Thursday, August 28, 2008

El caso de Jackie boy.

Mi nombre, como el de todos los héroes, es Jack. Jack Frustrations para mis amigos. Me llamaban el caradura de los Ojos Privados. Mi novia se llamaba Coral; apenas si sabía reir pero se consideraba una mujer feliz como cualquier otra. Era adicta a la cocaína y los videos de encuentros sexuales. Nada fuera de lo común para una chica de su tiempo. Karlizt Dietrik me comentaba que no sabía por qué a las chicas les gustaba tanto la cocaína. A Coral la conocí en una noche de amargura y soledad que me llevó a un sitio de striptease de los barrios bajos. Sillas metálicas bañadas en aluminio carmesí que como vectores homicidas te apuntaban al centro de la frente en medio de la penumbra en que el amarillo de la cerveza navegaba como tristes navíos condenados al naufragio en el absoluto de los sueños supérstites. Qué digo si ahora me encuentro muerto? Qué decir, con qué propósito conjurar aquella noche de ignominia silenciosa en medio de tanto ruido cáustico proveniente de aquellos dientes metálicos que proferían palabras al vacío del éter implacable de la crueldad de los elementos desperdigados en un sólo llanto universal? Este es mi punto o lo era, cuando estaba vivo. Aún buscando al viejo sabio, que vivía en medio de las alcantarillas y cloacas, con su rala cabeza todavía semianimal por los cabellos grises que le brotaban de su calcinada piel de ciudadano del infierno. Su pecho al descubierto, invulnerable a las terminales ráfagas de viento que sacudían edificios enteros y animaban a las almas purgadas a abrirse entre las grietas del asfalto en busca de un solitario caminante que se golpeara contra el pecho por el atrevimiento de haber nacido con un cráneo tan abierto y mutilado. Miro a ese vigoroso hombre, tan infranqueable sin importar su proverbial edad, la fuerza de la expresión de su rostro y el temple de los músculos de su cuerpo; en sus ojos una fuerza inauscultable reside y de su mórbida boca una sabiduría que habla a otras voces para una mente inabarcable. Es el aire de un dolor antiguo que se renueva en cada gesto de su ensombrecido paso por las calles y avenidas. Lo veo cargando un ramo de flores al punto ciego del barrio paria; quien se encuentra a su paso le rehuye y luego le olvida. Este hombre sabe los idiomas clásicos por una educación de dudosa proveniencia, es amigo de lo deshonroso sin que por ello su trono se vea aplacado por el peso de las miradas de los hombres. El río sigue su mezquino cauce de excrementos mientras yo observo allá a lo lejos un horizonte ajeno que me recuerda que en esta vida nada vale la risa ni la tranquilidad de los otros. Nacimos no para ser sosegados sino para experimentar al rojo vivo esta herida insondable de los tiempos que conjetura nuestra ilusión de los movimientos que se privan mutuamente. Pero esta es una historia de detectives que es preciso narrar desde un punto de referencia neutro, llamado mi voz impersonal, que sin embargo, como ya he demostrado, está muerta desde las raíces de sus esperanzas hasta su más tierna manifestación en palabras que se pretenden hilar la una tras la otra, como viejas claves de casos archivados que parecen sugerir un sólo enemigo sin revelarnos por absoluto el carácter de nuestra urgencia. Urgir las palabras para separarse de este cuerpo que sufre y es sufrido con su peso gravitatorio infernal de años sumados a años y espacios-lugares que se empeñan en rechazarte de una manera categórica en las determinaciones de un gran legislador que se han empecinado en demostrar que eres culpable del crimen que en realidad has cometido. Esta es una canción triste que una voz cantarina desearía dilatar para deshacer un auditorio compuesto de inválidos sociales. Coral estaba tan ebria que no podía diferenciar entre una pista de bailes y una sala de orgías en vivo. Hechizada por el ritmo de la música se sumerge en las olas de los movimientos libidinosos de los anónimos amantes; allí la brutalidad brota como una maldita hierba que devora todo punto de apoyo en el crujiente espacio. Látex y almohadas de plumas destrozadas en la mesa de sacrificios en que la piel se confunde con el cuero negro de las chaquetas que se razgan con la violencia de los impulsos ciegos con que los cuerpos se embisten los unos contra los otros: en una esquina una flema impersonal verde, tan familiar que podríamos ser nosotros, el ADN concentrado en este fluido, diseminado por anchas esferas de espacio desconocidos en un bordeamiento de sombra en que el rostro del hombre es una vulgaridad displicente contra la creación de esta angustia. Con mis años de experiencia en el campo de la investigación casuística de crímenes entre especies me atrevo a afirmar con toda seguridad que no hay otra ética que el que la bioética ejerce por dinámica propia. No existe un mayor culpable que el que sustenta el principio y el final de los tiempos junto al Tiempo mismo. Busco al viejo sabio y lo encuentro en las cloacas, arremolinado a su humilde fogata. También llamado El Viajero, se acerca por la vertiente inauscultable de la sombra y al oído susurra que se trata del viejo sexo. Un animal cuyas garras deshacen los vientres femeninos y obliga a corromper los anos de los marinos tras vastas extensiones de océano entre ellos y sus deseos. Me revela que mi misión se acerca a su fin. Nadie me creerá, dice, siendo un autista disfuncional, como me llaman en la comunidad. Coral no se reconoce. No sé cuál pierna es la de ella o si este brazo amputado fue el mismo que me abrazó en las galerías de la ciudad mientras contemplábamos los inflexibles rostros Man Ray de las muñecas que respiraban en el puerto la fragancia de un universo expirado. Pero llegaría hasta las últimas consecuencias de este código asesino que se inscribía en las voces lujuriosas que llamaban a la satisfacción de los órganos groseros. Arremetí primero contra el Sargento Dietrik, llamándole mentiroso infame. Me expulsó a patadas de las oficinas del Consultorio Ontológico Inc. En las cafeterías de San Victorino diseñé mi plan maestro. Pero para ello necesitaba de un ufólogo ferviente que hubiera registrado contacto de alguna manera. Lo encontré en un ancho descampado de la ciudad. Su muro de los lamentos. Toda roca es una buena manera de llorar por nuestra forma en que nuestra vida se organizó. Solos? Solos. Necesitaba al señor Silicio pero sus líneas fueron cortadas. Encontré la muerte. Coral como un maniquí inflexible que respiraba lo último de las extrañas fragancias de la noche. Ellos cantaban en la primera luz del día. Esto yo lo vi ya estando muerto. Por qué cantaban? A quién se levantaban estos madrigales cantos?


