Monday, May 22, 2006

PSYCHOLUIGY

Jerry, probando su peor acento sureño:

- Sabes a lo que me refiero, hombre? Cuando me refiero a estar pasando un buen tiempo en Hell's Oaks, rodeado de las más hermosas mujeres, bebiendo unos drafts de Budlight, bailarinas go-go moviendo el trasero a ritmo de la última rola de los Nekromantix. Sabes a lo que me refiero, eh, tal vez otra escena típica en el Hell's Oaks pero nada como para no ser narrado por un arruinado director de B-movies. Hombre, tal vez no sería tan raro si, de repente, no hubiera perdido el control de mis ACTOS (Jerry levanta su oceánica mirada y el azul celeste de los ojos se pierde en el límpido horizonte de la playa de Clearwater)


Jerry había soñado la noche anterior con el día que le dieron salida de la prisión estatal de Florida. La calurosa y desesperada despedida de sus compañeros de N.A., las palabras del viejo Billy en su acostumbrado rincón en la biblioteca: Lárgate de este puto estado, ya conociste el demonio, no hay razón para que sigas en este camino a la muerte. Supongo que le era difícil contar el sentimiento de aprehensión que sintió el día que recogió sus pocos armiños y tuvo que volver afuera. En la prisión había logrado eso que afuera nunca había conocido: adaptación. Ahora dejaba lo que en pocos años había logrado construir: leales y desinteresados compadres, un espacio, un hábito e incluso un nivel mínimo de seguridad. Ahora volvía al salvaje mundo de las calles, más viejo y agotado que nunca. Rendiría cuenta a esa sociedad aterradora que había satanizado durante los incontables años en los patios.

Así que aún andábamos recorriendo Orlando, disfrutando de algunas libertades no civiles que habíamos decidido tomarnos por nuestra propia cuenta antes de nuestro definitivo viaje hacía la CCAFS (Cape Canaveral Air Force Station). Jerry parecía más ensimismado que de costumbre. Le pregunto en forma de broma: miedo? Se levanta de la barra, visiblemente ofendido, arroja la jarra de cerveza sobre el suelo y sale al ardiente sol de mediodía: ustedes, malditos colombianos drugdealers, no saben otra cosa que producir mierda de mala calidad. A las 16:00 lo encuentro arrojado, profundamente dormido, borracho, en el paradero de buses Greyhound. Trato de recuperarlo para llevarlo a la residencia: déjame motherfucker colombian drugdealer, déjame morir. Una niña se abraza de la falda de su republicana madre, el padre observa la escena con ostensible asco. Esto es trabajo para los malditos cubanos, no tengo velas en este entierro. Un chico de Tallahassee me ayuda a cargarlo hacia el taxi y lo llevo de nuevo a su cuarto en la residencia. Pido una Budlight cerca a las turbias aguas de la vieja piscina de la residencia. Una mujer ebria de St Louis se acerca tambaleando: Oye chico haitiano, estás dispuesto a brindar un poco de compañia a una triste chica ? La llevo hacia una oscura mesa, detrás de la mesa de billar y le empiezo a acariciar sus resecas piernas. Desesperada me hunde su lengua y me aprieta la cabeza contra la suya. Una mano artrítica obliga a mis dedos apretar su concha. La aparto y termino mi cerveza. Arrojo dos billetes sobre la mesa y me largo. Ella grita algo que no trato de traducir.

Jerry grita desde la otra habitación. Jerry grita barbaridades. Jerry y sus recuerdos de infancia. Jerry y sus gritos. Jerry y sus inconfesables temores. Jerry y su patética vida. Jerry y sus pesadillas. Jerry y su temor a las calles. Jerry y su deseo de volver a la prisión estatal de Florida. Jerry, el convicto republicano. Esta vez había soñado que los retretes se habían revelado: "Era algo loco, repulsivo. Bajabas la llave del retrete pero éste no succionaba la mierda sino que, al contrario, siempre te devolvía un bollo de mierda mucho más grande que el anterior". No veo la gravedad del sueño pero su cuerpo empapado en sudor refleja su obvia preocupación por el mal sueño. Intento comunicarme con los técnicos del proyecto en CCAFS pero las líneas siempre permanecen ocupadas. No entiendo qué interés pueda suscitarle al proyecto un viejo psicótico ex-convicto y, al mismo tiempo, puedo ver con claridad la angustia que le genera a Jerry la sola idea de un viaje hacia el espacio exterior. No obstante, al medio día recibo la correspondencia del Mayor Greko con los tiquetes hacia Cabo Cañaveral y una breve disculpa por el retraso.

Al arribar al puerto somos conducidos hacia una cabina especial de Información Clasificada. En el umbral de la puerta aparece un hombre rojo con gigantes cachos en su cabeza, ojos hundidos y un hocico bestial vestido con traje de colección verano Armani. La impresión de su rostro me hace caer de la silla. Jerry me levanta con fuerza y con asombro observo que permanece inerme. El minotauro se sienta en su escritorio burocrático y con una risa socarrona bromea con los hombres de seguridad ubicados detrás de nosotros. Se disculpa conmigo por presentarse sin su camuflaje humano y se presenta como el Mayor Greko de las fuerzas aliadas del espacio cósmico Dimensión 7. Jerry lo saluda como si fuera un viejo amigo e incluso me sorprendo al verlo haciendo preguntas sobre la mujer e hijos del Mayor.

