra mucho. Tomo mi credencial de invitado a la feria del libro y leo la programación: Lectura de cien años de soledad. No estoy haciendo nada igualmente. Considero que es una buena oportunidad para salir de esa mierda de una buena vez. Salir de esa mierda de Cien años de soledad. Esa lectura obligatoria y canónica que pesa sobre la espalda de ser colombiano. Y que pesa sin gusto, no como la fama de la cocaína. Porque finalmente la cocaína se ha probado lo suficiente como para poder sacar pecho y tener esa cosa de identidad nacional. Porque finalmente la coca sí ha dejado su huella sobre uno y sí se ha vivido, no como sombra sino como definitiva presencia hegemónica. Me logro acordar de la cara de indignación, esa falso rubor en las espantosas mejillas de los colombianos en la Florida, cada vez que un gringo bruto nos identificaba y decía: hey colombianos, qué buena su coca. Yo no me enrojecía, al contrarío le agradecía el gesto y hacía un ademán muy colombiano de: siempre a la orden, compadre. Ahora nos sirven en una falsa bandeja de plata al colombiano que más sonroja a la derecha colombiana, al colombiano que para esconder la vergüenza se sobrevalora como el segundo escritor de lengua híspanica, luego de Miguel de Cervantes. El caso es que a pesar de que útimamente se reconozca en el medio intelectual que esa mierda románticona y cula de Cien años de culera no es más que el único best-seller que ha parido esta malparida mierda, no deja de ser bochornoso y un poco indigno el hecho de no leer el libro. Como igual no estoy haciendo nada y quería salir de ese apretón de huevos de ser colombiano y sólo haber probado la buena coca del país, pero no haber leído la buena literatura del país -sino la muy mala-, me dispuse bien tempranito para ir a la feria del libro y participar en la lectura esquizofrénica de Cien años de culera. Llegué tarde, pero eso no me importó. Y no porque llegar tarde sea colombiano, de hecho todo el mundo llega tarde, si los ingleses son famosos por su puntualidad tal vez no se deba a que sean la regla sino la excepción. Dónde están leyendo a Gabo? Claro, ahora todos somos familiares de "Gabo". Me detuve en el recorrido que había hecho en el bus para llegar a Gabo. Una hora esperando en un sol desesperado que quebraba el rigus angustioso de mi rostro. Un negro como los negros ingleses, aferrado a dos celulares. Había algo de terriblemente tierno en el cuerpo exagerado del negroíde pero observarlo mucho podría tener consecuencias violentas. En efecto, la calle no tiene la ley escrita aunque resulta tan rígida que no da lugar a estupideces. Logré acomodarme en una silla en una fila vacía. Me pregunté por qué la gente prefería hacerse a un lado alejado y no sentarse, como yo. Luego me di cuenta. La intimidación. Por qué no sentirse intimidado si la gente bonita era la que ocupaba los puestos de adelante? Y sentarse en las sillas de las filas vacías te acercaba demasiado a la gente de la tele, a esa gente hermosa. Incluso, la gente bonita miraba extrañada a la gente que se sentaba demasiado cerca a ellos, los bonitos. O sea, estaba en medio de dos bandos claramente definidos, aunque ninguna etiqueta rezara: aquí los bonitos de la tele, allá los feos del común. Adelante mío un enano entrado en años y con el rostro agotado trataba de tomar la mejor foto de la farándula. Para no ver a la gente intimidada ni a los intimidadores preferí detener mi vista fijamente en el enano. Era lo que más se parecía a mí en ese instante. Un ser grotesco con un pie en el cielo y otro en el infierno. He ahí mi Virgilio, conduciéndome a las letras que pasan de largo entre los círculos del infierno y los círculos celestiales. Vicky Dávila pretendía ignorar el molesto flash que el enano no temía en escupirle cada segundo. Pero miraba, con más rareza, a ese otro ser grotesco guíado por la antorcha de Virgilio. Era un hecho que nadie prestaba atención al libro. Pensé: para quién se lee el libro? para qué gente se alza este altar? Llegó Maria Emma Mejía. Tiene esa sensualidad que siempre inspiran las brujas malas. Pero como ellas exhala algo innombrable que paraliza. Supe entonces para qué clase de gente se alzaba este altar y me dije: muchacho, este no es tu lugar de poder. Me levanté lo más delicadamente posible. Pero comprendí que el jean se me caía. Y me lo subí bruscamente, como las chicas se suben el descaderado. Tal vez ese acto me haya hecho ver imponente, tal vez arrogante. Pero lo hice porque no quería correr el riesgo de que Vicky Dávila viera mis calzones baratos. Si le interesaba acaso. Pero me relajé al pensar que el enano tal vez también tendría pudor, que le avergonzaría si Vicky Dávila le viera la raya del culo, si le interesaba acaso, porque a la condición de ser grotesco no quería agregarle la condición de ser grosero. Salí sobrecogido. Burlado doblemente. Primero, porque sabía que el evento era una burla y segundo, porque asistí y me presté a la burla. Gabriel García Márquez tal vez lo hubiera tolerado, incluso en su juventud, un buen lagarto cuyo mérito siempre ha sido el de saber su pequeñez. Pero yo? mierda, yo no soy un genio literario y no conozco mis límites de pequeñez. Me alcanzo a reconocer con el enano pero no con su estatura y en ese sentido, estoy perdido. Acaso el hecho de ser enanos nos debe hacer doblar las rodillas? Acaso todos los jorobados debemos ser mayordomos de condes miserables? Y si Gabito no se hubiera acostado con los Santos y Mutis y con todos los que se prostituyó? Acaso le levantarían un altar para que lo escupieran? Ay, ay. Así que lo mejor que pude hacer fue volver a olvidar a ese señor García Márquez e irme con los más propios, con los que aún tienen algo de digno en esta vida, digno en un legado de letras honradas: Manuel Puig, la marica. Desde muy pequeño siempre sentí ese sentido de solidaridad y amistad con los escritores maricas, los que llevaban a cuesta la cruz del estigma y ostentaban una felicidad prohibida, sin mérito. Y eso no lo he encontrado en Gabito, que siempre se ha mostrado muy machito y esa muestra extrema siempre me ha parecido propia de un remaricón encubierto, sin verguenza. Porque también siento un sentido de solidaridad y amistad con quienes profesan verguenza y asco hacia sí mismos. Y Gabriel García Márquez para mí es más extraño que la Cocaína. Y la Cocaína me parece que supera al infinito la obra de Gabo. Pero no quiero altares para ella. Es mi reina trágica, cuya belleza provoca desastres sin quererlo y por esta razón está condenada a la guillotina y no hay nadie que pueda salvarla, ni los que la manosean con la promesa de salvarla, ni los que se condenan con ella: esta condenada a una muerte solitaria e inevitable. Reina dionísiaca que lleva el máximo de su esplendor al fuego, consumiéndose en el resplandor de una risa satánica. Dirigida hacia su propia muerte en la rebelde locura de su felicidad, lloraré por ella en la distancia del público enemigo, que la insulta y la maldice, y no estaré allí para responder a la inquietud de su desvastada figura que encoge su santa rabia, incluso si ella llega a nombrarme en esos últimos instantes, estaré a lo lejos, en la penumbra, humillado por la exaltación de las llamas en su blanco cuerpo de bruja mala. Porque la cocaína está sellada por la fatalidad. Y ahora esta estrella enana se pasea por el infinito negro de la eternidad envidiando el resplandor del desastre de una galaxia en llamas. Y leer no salvará a nadie de esta noche. Escribir consuela a los pendejos. Mientras tanto, gente como Margarita Posada seguirán siendo novelistas consagrados gracias a que pueden alternar columnas con fotos de su trasero: cosa que no hace falta, pues su propia jeta podría sustituir perfectamente un par de nalgas por una cara de culo. Mientras tanto, gente como yo se puede pudrir buscando cafés en los cuales pueda llorar un capítulo hermoso de un escritor en remate en la Panamericana.