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Tengo polio:
letras virgilio barco - nancy reagan
música:
la nueva división
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Saturday, August 16, 2008

incluídme en tus rezos, que yo en mis masturbaciones pensaré en tu cabeza rubia

Me temo que no está en lo todo cierto, en su informe, mr Krüopinger. Sentir la diferencia. Recuerdo la primera vez que la sentí brutalmente con toda su fuerza. De la simon's house al sprawl donde me alojaba quedaba una escuela, una iglesia y un centenar de casas clásicas americanas que erguían como penes patriotas las banderas de los surcos estrellados. Ese día nos recibieron con gran profusión de abrazos, buenos deseos, un desayuno mediocre que consistía en una taza de café y un muffin. Ya en la tarde me había separado del grupo de cadetes Kerberos 77 y pedía cerveza a la mesera pero no encontraba a mi mesera, como dice la canción de Tom Waits. La primera expedición latinoamericana que debía despegar desde Cabo Cañaveral me cogió en pleno mono del componente Krüopi & Allien. Malditos colombianos, escuché decir al agente Castaneda, todos unos drogadictos. Acaso no me bastaba con sus muffins también debería sentir anhelos de anneke?
-Oh qué tenemos aquí? me dijo entonces Mario Iguarán, mano derecha y culo fiel de Castaneda- Si es un anhelante a escriva en plena órbita de Sirio 1.