- Sabes qué es lo que quiero decir, Luis? Cuando hablo de estar en Hell's Oaks, departiendo unos buenos tragos, rodeado de las más hermosas mujeres y, de repente, perder el control de los ACTOS? Conjuro de íncubo, intuición de nigromante, precisión de neurocirujano. Como para un guión de película B. Oler las legiones de hombres muertos que van por tu motocicleta. Hacerte a una sierra eléctrica y gozar del dolor de los que ya no sueñan. Destapar el watergate de los infiernos. Por poco llegar a ser el héroe de la historia, a menos que te metas con la persona menos indicada. Así que al mes te enteras que aquella bella chica rubia, con la que pasaste entera esa noche de placer luego de Hell's Oaks, era la hija del Sheriff. Te buscan por todo el jodido estado y harto de huir decides enfrentar a la bestia de su padre. Logras burlar el sistema de seguridad de su hermosa casa en los suburbios de Tampa, gateas entre los tejados y finalmente localizas su cuarto. Sacas el arma y, en el momento en que vas a disparar en todo el medio de sus castañas cejas, sientes otra vez el pútrido olor a muerto viviente. Sientes una perforación en tu hombro izquierdo y entiendes que serás cena de Freddy Krugger. Te levantas y pateas a los jodidos monstruos para hacerte un camino al escape. En ese momento el Sheriff se percata de tu presencia y la indignación vuelve a su cara. Así que con el rifle prueba su maestría en el tiro al blanco. Te da justo en todo el culo y caes nuevamente. Los demonios se abalanzan sobre tu cuerpo y tratas de serpentear. Pero ahora llega todo el jodido cuerpo policiaco y te acusan de miles de homicidios en el condado Pinellas. Los zombies se han ido y te preguntas si no son producto de tu imaginación contaminada de películas de 3 am en moteles de camino. Así que las pantallas de televisión no tardan en llenar su programación con tu foto y tu nuevo nombre: El demonio de Florida.

Jerry conoció al Mayor Greko en los días de jucio. El Sheriff finalmente nunca pudo comprobar que los cuerpos que Jerry había destrozado con su sierra eléctrica no estuvieran muertos anteriormente. Sin embargo, como lección moral y estética se sentenció a Jerry a pasar una buena temporada en la prisión estatal de Florida. 25 años. Condena injusta para Jerry, quien hubiera deseado haber sido sentenciado perpetuamente a la cárcel. Condena injusta para el Mayor y los miembros de la colisión, quienes sabían la realidad de los hechos y veían en Jerry un enardecido visionario victima de la arbitrariedad de algunos sectores políticos. Así que el Mayor Greko habló a Jerry sobre el ambicioso proyecto de dirigir una pequeña base espacial vía marte. Jerry, en ese entonces, jamás pensó salir con vida de prisión. Posteriormente, Jerry anhelaba fervorosamete no salir jamás del perfecto bizarro mundo que había construido durante 25 años.

El traje transhumano que me habían preparado se estropeó debido a los varios kilos que había ganado durante la larga espera a una respuesta certera en varias ciudades de Florida. En ese entonces conocí a Jerry, en las playas de Clearwater. Era inevitable encontrarlo cada vez que entrabas al beach bar. Allí estaba, camisa playera abierta y sus mismos cuentos sobre el Hell's Oaks. Incluso los chicos que concurrían el lugar solían burlarse de sus historias: "Allí está el viejo Jerry, ve y le dices que te cuente una de Freddy Krugger o Chucky" Porque el viejo tenía la penosa costumbre de creer que esas historias eran ciertas y, en muchas ocasiones, aseguraba que estas películas no eran más que registros históricos de hechos que en realidad habían ocurrido alguna vez en los Estados Unidos. Así que el día en que levanté mi cabeza y pude concentrarme en la marquilla de su collar monté en cólera y, altanero, lo empujé y le exigí que me dijera cómo era posible que tuviera el mismo que sello que mi collar: S.P. CCAFS. "Calma, muchacho, tranquilo, amigo, no sé qué carajos me preguntas". Abofetie al viejo y casi llorando, ebrio y desesperado, seguía preguntándole qué hacía con esa identificación. Como era de esperarse, no tardó en llegar la poli y mi visa corrió riesgo de ser decomisada por agresión a un ciudadano americano. Luego de 24 horas en la comisaria, cuando ya daba todo por perdido, casi no reconozco en ese impecable ejecutivo el rostro de Jerry. " Me ordenaron sacarte de este hueco, muchacho, pero tienes que controlarte, amigo, no todos estamos dispuestos a tolerar las cachetadas de un ciudadano de cuarta categoría". Tuve que someterme a una dieta rigorosa de 3 semanas para que el traje me volviera a ajustar.