Tuesday, April 03, 2007

Sin morir pero



Tirado en un rincón oscuro de la sala, se frotó la frente y con la misma palma de la mano se cerró el párpado derecho y sintió esa mitad de la cara muerta. Se tomó el último pucho de vino directamente desde la botella para arrojarla luego al lado de las otras botellas de cerveza vacías. Pocas horas más tarde lo levantaba Rosa: Lo siento, mi amor, es hora que te vayas yendo. Se incorporó observando a su alrededor y se dio cuenta de que era el único que quedaba. Le preguntó a Rosa qué hora era. Era mediodía pero sentía que el frío le pegaba directamente a las costillas. Apenas si se despidió de la escuálida anfitriona y ya se encontraba de nuevo en las calles, luchando en contra de los inclementes rayos de sol. En su sueño creyó haber encontrado su nombre pero despierto siente que la ha perdido para siempre.

Se revisó los bolsillo de la gran chaqueta negra, que llevaba cerrada hasta el cuello, causando la mala impresión de los deportistas del domingo, que le miraban con repulsión por su sucio aspecto y estar tan arropado en un día en que el sol parecía sonreír a todos los niños del paraíso. No le sorprendió encontrar unas pocas monedas, con lo que había derrochado la pasada noche lo menos extraño era encontrarse quebrado. Decidió que era mejor negocio gastar las pocas monedas en una cerveza para calmar la sed que un bus para descansar las piernas. El tipo de la tienda no pudo contener su asco: venga, le regalo una bandita para que se cubra esa mierda. Se miró al espejo y fue entonces cuando vio la gran herida que le supuraba en una de las comisuras inferiores del labio.