En las iglesias se congregaban los padres de la nación en sus grupos de oración para rezar y combatir la decadencia del mundo. Siempre me ha interesado la interpretación bíblica desde que se descubrió a la gran ramera fumando en una esquina de Io en la expedición Apocalipsis How. Había bebido la mitad del bar y me habían sacado a patadas porque me había apropiado del omniplayer cinéstesico con música de los tempranos 90's. Caminaba a mi barrio de negros, no en busca de mi angry fix pero semejante, y me encontré con el grupo gospel de los 1000 días. Recuerdo haber entrado. Interrumpiendo las plegarias. Se me acerca un hombre de bigote rubio y me pide sentarme.
Me pregunta: de dónde eres criatura perdida?
Oh mi casa no tiene nombre, no hay modo, igual era imposible salir intacto.

Me sienta en el centro del grupo. Es el día juvenil. Una docena de ojos adolescentes y curiosos me recorren el cuerpo con la vista a manera de escáneres. Siento cómo se detienen esas miradas en mis tatuajes, preguntándose qué significan, cómo se detienen sobre mi piel morena y tostada, cómo repasan mi pelo como si estuviera lleno de vicio todo él al igual que yo. Me interrogan sobre Dios. Acaso he leído la biblia, sí, no la biblia literalmente sino del modo en que ellos lo hacen. Tengo que volver oh sí, sus cabezas rubias son generosas en recibir a las criaturas traviesas del señor. Estoy seguro que rezaron por mí aquella noche y sintieron repudio por mi lugar de origen. No ocultes el miedo bajo la sombra del odio. Yo les pregunto a qué se dedican. Por qué no cantan? Quería celebraciones, tal vez estaba buscando otro tipo de iglesia y di con la peor cuna de serpientes en el centro del estado más conservador, ignorante y claramente idiota de los Estados Unidos. Por qué no nos arrodillamos ante el ratón que nos promete un mundo de fantasía? Oh dios, te suplico porque el mundo no se vuelva del tinte Disney.

Se me deportó a los tres días a Bogotá a un centro de desintox para astronautas estropeados. No me recibieron medallas, ni aplausos. El dr Aldars sacó su risa socarrona desde donde no la tenía. Nos volvemos a ver viejo. Qué tal esta nueva recaída, eh?
Mal, herr doktor, pudo haber sido peor, más divertida.

Sunday, August 10, 2008

el mundo se torna fugaz y fantasma

El mundo se torna fugaz y fantasma. Recuerdos como todo el mundo tengo, abundantes en belleza y melancolía, melancolía entendida como la imposibilidad de retornar a casa. Ahora estoy a flor de piel ante este nuevo asalto de la memoria. Recuerdo que tuve muñecos, paredes, padre y perro. Un mundo real que se fue cayendo a pedazos donde quiera deseaba descansar la vista. Era joven y el mundo era grande; no conocía las calles, la gente que me rodeaba tenía nombres tan curiosos como las plantas, podría reir con tanta fuerza como llorar y el llanto me venía a bien; conocía el modo de encontrar las lágrimas al interior de mi cerebro y ordenarlas que salieran, con ellas controlaba. No era bueno con las palabras; no podía decir Gabriel sino siempre Grabiel; así no es niño, no sabes hablar; no podía decir triste sino tistre; así no es niño, no sabes decir triste.

En la época que escribo la gente iba a los centros comerciales, soñaba con salir de la pobreza, se miraba ante las fotografías de la publicidad pretendiendo reconocerse en alguno de esos gestos. En esa época la gente iba a sitios llamados restaurantes a comer suculentos platos y soñar con el día en que todos los almuerzos fueran tan sabrosos. En la época que trato de explicar me venían los recuerdos la gente tenía tanta capacidad adquisitiva que podían elegir a su antojo la ropa de manera que pudieran expresar algo, identificar algo.