Monday, May 08, 2006

Kira




Quiero agradecerle al cielo, al cyberspace, al Dios de la Internet la llegada de Kira a mi vida. Ella fue el motor durante los duros días, ella fue la esperanza y el anhelo. El día que la conocí y ella me odió era un muchacho sin cimiento en el penoso insomnio de las 4 am. Más le valió al cielo, al cyberspace, al Dios de la Internet haberme arrojado a la cloaca. En esos días ví una película llamada Ghost World. En uno de los diálogos, la chica le dice al patético adulto: Un mundo como éste no vale la pena si dos personas como nosotros están solas. Pero el amor es cuestión de sincronía y aún no era nuestro tiempo... Y ninguno pudo negar haberse enamorado de ese otro extraño que sufría tan similar, que ardía en una pena interior tan parecida. Ambos estábamos conectados pese a la distancia atractiva que ofrecía una aséptica pantalla. Luego, por esa extraña obsesión de ambos de odiarnos, de odiar todo lo semejante a nosotros, no pudimos seguir y hacíamos lo imposible por herirnos para olvidar nuestras heridas propias. Nos distanciamos, pero aún en la distancia seguíamos pensando en aquel gemelo doloroso con el que habíamos compartido un silencio a medianoche, detrás de una línea telefónica. Fueron muchas las borracheras tristes en que el único nombre que le expresaba a la luna fue Kira. Y nadie parecía entender nada, el mundo parecía seguir siendo igual de cruel, pero en la cueva sólo fue ella quien escuchó el llanto del hombre más feo del mundo. Tal vez la risa prohibida que no se escuchaba pero se intuía al otro lado del virus fue la que impulsó a la bestia a abrirse paso por el mundo de los mortales. En busca de ella. Esos días pensaba en la necesidad mística implícita de encontrar y perder a Kira. Por otra parte, supe que ella también preguntaba por el monstruo al que había empujado a salir a la luz para encandilarlo con su desprecio. Otra vez escuché el zumbido del abejorro pero esta vez no iba a caer. Allí estaba, como siempre había parecido estarlo, sencilla en silencio y soberbia. Por primera vez pensé que esas noches no fueron en vano y que los impetuosos sueños que alguna vez tuve de sumergirme en la pantalla se aplacaban con su tímida y cálida risa de niña herida. Ese atardecer, en el que caminaba cerca a ella por primera vez en la vida, fue el más precioso de mi vida -a pesar y a causa de presentirlo el último atardecer de mi vida. Y pensaba en la muerte con la razón de mis últimas noches a mi lado. Pensaba en que ahora podría morir feliz. Y cuando compartimos, calladamente, la vieja Paranoid Android que ambos escuchábamos en silencio detrás de nuestros ordenadores, cuando nuestros dedos expresaban desesperadamente el deseo de querer tocarnos allá, en esa remota parte del mundo donde se encontrara ese otro, consideré que ya había llegado a la cima más alta a la que un abejorro puede llegar. Ya podía morir. Realmente la mente le había ganado la pelea a su triste condición física. Y me perdí con el brillo de la noche y no quise volver. Fui asaltado, apaleado, quería morir desesperadamente para llevar mi historia a donde los viejos recuerdos siempre resplandecen. Allí estaría Kira, al otro lado de la pantalla y yo, sentado a su lado, ausente en su pregunta sobre el destino del zumbido que alguna vez la irritó y la cautivó al tiempo.

Dígamos que por alguna extraña razón no morí cuando debí hacerlo y la vida me premió con sus besos, su compañia, Crystal en la entrada de chá-cha, su muerte y resurrección, su vida. Ahora han pasado 8 meses desde que encontré a Kira y me siento el hombre más afortunado de este triste planeta mongólico. 8 meses desde que casi caigo de emoción en esa esquina en que ella me brindó por primera vez el secreto de sus labios. Y temblaba, de frío, emoción, gratitud y felicidad. Y nadie creería que esta historia es cierta si no pudiera decir que próximamente alguien más va a entrar en ella. Hoy cumple 5 meses de concebido Tomás, que será la prolongación del secreto mejor guardado de la red por 5 años. Y hoy cumple 22 años ella. Doy gracias al cielo, al cyberspacio, al Dios de la Internet y al Dios del mundo circundante la maravillosa compañía que me han brindado los dos seres más especiales del universo: Kira y Tomás.

Thursday, May 04, 2006

No temas usar la tecnología para fines perversos. 2006 khz

Hacia esos neutrinos que te rompían el corazón.

Del viejo Umbral sale Electric Jay: - No han visto cómo la gente se ha vuelto mongólica? En serio. Siempre ha sido mongólica pero últimamente se ha puesto peor. Ahora reclaman la legalización de las drogas, mañana reclamarán la legalización del culo de vuestras madres. La droga, es gracioso, nunca ha pertenecido a ellos, el pueblo raso, y la reclaman como si fuera suya. Las malditas clases medias, embrutecidas por el sueño que les vendieron los 60's - Huxley y su combo de alcahuetes en el senado-, han considerado que es un deber legítimo del estado proteger su holgazanería y vicio. Ahora te diré el verdadero nombre del asunto: Salud Pública. Excesiva higiene mental contra los sueños americanos en reversa. Te contaré un secreto, viejo Lucien.