Nada es más ridículo en las calles que un héroe olvidado de una mala guerra venida a menos. Amarillo pus, hematoma creciendo, infección leve, bultos y bultos cerrados en su pecho: creciendo desde adentro: como criaturas de otra dimensión prestas a expulsar su existencia a partir de invasiones mortales. Pudo verlo en el baño de la tienda. Subió la mirada al mohoso espejo y comprobó el gesto instintivo de horror que emergía de sus agotados ojos negros.

Terminó su cerveza y se sentó en uno de los parques aledaños. Un grupo de chicos se reían y hacían monerías sin parar. Uno de ellos reparó en él y empezó a gesticular, en broma, remedándolo, como a los zombies de la televisión de sábado. Los otros chicos celebraron el chiste y se volvieron al triste sujeto de negro tirado en la loma del parquecito. Lo señalaban con crueldad y se burlaban de su inexplicable conducta ante el generoso rayo de sol de domingo. Sobre todo las chicas, las chicas que acompañaban al fresco grupo de jóvenes universitarios. Ellas se reían con fuerza y una de ellas señaló, en referencia a él: pobre sujeto. Él no alzaba la cabeza y esto irritaba más a los más enérgicos líderes del brillante combo. Cansados de la indiferencia del sujeto, empezaron a cantar canciones de moda y gritar que ellos sí sabían vivir. Uno de ellos, con una gorra de colores, mechones colorados, juglaresco y hábil le tiró una piedra que chocó contra una de sus piernas. El otro, un androide de gimnasio, le retó una pelea: haber hijodeputa, no vaís a venir a dañarnos este hermoso domingo con tu puta actitud de me-vale-mierda-todo.

-Es tan fácil ser gracioso en esta época. La ironía y el sarcasmo está al orden del día en un mundo que no piensa demasiado y que ha dejado las cuestiones serias y ha olvidado las preguntas pertinentes en el momento en que enterró a sus dioses por la facilidad asesina del consumo, la injusticia del liberalismo y el despecho de la liberación sexual. La revolución que planteas me da asco en cuanto no se dirige a recuperar lo básico, que es la dignidad y el honor. Tanta mente abierta para nadie dispuesto a dar la vida, es una estupidez interminable. Puedes creerte el hombre más feliz y rebelde del mundo por fumarte un porrito - y encima creer invocar antiguas divinidades muertas - escuchar rock, follar golfas y vestirte como un pendejo, pero tu propia actitud no es más que una cara de ese horripilante pozo negro y sin sentido en que tratas de afirmar esa sonrisa de idiota mediocre que se resiste a colapsar con el caos de tu propio tiempo.

Mierda, pensó para sus adentros, debo procurar dejar de salir tanto. Esto no me hace ningún bien, llenarme de tanto veneno me asfixia y me perjudica. Es obvio que la gente de la calle es imbécil, sus pretenciones y palabras no son suyas sino de una sociedad envenenada, asesina y cruel: ellos quieren vernos en un lodazal de mierda y los jóvenes son los más dispuestos a aferrarse a él siempre que puedan tener un miserable sexo frío y aséptico. Esta es la democracia, la sicótica bárbara que ataca lo inexplicable y oculto: somos sus enemigos: los vampiros. Somos basura y desecho. Ellos irán con sus antorchas, sus ambiguas imágenes de la luz y su demencial símbolo de la paz dispuestos a invadir nuestros castillos, a enterrar nuestros hastiados corazones y desahogar toda esa sed canibal en nuestros rostros diferentes que los asusta hasta la muerte: porque delata su fealdad infinita.

El androide de gimnasio se acercó y empujó a la triste figura que apenas había pronunciado pocas palabras -sin que se le entendiera la mayor parte. El juglaresco rastafari también se había acercado y le había prometido romperle un bate de beisbol en la pálida cara. Las chicas se habían excitado. Tenían aún ese revanchismo barato que les propiciaba el espectáculo del fútbol.

Y yo decidí desaparecer en ese atardecer de domingo: de tiempo y espacio: desaparecí en un tiempo esputo: grises sombras: promesas de un bonito despojo arrancado de un tráfico de entre semana, esta belleza que ya no recuerda voces de Jeff Buckley ni Andrew Wood. Ya no suenas, recuerdas? Bebé con pistola que sale a disparar al espacio estúpido celeste de un día en que la chica fluía distante, a la distancia. Y crees que estás loquito pedazo de catre incendiario? No estás en su retina de televisón amable. Es hora de que te reúnas con las ratas de ayer, en el fuego que se resistió a revelar su silueta en la noche que para ti fue mejor ni existiera. Un grito amargo sería una inyección negra en el borde del ocèano sin superficie. Yo arrastré algunas olas de mar mientras partía: jugo subrepticio sin letras amargas que tragar para dar forma alguna. Y tú me pateas ese culo que ni siquiera me atrevo a tener en este sueño de almizcles disolutas.