Mi padre trabajaba como productor en una pequeña empresa fílmica que había montado ante la imposibilidad de encontrar un empleo tradicional y de esta forma se escondía para poderse humillar con más desfachatez ante sus colegas que lo veían como una persona sin talento ni inteligencia. Él también vivía para el sueño y solía escribir largos guiones sobre historias de amor urbanas. Él se sentaba en los cafés, pedía un vaso de agua y me decía que algún día se iría lance en ristre contra todos los cineastas luego de haber recibido las mejores condecoraciones y reconocimientos de sus pares; trabajaba duro para ello. Yo no entendía pero tenía un padre a quien amar y un perro del que cuidar.

En la televisión empezaron a matar a la gente. Sobretodo a la gente que conocía mi padre. Mi padre se sentaba y decía hijueputa y luego se perdía al interior del patio. Mis muñecos me miraban tan absortos como yo había quedado. Mi padre no conocía mucha gente y nunca nos visitaban mucho. A veces solía encontrarlo borracho hablando sobre el porvenir de la industria y el papel que él jugaría. Decía que serían tiempos de renovación, de conciencia.

El día que mi padre le dijo a mi madre que se volviera puta él me cargaba en sus fuertes hombros y ella le tiró un zapato a su ojo. Le sangró y tuvieron que llevarlo al hospital de urgencia. A la semana mi madre se prostituía. Al regreso por las tardes me traía dulces, se sentaba frente a mi padre; él por lo general estaba tan inconciente que se sacaba la polla y la obligaba a chupársela y yo presenciaba el espectáculo con una barra de chocolate entre los labios.

En esa época los niños teníamos juguetes que correspondían a la cartelera de cine. Yo tenía al obeso Maco que resultaba muy gracioso junto su compañero, el genial marciano Roye. Me gustaba defecar y untar de mierda mis muñecos. Luego en clase la maestra me pegaba con la regla en la cabeza porque no sabía escribir bien el dictado. Me decía que debía escribir de una forma amena, clara, entretenida y sin adornos. Yo tenía una casa y unos muñecos y unas paredes y un padre y un perro y no he hablado del perro. El perro se llamaba catalino y vivía en el patio del inquilinato. En el patio del inquilinato una chica llamada Bica fumaba marihuana y culeaba con su novio. A nadie le gustaba que un chico andara cerca de Bica. Pero Bica tenía una risa dulce y extinguida. Me decía que yo era como un noble enclaustrado en el cuerpo de un bobo. Me gustaba la manera tan solemne en que me decía que los sueños de la infancia eran un turrón de azucar. Yo me escondía debajo de mi perro y veía como Bica se besaba con su novio de cabellos largos.

Hace unos años la gente se reunía y discutía sobre las palabras. Era una manera de reafirmar la clase. La gente que usaba palabras ostentosas era por lógica dialéctica gente vulgar. En cambio, decir las cosas con palabras que se consideraban corrientes era de clases educadas y altas. No decían cabello los ricos, ni tampoco rostro. Ni decían sueños argentados. Ni decían hambre apabullador. No decían hasta luego, decían chao. No decían hola, cómo estás; decían quiubo, todo bien. Ay la profesora me pegaba unos reglazos en la cabeza. Ay los muñecos apestaban a mis propias heces fecales. Ay la Bica me decía: chico te molestaría recoger el vómito de tu perro?