Karlo: -Eres el clásico estúpido chico de la calle. El que muere en las aceras. El del bonche en cada esquina. El centro de los impulsos de muerte. Ahora alguien cree que debes reconocer que estás en el fondo de toda esta mierda de tráfico cuando todo es absolutamente falso y nada de lo que sea presenciado debe ser archivado. De veras creíste estar haciendo una labor filantrópica? Un demonio más arrojado en la esquina del viejo Cesar y mañana, con toda seguridad, tendremos otro demonio, pisando tus talones, indignado, cresta levantada y bolso ensagrentado. Tus abyectos ojos no valen un centavo de donde provengo, viejo inherente a la miseria. Se repite la historia, una y otra vez, ya lo he visto como un patrón. Primero, el sentimiento de estar haciendo supremamente bien las cosas. Hasta llegas a levantar una casa, una familia, una bonita esposa. Luego, el estupor. La carencia absoluta de reacción a las humillaciones. No poder levantarte y ya estar afirmando con la cabeza como un mono domésticado. Crees que en este momento ya tu vida se ha resuelto. Pero, de repente, surge un detonante, una llamada de Carolina y crees poder volver a tus días de bruto callejero. Aún sientes ese vértigo, ese sentimiento de andrenalina que sube del culo hacia la cabeza. Pero tu cuerpo se ha puesto más pesado. La reacción a la violencia es diferente. Como si sintieras que el enemigo fuera humano, como si sintieras que también te has convertido en humano. Tus sueños replegados sobre tu barato traje de burócrata mediocre se han vuelto una pesada atadura.

Aún esperábamos a Electric Jay y ya empezaba a sentir los viejos violines corriendo como mulas desbocadas por el garaje del riesgo. Carolina Coe, pálida por lo que parecía una controlada sobredosis de cocaína exclusiva. Una estúpida pelmaza se bajaba los pantalones y mostraba su moreno culo lleno de ronchas. Me pareció haber dicho dos veces la misma frase. Siempre pasa cuando estás bajo el efecto de Santa Teresa.

Kiara sale, envuelta en una extraña pijama de seda con motivos orientales. Interrumpo algo? Mi sistema central nervioso a punto de colapsar. Kiara destapa una cerveza Kirin y escucha la verborrea mientras escudriña algunos archivos de su computador portátil. Debí haberlo supuesto. Como salido del sueño de Coleridge. Menos precisión en la información y pudimos haber saltado del gran cristal de tu apartamento. Es tiempo de llamar al taxi no sea que Coe detecte algo. No olvidar la leche.

Karlo: - Existe una improbable posibilidad de volver a verte. Pero no sé si conserves la misma vida, el mismo aspecto. Incluso, después de esto, una pequeña cirugía plástica no caería mal. Los.. inconvenientes.. trauma cráneo encefálico... tómalo como un pequeño pago a cuotas.


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Nota a pie de margen de esta entrada.

http://bumblebeeimmortal.blogspot.com/2005/02/luisinho-en-cuba.html



(El Eje: es una concesión abusiva del término de "Humano" - la hermosa máquina.blogspot)

