Wednesday, May 30, 2007

ficción de auto-ayuda para espíritus confusos.

Te encontré en un baño público. Por poco y no te reconozco. Así de otro-chico-de-la-calle te veías. Cuánto tiempo ha pasado para que digas que ya no sientes el mismo Luis? Te respondí: es cierto, acaso se ha ido hasta la misma energía vital. No creas, siempre hace falta, me confesaste. Tan negra la noche? Que hasta las chicas han dejado de converger en esa marea y ahora todo se lo traga la lava. Me confesaste, entre otras cosas, que querías partir, que te querías ir: hacia dónde? a los Estados Unidos? No, a los Estados Unidos no. Sólo partir. Qué conversaciones tan nocivas. Qué inmundas sugerencias se abren apenas entrada la noche en las charlas no previstas en los baños públicos. CASO INMINENTE EMERGENCIA ESAS PALABRAS FUEGO. Desde la guerra nada parece ser igual. Un color que me motivaba a ver hacia adelante se ha difuminado con los gritos de la mierda. Pekin marca cero, estación espacial en crisis. Temor a la grandeza del desastre que se adivinaba. En Bogotá siempre me abrumaba una pregunta horrible: qué sucedería si supiera con exactitud los días que me quedan. Y lo peor era esa certeza de que todo se escaparía de mis manos. No podría hacer nada. Ni siquiera refugiarme en el alcohol o la pena. Tal vez contar y contar, algo agitado y nervioso. Viajar? Para dónde? Incluso ideaba mi epitafio: de una soledad inmensa a otra. Y me iba a visitar al cementerio en el que suponía iba a ser enterrado. A veces invitaba a mi esposa y, haciéndome el que jugaba, le preguntaba cuál lugar creía que era el adecuado para enterrarme. Ella, sin sospechar mi angustia, molestaba y señalaba los peores huecos, los más sucios. Yo al principio lo tomaba como lo que era, un escape a esa pregunta esencial que martillaba mi sueño cada noche, pero luego esa broma fue tomando un tono cada vez más serio en mis sentimientos. Y alcanzaba a imaginarme yaciendo en aquellas cloacas, tan cerca de ese hermoso campo de paz, pero tan indignas y despreciables. Como un baño público en la inmaculada playa. Allí en la inmaculada playa, ella me prometió que las cosas en el espacio saldrían bien y que la brecha pasaría en cuanto menos lo imaginaramos. Que sería como una mala pesadilla. Hoy estamos en esta hermosa playa blanca, mañana estaremos otra vez acá, yo tendré más de sesenta años y tú me abrazarás como un buen amigo, tendrás la misma edad del día en que te vayas, seguirás igual de "guapo" y yo ya no inspiraré malos sentimientos, cosa que no importa, pues seré más sabia y tú asistirás mi vejez y mi muerte, joven cadete Kerberos... el héroe de las estrellas fulminantes que ANGEL. ANGEL. ANGEL. MUERE. ANGEL.
MUERE ANGEL JOVEN CADETE KERBEROS