Yo supongo entonces que las paredes no me necesitaban, tampoco mis odiosos muñecos embadurnados de mi propia mierda, en ocasiones de sangre, en ocasiones de llanto, porque lloraba mucho, como una soberana marica, lloraba mucho por mis sueños argentados en un mundo rudimentario. Mi padre tampoco me necesitaba porque me pegaba con su bastón en las pantorillas y decía que no había nada más desagradable que mis pantorillas y mis raspadas rodillas, ni mi flacuchento culo que no se molestaba en tirarse pedos y llenar de pedos la habitación y ser tan ordinario que eran pedos sigilosos y callados pero de un olor impregnante, que terminaba por destruir todo, entienden, destruían todo esos pedos, en primera instancia mi nombre, luego mi carne, después mi vida y terminaban por destruir también las paredes y a mi perro catalino y a mi pobre padre que no soportaba mis insoportables pedos.

No diré que el big bang sea el producto de un pedo de un dios de la antimateria estúpido tal como lo soy yo pero sería bonito que lo dijera alguien con credencial científica o teológica para que la gente dijera que se trataba de una teoría revolucionaria en el campo del entendimiento del cosmos. En cambio yo soy lo suficientemente idiota como para decir que el big bang es producto de un pedo de un dios idiota y la gente se aburre pronto de esas salidas en falso, esas suposiciones erráticas y de todas maneras fáciles de ver las cosas. En todo caso, quién no está aburrido de este blog?

Con el tiempo descubrí gente que sabía tirarse pedos. Me decían, oye, gaznate de alimaña, he aquí mi motocicleta. Y entonces recorrían todo el salón con un prolongado pedo que uno se preguntaba cómo era posible retener las heces dentro soltando tal cantidad de reverberación en el trasero del muchacho. En esta época ya todo se había acabado. El universo sobre todo. Yo vivía en un recuadro de sobrevivencia que habían mantenido algunos humanos frente al duro invierno de la venganza azotada por las constelaciones en las palabras de los hombres. Le interesa algo? Para su conocimiento todo ahora es duro. Ya no existen mujeres con las que los hombres puedan soñar. Los trabajos son básicos. Prender el fuego, chupar orificios de anos enfermos. La carne reseca resquebrajada con los fuertes vientos huracanados es una tira de dolor no más que sostiene hambres apabullantes. Yo recuerdo la atmósfera azul, los sueños, la esperanza, a mi pobre padre, a mi perro, a la Bica. Todos hicieron parte de lo mismo.

Y sobreviví yo que soy un tarado entienden. EN mi edad adulta hice un blog y no lo leía sino gente muy estúpida, era divertido porque lo leían para aburrirse pronto y decir: saben, yo puedo escribir una mejor mierda que eso. Le hablo de blog y usted no sabe ni siquiera qué significa muerte. La existencia obedece a aquella desolación abrumadora llamada tiempo. Pero el tiempo no es uno sólo como no es uno sólo quien se encuentra solo sino que es más que una aniquilación acompasada de murmullos internos. Y el tiempo que no es solo tiene su tiempo así como la muerte que no es solo una contiene su muerte. Al tiempo lo componen una simultaneidad y una corriente de tiempos que hacen posible que el tiempo se extienda y se olvide así mismo llegará el día en que en nuestra dimensión el tiempo evolucione al nivel del tiempo de las partículas y tampoco sepamos reconocer el tiempo como vivir en él contrariando su curso. La palabra tiempo carecerá de tiempo, es decir de sentido. La muerte debe componerse de un nacimiento llamado así mismo una extensión de muerte que expresa diferentes niveles y cursos de muerte en el marco de la muerte que ya no es la muerte que comprendemos como la bendición que sierra las voluciones sino una fatiga que devora los pasos que anduvo. La belleza es un dolor incomensurable que nos obliga a aspirar esta muerte y cuanto más nos duele más sentimos esta vida chocante en contraposición con esta agonía infinita que se representa en lo inconcebible. La belleza es infinita y el dolor que produce no aprehenderla nos conecta por dialéctica a la vida que debemos abortar en nuestro propio seno arrancando toda arteria que brota y vuelve a aferrarse al corazón. Ahora, esto no es un blog, esto es una manera de tornarse fantasma.