Es rabia. Alguien me dictaba en la cabeza las letras a las 9 am. La vez pasada hablaba con mi tío y decía que existían horas de días pesadas, con pesadas se refería a cargadas de más energía negativa: hablábamos precisamente de las 3pm. Y acaso qué estabas haciendo el jueves a las 3 pm? Rascándote las bolas? Bueno, en el centro, en el eje, en donde provengo yo las cosas son bastantes distintas. Parece una constante, cada fin de semestre la calle recobra para sí lo que se podría llamar, si así lo quieres, a los demonios. Desde que entré a la universidad Tadeo Lozano he visto morir al demonio innumables veces bajo las mismas calles, en la misma espesura, el mismo territorio salvaje. No es raro. Hace 50 años estas calles eran propiedad de pillos y putas. Así que hace 50 años ver cómo se mataba con cierta periodicidad a un granuja, una marica, un desprevenido paseante debería ser cosa poco sorprendente. Luego se forjó allí una Universidad con nombre godo pero con algunas libertades nada conservadoras. La Universidad, como toda buena empresa académica, se fue haciendo a un prestigio, un "nombre", un reconocimiento y con este progreso también fue haciéndose a las caóticas calles que le rodeaban. Ahora, en lo que concierne a mi época, muchos vimos el majestuoso crecimiento de esa gran mole llamada biblioteca desde las estrechas ventanas de algun bar de mala muerte: Llámese Sí o El Paisa. Y desde adentro de esas estrechas ventanas tratábamos de relacionarnos o divertirnos u olvidar. No fueron pocas las veces que desde adentro de esas estrechas ventanas teníamos que salir para llevar a un amigo de hombros o salir tambaléando, con caras de imbéciles satisfechos, a sabiendas de una vida de mierda que un par de tragos jamás repararía. El demonio probaba, adentro de esas estrechas ventanas, en un sucio baño oscuro, los placeres de la heroína y sus desvencijadas agujas desde un inédito bar de amigos que jamás lo desampararían. También nos enamorábamos y peléabamos adentro de esas estrechas ventanas y afuera el atardecer nos abrumaba. La noche caía y las luces de la amable Universidad nos acobijaba, como una gran ramera, nuestro triste retorno metalero a casa. Pero hoy no es día para hablar de los que volvieron a casa. Hoy es día para hablar del demonio y decir por qué esas putas calles están malditas y por qué me siento orgulloso al vestir de negro y por qué... Desde adentro de esas tristes estrechas ventanas de bares de mala muerte empecé a apreciar una Universidad que se me antojaba paradisíaca y prohíbida al mismo tiempo. Prohíbida para mí, un triste filósofo borrachín del Rosario. Fue allí, desde el inédito bar donde el demonio se estaría chutando un poco de H, que escuché el llamado y sin más, dejé a mis amigos en la mesa para salir a contarle mi determinación al filósofo más honesto que jamás he conocido. Al verme llegar, el viejo se rió: pero has llegado con toda tu pinta kafkiana. En ese entonces era un muchacho un poco partícular: cabeza rapada, sombrero de paño, gafas rojas, gabán gris y zapatos de plataforma. Quería claudicar mis estudios de filosofía. También quería hacer una tesis de grado. Sobre el Ano Solar pero tampoco nadie la entendería. Sólo sabía que estaba enteramente fascinado por la potencialidad expresiva del culo. Pero a la gente no le interesa ese discurso y mucho menos a los idiotas filósofos. Sólo sabía que al ver un culo protuberante en la calle y mirar al cielo sentía cómo brotaban las lágrimas de mis ojos y quería de repente tomar un asidero, agarrarme de algo porque el cielo se me despedazaba y los culos seguían una dirección misteriosa en su violento querer decir primario que me arrojaba a las calles y me hacía beber y tener borracheras lloronas y comportarme de un modo poco apropiado para las sociedades anales. El culo, el cielo, la seguridad de que existía, se había ido hacia otro territorio que sólo imaginaba comprender en los delirios más penosos de alcoholismo y soledad. Lourdes 2003: qué imagen. Agotado de ser el santo del calvario anal decidí optar por una carrera más laxa, cuyas varas no golpearan tan crudamente mi lógica (microcósmica) visión del mundo. De ese modo, otro día, caminando con una vieja amiga bastante bruta del Politécnico -que me creía loco por leer mucho, cuando en realidad se trataba de todo lo anterior- me matriculé a la Universidad del Demonio. El primer día de clase no fue decepcionante en lo absoluto. Me recibió el viejo Marco con un pródigo pase de buena cocaína. Luego, antes de pasar a la siguiente clase, una fría cerveza en el inédito bar y remataríamos con un áspero porro. La serpiente había penetrado finalmente el paraíso prohibido. Allí conocí al Demonio y es Historia conocida el modo en que la calle lo reclamó. Cada fin de semestre alguien muere, es la cuota. Y siempre, así no lo quieras, tienes que desempeñar un rol en la función. El asesino, la victima, el culpable, el desprevenido espectador. A lo largo de estos semestres he sido todo gracias y por culpa del demonio. Fue el demonio el que me levantó el día que caí muerto. Resucité pero resucité siendo otro, con otro nombre, otra vida, otra cara. Luis, el que alguna vez anduvo luchando por el ano solar, ha muerto. Y siempre es en las mismas esquinas, impregnadas del mismo olor a muerte. Aprendí a reconocer el olor a diablo en Estados Unidos. Cerca al Lago Michigan, en pleno festival de Jazz en Chicago; en los estrechos caminos forjados a mano de la jungla de la Florida, en los cuales de la nada aparecían hombres con el rostro ensangrentado; en el downtown de Clearwater, en el que un cubano y un yankee representaban la clásica comedia de David y Goliat. Podías oler al demonio a metros preparando su cocido con la neurosis de miles de norteamericanos agobiados. Estados Unidos es una sociedad claramente satánica. En ningún otro sitio el metal tiene tanto sentido. Y veías a miles de demonios adolescentes, con los ojos encendidos, llagas en la piel, tatuajes con motivos crueles sobre sus brazos, como aquel chico de Texas que quería molerte a palos: Pain & Hate. En ningún otro sitio Heráclito tiene tanto sentido. Y empiezas a amar las armas y a comprender el verdadero sentido de la guerra y lo que realmente significan las calles, lo que realmente significa la vida en el Vingtième Siècle. Al volver, tus ojos también se han encendido y también te ha poseído la sed por la sangre. Vuelves al eje luego de una breve ausencia y reconoces cómo andan de locas las cosas por el olor a diablo. Tu amigo Demonio ya ha muerto y te ha dejado un mensaje bastante claro sobre las aceras. Luego se te acercaba Olga, la pesadilla de todo gomelo. Olga acostumbraba a enamorarse fervorosamente de todos los chicos lindos de la Tadeo. Era repudiada por ese aspecto, por los chicos lindos. Por otra parte, cuando se olvidaba de su tarrito de boxer podía pasar como una buena idiota pobre, con deseos de romperse el culo e improvisar una linda sonrisa con tal que le compraras un minuto a celular. Pero cuando se te acercaba por lo general ya no era la clásica buena idiota pobre sino que estaba ya bastante pasada en droga. Y tampoco te besaba, qué creías, que eras de los chicos más lindos de la Tadeo? Sólo se te acercaba por impulso de la sed y creía, mal, que si te mostraba el reciente chuzón en su tronco te ibas a apiadar y le ibas a regalar un sorbo de tu cerveza. Hasta que un día también te le emputaste y le dijiste que te dejara de joder, que no eras un puto centro de caridad alcohólica para la basura de las calles. Luego supiste cómo murió esa loca. Sí, de la misma manera que la habías visto una y tantas veces: toreando buses. La suponías una Santa Olga quijotesca que a falta de molinos batallaba contra vieja chatarra móvil. Hasta te sentías un poco identificado con ella. Con tantos impulsos de muerte y sin una maldita guerra. Si por lo menos tuvieras un arma. Y tumbabas a los niños lindos que desapercibidos pasaban por la carrera décima con diecinueve. Pero no ibas más allá. Y antes de que se terminara el semestre de la muerte de Santa Olga te cogieron con la guardia baja y los psiquiatras hicieron hasta lo imposible por colapsar tu sistema central nervioso. Cuando te enteraste de la muerte de Olga te cabriaste: cómo era posible que la loca que no tenía reparo en enseñarte frescas sus heridas hubiera muerto de una manera tan idiota, tan básica, tan poco espectácular. Atropellada! Una muerte muy obvia para una perra fastidiosa. Preferías imaginártela decapitada en un potrero aledaño, muerta en una descarnada pelea contra otros ñeros, acribillada por la brutal acción policial: pero atropellada! Es que ya los dioses no merecen una muerte decente? Cuando se tomó la decisión fatal de clausurar las guerras a favor de los canallas se empezó a ver a los grandes arrojados con una botella de vodka en los suelos de las calles, ebrios y tristes, desesperanzados y muertos de pena interior. Es como si los idiotas se tomaran las bibliotecas del mundo entero clamando por literatura de Deprak Chopra y relegarán a los genios del pensamiento al cuidado de los baños públicos.