-Chics... -seguía diciendo, mientras le retaban y sin que se le entendiera- este sol de domingo les pertenece todo a ustedes: es su brillo: es su culo: por favor, sean félices a su rayo. Yo sé la razón de su furia... ufff.. este sol de Domingo les pertenece y yo soy una luz sin día. Demasiada luz para aparecer ante el sol: soy demasiado culo para su vista y el culo ya está arriba, sin tener que ser visto, abrigándolos y alegrándoles la muerte. Esa piel curtida. Ya lo decía el muerto: ningún hombre soporta la desnudez del otro. Y yo soy como un culo que se broncea. Pero... estoy mal y muero: o sea, lato más que el mismo sol en sus cabezas. Dejénme relamer mi propia mierda que soy un culo bastante introvertido.

En ese instante un hedor se hizo manifiesto en toda la atmósfera. El cielo empezó a oscurecerse misteriosamente. Y una risotada se escuchó desde lejos. Una brisa inexplicable invadió a todos los presentes - incluso al ausente. Una legión de cuervos y chulos circundó la escena. De repente, apareció, nadie sabe de donde, una escultural mujer vestida con un estrecho vestido, como de seda, que le caía a través de una figura gitana. Su rostro era tan blanco como no se acostumbraba a ver por la región, tan blanco como de extranjera, incluso más. Un lacio pelo negro largo que le llegaba hasta la delgada cintura. Una cara irreprochable de no ser por unos extremados ojos negros hundidos de ultratumba.

El rastafari, haciendo dotes de galán:
-Hola, la Lilly Munster que faltaba. La hora en que salen los Freaks. Yo iría hasta los Carpathos por tu beso mortal.

La mirada de la recién invitada no podía ser más que de reproche. Fue tan severa la mirada que todos tuvieron que callar. Ella se acercó al precario efebo. Nadie recuerda haberle visto el torpe caminar de las piernas. Fue tan perfecto su acercamiento que pareció volar. Tomó por la mandíbula al simulacro de jamaiquino y giró tan fuerte de ella que le separó instantáneamente la cabeza del cuerpo. La sangre soltaba a chorros increíbles y el cuerpo demoro un poquito en caer definitivamente hacia la región en que los chistes están de más. La cabeza se vio rodar por la oscuridad del parque como una pelotita de fútbol golpeada por Pelé.

El hombre de negro, que hace poco estaba arrojado en una lomita del parque, ahora incorporado, sintió unas súbitas ganas de beber de aquel estúpido que ahora desangraba lo poco que tenía de real en vida. Le pareció estar rodeado de un grupo de buenos Kamarades que le invitaban a saciar su mórbido apetito.

Al tiempo que el renovado hombre se saciaba de la sed del desgraciado, la oscura gitana daba consejo a los estupefactos muchachos de barriada de domingo. Al androide de gimnasio, que aún se creía invencible por la ridícula forma que le había dado a su cuerpo hora tras hora en un gimnasio de hedor inmundo de sudor imposible de borrar, que aún conservaba una risa de idiota, le dijo, como una buena mami:

- Con esa risita de superioridad idiota lo más fácil para ti debe ser obtener un premio de Literatura o Cine. Sí, eso se traduce a dinero en efectivo, sin sudor en la frente: todo el sudor que necesitas expulsar lo restringes al gimnasio: buena idea, buen material para tus ideas. Aunque hace años nadie hubiera dado un peso por alguien de peso, ahora las cosas se revierten a tu favor: la frivolidad y la estupidez deben llenar las hojas de gente que apenas se esfuerza en leer cosas no mayores de 120 páginas. Debes estar lo más cercano posible al espíritu del ejecutivo, lo más cercano a su humor para ser vendido como un intelectual de la época. Tan cercano que procures que lo lejos que aún mantienes con él sea visto como marginal y nadie note la hermandad secreta que habeís trazado con él. Porque sos una puta, tanto de cuerpo como de alma, no me llamas la atención y no me provoca tu sangre. Ve a reir al gimnasio o a los clubes que sos la risa que delata la ignorancia de tus lectores. Ellos ríen contigo, creyendo que se ríen de ti -y en parte lo hacen- porque se ríen de ellos mismos. Y todo es una risotada, un conducto espiral de la estupidez que se conoce categóricamente, determinísticamente.