2006 Khz: Esta historia me dejó un sabor amargo en la boca, sabor de canibal. No es que fuera un sabor que no reconociera. Lo mismo me había pasado en el 2003, día que me enteré de la triste muerte de mi amigo El Demonio. Es como la historia que alguna vez todos escuchamos: un chico libra una guerra virtual en un videojuego desconociendo que en efecto todos sus jugadas se están ejecutando en una guerra en el mundo real. Cuando escribí esta historia y a las 3pm de ese mismo día jueves ví, detrás de la estrecha ventana del módulo de Inglés la batalla, sentí que había hecho el guión perfecto para ejecutar en las calles de Eje. Ahora se estaba llevando a escena. Y me sentí responsable y molesto: por mi labor de pequeño Dios miserable. Como salido realmente de un sueño de Coleridge. La maldición implícita que lleva el malsano oficio de escribir. La primera vez que sucedió lo registré de este modo: Ese día fue extraño. Escribí esta historia: Luis, quedaba H en el medio, casi somnoliento... Escribía la muerte de mi amigo: lo mataba irresponsablemente con palabras que se consideran inofensivas. Escribir es una tarea peligrosa y criminal. Ahora sigo teniendo la misma impresión. Como si realmente una curva del tiempo me hubiera encontrado y me hubiera dictado ciertas palabras para prepararme para lo que vendría luego. Alguien llamado Karlo me habló a las 7:00 am. Con insistencia me llamaba a escribir algo muy personal, un reproche, un regaño, algo tan personal que me sacara de mí. La clase jamás arrancó. Tomé un café con una joven de arte. Ante ese primer café americano mañanero sentía cómo el miedo se iba apoderando poco a poco de mí. Me despedí de ella a las 9 am. Me dispuse en el centro de computo a escribir una suerte de reproche. Supuse que había sentido el olor a demonio de nuevo. Las primeras frases a la cabeza fueron: Eres el clásico estúpido chico de la calle. El que muere en las aceras. Quise seguir con otra frase: qué diferencia hay entre un inteligente que actúa idiotamente y un idiota que actúa con inteligencia? Pensaba en mi cicatriz, en el modo tan cobarde en que fui golpeado aquella vez en la esquina del viejo Cesar. Pensé en lo poca cosa que hubiera sido el haber muerto en aquel tiempo. Y me dolió el alma. Me dolió porque cuando escribes y vives en la calle llevas una vida doble. Porque realmente es muy difícil diferenciar a alguien que escribe idioteces para dárselas de malo con su pequeño séquito de lameculos a alguien que realmente las vive y las sufre. Me dolió porque es muy fácil ser periodista, sacar un blog y decir: tengo guevas. Y otra cosas es ser uno el que tiene las heridas en la carne, la presa fácil, el muerto del día. Y ser valiente no es usar eufemismos para describir al presidente. Tal vez, en este momento, me sienta más valiente que antes, cuando era el chacho de las aceras. Me siento valiente porque ando agotado y cada vez que veo un rapper veo venir el problema y prefiero conservarle la mirada con respeto a salir corriendo. Y bueno, un idiota que actúa con inteligencia seguramente termina su carrera, logra una buena vida, hasta hace un buen número de lectores para su blog: ahí tienen el caso del Juglar del Zipa o Blue elephant que no es más que un triste plagio a los pink invisible unicorns. Idiotas que no soportan que les digan lo malos y patéticos que son en realidad. Así que se riegan en idioteces porque nunca podrán regar verdadera sangre: no, para eso no son valientes. Y uno es el inteligente que actúa como un idiota. El que no terminó la carrera nunca por entrar en conflicto existencial con el universo. El que nunca consiguió trabajo por llevar una cresta. El que nunca recibe una buena bienvenida por llevar una cicatriz de marica en la cara. Uno es el clásico inteligente relegado de las buenas labores de la sociedad. Por decir que los derechos humanos son una caca. Y uno se vuelve el malo de la literatura por mostrar lo mediocre que puede llegar a ser un escritor como Efraím Medina (Porque ahora para ser cool toca decir que Gabriel García Márquez es pésimo -a pesar de haber ganado el Nobel- y Medina es el topos uranus de las letras) . Y uno se vuelve el malo del paseo en los Congresos de Filosofía por poner rojo al estúpido del Carlos Gaviria que no soporta una tesis contraria a su estúpida Filosofía Liberal. Y me burlo de lo idiota que uno pudo haber llegado a ser por tratar de llevar un pensamiento consecuente con su vida. De veras creíste estar haciendo una labor filantrópica? Sería más fácil si Dios existiera. Por lo menos podríamos sacarle una moraleja a cada acto. Por lo menos Dios dispondría las situaciones y las haría menos precarias. Me he vuelto profundamente católico en estos últimos días y cada vez que puedo me persigno y levanto una oración. Sé que Dios no existe pero me gustaría que existiera. Me gustaría inventarlo. Por otra parte, considero que es más seria una institución como la Iglesia Católica que un McDonald's.. pero, quién no mataría por una Big Mac ahorita? Estoy harto de rendirle pleitesía a instituciones tan idiotas como Mtv o CNN. Por eso, si me le arrodillo a alguien que sea a un cristo humillado y ensangrentado y no a un pobre idiota como Ashton Kuschner.

Un demonio más arrojado en la esquina del viejo Cesar y mañana, con toda seguridad, tendremos otro demonio, pisando tus talones, indignado, cresta levantada y bolso ensagrentado. Tus abyectos ojos no valen un centavo de donde provengo, viejo inherente a la miseria. Se repite la historia, una y otra vez, ya lo he visto como un patrón. Son las 3pm. El día está extrañamente seco. Ha cesado de llover luego de tantos días. Subo con prisa al examen oral de inglés. Voy pensando en inglés: what should we do? What should we do with Johnny? Subo las escaleras con prisa. Algunos compañeros de clase ya me han advertido. Surgen unas ganas incontenibles de ver hacia fuera. Temo que si no veo el horizonte la miopía vuelva pronto. Busco desesperadamente en el salón del segundo piso pero están unos chavales estudiando. Entonces me ubico en el mezzanine y me apropio de una ventana. La visión se dirige hacia la vieja esquina del bar El Paisa. Veo venir un grupo de muchachos. Al principio todo parecía solo cosa de juegos y bromas. Recordé a mi amigo El Caballo. Alguna vez en un día de lluvia lo vi correr por las calles de la candelaria, como un niño, gritando y empujándose con sus otros amiguitos. Así que me pareció gracioso y no puedo negar que haya tratado de reconocerlo entre los mechudos del jocoso grupo. Pero luego pude diferenciar el grupo. Unos eran mechudos y vestían de negro y otros eran, por decirlo de alguna manera, ñeros. Ahora ya los había detectado bien. La cosa parecía no ir muy en serio todavia, unos pocos e inofensivos empujones, así que me pregunté a qué se debía tal recocha. Seguí observando. Luego de los empujones un metalero se hizo de su cinturón de hebilla como arma y empezó a castigar a uno de los ñeros. Pude ver la diferencia de tamaños. Los ñeros como los rappers nunca superan los 1.60 de estatura por alguna extraña razón: seguramente se trata de una descompensación alimenticia que no los deja crecer ni los deja ser inteligentes: pero esta misma descompensación tal vez sea el impulso biológico que los mueve a ser hábiles y diestros a la hora de conseguir sus fines. Los otros metaleros, motivados por el ejemplo de su amigo, también hacen uso de sus cinturones y castigan al otro ñero. Los ñeros, por un momento, se encuentran bajo serios aprietos y parecen ya haber arrojado la toalla. Uno trata de escapar de los azotes de un metalero y se tropieza con el cinturón de un perro de un guardia de seguridad de la Universidad. Puedo ver ahora que hay guardias. Ambos en distintos lados de la calle, en todo el epicentro de la acción. No hacen nada en absoluto y sólo sirven para hacer tropezar a los combatientes callejeros. Luego de ver al primer ñero en el suelo, el metalero aprovecha para acorralarlo, con tan mala suerte y con tanta torpeza que también se cae. Por otra parte, el ñero de la calle contraria parece haberse recuperado misteriosamente y se enfrenta con coraje en contra de un metalero, el metalero por más hebilla que le da parece asombrado de la capacidad de resistencia del ñero (descompensación alimenticia). El tercer metalero sólo salta y sacude su hebilla, muestra del grado de andrenalina y euforia que tanto el público como el combate le ha generado. El metalero caído se recupera y sigue castigando al primer ñero. El segundo metalero sigue castigando al ñero sin que el ñero parezca lastimado. El primer ñero parece vencido y el primer metalero parece aprovecharse de esta situación. Ahora sólo lo golpea para complacencia del público. El segundo ñero entonces parece sacar algo de su camisa. Estoy seguro de qué es lo que ha sacado pero el metalero parece no haberse fijado. Ahora los dos metaleros en combate parecen revolverse con los dos ñeros y sólo ves un monstruo devorándose a sí mismo. Los ñeros emprenden la huída. Se ve al primer metalero, con chaqueta de Jean, ir trás ellos. El tercer metalero, parece haber asumido que les han vencido en el combate. El segundo metalero, enteramente vestido de negro, se devuelve hacia el bar del Paisa. Su aspecto también es de triunfador pero se le ve un poco agotado. Ahora qué es lo que veo. Sangre. Es sangre pero no se sabe de quién. Supongo que han reventado a un ñero. Parece cambiar de dirección en un acto entre medio desesperado y medio contenido. Ahora va hasta la esquina de la universidad. Trata de coger un taxi. Ahora veo que le sale sangre a borbotones. Está herido pero no sé bien en qué parte. Mierda: me veo a mí mismo. Año 2005. Voy tras un taxi. Pienso que muero. Una risa en mi interior me dice bien que no me han vencido. Sangre a borbotones . Mi chaqueta gris repleta de sangre. Pienso: a quién diablos han jodido? La señora del Garaje les reclama a los rappers: mire cómo le han vuelto la cara. Y pienso: a quién diablos le dañaron la cara. Oh no, mierda. Me toco el cachete. Sangre. No lo puedo creer. Es sangre pero no siento que saliera de mí. Como si hubiera caído encima del cuerpo de un cadáver. Jay: Mil: Dónde carajos están? Veo a los rappers. No quiero seguir luchando. Voy tras la quinta. Paro un taxi. Me para y antes de subir me ve tan jodido que sigue derecho. Casi me tumba. Voy sobre las comidas rápidas de Los Vecinos. Dos universitarios tontos: Vamos a pegarles un buen susto. Les digo: hey muchachos, cómo me ven? Doy media vuelta y les muestro medio cachete colgando. Uno vomita. Me da risa y sigo hacia la séptima. Pienso: joder y si me dieron en la aorta? Y si sólo tengo pocos minutos de vida? Me embarga una profunda tristeza. Pienso en lo poco que he vivido, en lo poco que he sido. Me gustaría dirigir mis pensamientos a cosas sublimes en ese instante pero sólo pienso idioteces: oh qué malo soy, veánme como me veo de feo todo lleno de sangre. Tomo un taxi. Me para. Vamos a la Clínica Negra de Universitarios Incompetentes. Le pregunto al taxista cómo me ve. Me dice: mierda, mal. Le digo: voy a morir? Le repito: voy a morir? No responde. Finalmente, tras una pausa: esperemos que no sea nada grave, sólo que se le va a notar resto. Pienso que tamaña idiotez. Me entra esa tristeza pero no puedo llorar. Siento que muero. Y me pregunto a mí mismo: Luis, en serio, voy a morir?

Al metalero jamás le paró un taxi. Al metalero le dieron en la aorta. El metalero por un instante dejó su pretensión de ser el chico malo de la calle lleno de sangre y se tira al suelo. Está en el suelo y su amigo, de chaqueta de jean grita: Mierda, me lo mataron parce, me mataron a mi hermano, me mataron al Negro. No puedo resistir más esa estrecha ventana al interior de la Universidad y salgo corriendo. Llego a donde el Negro y lo veo torcer los ojos. Mierda, le dieron en la aorta, mierda, vas a morir viejo. Trato de tomar un taxi pero nadie para. El metalero de chaqueta de Jean sigue teniendo esa risa interior irreal que le hace creer que nada es cierto, que todo mañana va a seguir igual, va a llamar al negro y le va a decir: tamaño susto, mi negro y qué, qué vamos a hacer hoy? Esa risa interior que te hace creer que pese a que estás tirado en el piso, regando tu sangre en cualquier acera sucia, es irreal y te hace ver muy malo: esa risita estúpida es el demonio. Ahora veo que el negro sigue torciendo los ojos. Los paramédicos han llegado pero parecen resignados. Nunca llegó un taxi para el negro. Y le dieron en la aorta. Y era uno de los míos, entienden? Mataron a un chico vestido de negro. Y no soy metalero pero en algo me parezco a él. También alguna vez estuve sentado en el paisa tranquilo bebiendo con mis amigos. Sólo que jamás me tocó enfrentar unos ñeros. Y esos ñeros eran los otros y me sentí un blanco fácil. En cualquier momento desearían llevar al máximo su sed de sangre y se irían contra otro chico vestido de negro: sin contemplaciones. Sentí la risa estúpida del demonio en la gente. Volví la mirada y allí estaba media universidad. Viendo el grotesco espectáculo de la muerte del negro. Todos en su interior tenían la risa estúpida. Vi a la gemela y pensé que hasta ese punto alguien debería llegar para que ella le prestara atención a uno. Un chocoloco estúpido torcía los ojos para imitar al negro y hacer reír a su levante. Me dieron ganas de aplastarle esa cabeza gigante de mongólico. Negro, en serio, mierda, te vas a morir parce? No podrías dejar de ser un poco menos tú antes de estirar la pata? Ni muerto dejó su pose de metalero. Hoy no es día para hablar de los que volvieron a casa. Y siempre es en las mismas esquinas, impregnadas del mismo olor a muerte. Parece una constante, cada fin de semestre la calle recobra para sí lo que se podría llamar, si así lo quieres, a los demonios.