a DÓNDE? A esa soledad cósmica que parece una pantalla estúpida al hombre en tierra? Y la frialdad de los planetas que cruzamos, como si no perteneciéramos a Dios y cerrando los ojos el sexo se potencializara como un árbol que cae en medio del solitario bosque. El héroe de esa guerra contra el Infinito. El hombre aniquila lo que desconoce. De esta manera, quiere escupir en el universo. Anoche me corrí fuera de órbita. El semen casi que no se expulsa. Mi verga tan dura como nunca. Pero yo era un puntico infinito, imposible en tu retina. Y yo me corría. Alzaba la mirada y allí estabas tú. Tal como te había dejado, mi querida. Pero arriba no había nada aun cuando lo era todo. Y yo me golpeaba el casco contra la popa. Y veía con tristeza como el semen se manchaba de rojo. Sexo tan salvaje contra el silencio de los cristales. Prometieron que la cosa se pondría mejor si lográbamos cometer otra dimensión. Pero sólo hubo algo que no llamaría vida pero era igual de opresivo. Entendimos que nos encontrábamos en guerra, cuando era demasiado tarde. Entonces resulté en Lourdes por unos segundos. Y de nuevo duré un tiempo contemplando los magníficos colores del atardecer bogotano. Y de nuevo, desasosiego. Nada me curaría y ya estaba llorando, como si pudiera haber vuelta de hoja. Pero allí había unos ojos que me miraban con desprecio. Ya no era un Punk adolescente en la busca. Ahora pertenecía a la noche y no había espacio para albergar otra noche más. Así que hasta al diablo le tocó de anfitrión de piñata. Incluso el computador se comportaba de una manera más humana que nosotros, en esta desesperación quieta. A veces hasta las malas cosas nos ofrecen esperanza. Hansel y Gretel se refugiaron en la casa de la bruja para no perderse en el bosque. Aterrizamos en este planeta huesudo y misterioso. Colón era un majadero al lado de nuestra impertinencia. Despertarás a Kronos. Las tetas de ella se hinchaban y yo me hacía en posición fetal. Ella me callaba con su dedo. Cuatro cadetes, buenos mozos e intrépidos, qué otra cosa pide un planeta? Creímos estar en Marruecos, rodeados de hermosos chicos opiómanos. Es un sol semejante, sabes, y el cielo a veces se comporta de la misma sensual manera. Amarillo por allí, amarillo por allá, sólo necesitas una buena cerveza helada y un chico nativo algo esquivo. Pero él ya no era un marica adolescente en la busca y en lugar de una verga le clavaron una estaca en el culo. Seguro que en algo se llegó a excitar Puig, pero eso no impidió que nos dijera adiós, de una manera grave. No regresar a la nave, fue la orden. Pero ya éramos la presa. Es extraño porque la soledad en grupo no afecta cuando se va otro. Podría quedarme solo y seguir sintiéndome igual de mal. Miento, tal vez lo que quisiera es estar solo. Deseos asesinos en cada uno de los jóvenes cadetes del ideal humano. El hombre es lobo para el hombre, incluso y tal vez más, fuera de su habitat.

Llegó un ángel cruel y me salvó.
Pálida playa blanca.
Tienes 23 años y yo soy mayor que tú.

Monday, May 21, 2007

Allegro 2005



Conoceremos la historia de Zetterstrøm. Zetterstrøm es un niño especial. Aislado de los juegos de los niños busca refugiarse ante el dolor de la vida en la entrega a la música. La maestra de piano constantemente le reprende: así no es Zetterstrøm. Cuándo aprenderás de tus errores? Zetterstrøm haciendo caso omiso, emprende su propia búsqueda en los sonidos que le apartan del dolor. Acaso no aprende de sus errores? Zetterstrøm demuestra ser un niño bastante prematuro y obra con madurez ante el sufrimiento. Lo que le resulta inaceptable, lo guarda en la cajita de lo definitivo. Lo deja ir. Y queda guardado, sellado para siempre. Y Zetterstrøm, que ha demostrado ser un niño bastante especial, aguarda como un tesoro el talento que le separa del dolor de la vida.

10 años suceden y el niño ahora es un reconocido pianista de su país, Dinamarca. Por una casualidad del destino, Zetterstrøm tendrá la fantástica oportunidad de conocer el amor de su vida. Andrea. Ella, sin quererlo, entrará a formar parte esencial de su vida. Vivirán al borde de su locura todo el tiempo que permanezcan juntos. En un recital, Zetterstrøm se adelantará a su novia y ella desaparecerá para siempre.

En el lapso de otros 10 años, en los cuales Zetterstrøm se alejará de Dinamarca, explota una atroz bomba en todo el centro de Copenhagen. Nada será igual para los Daneses de este lado y un territorio conocido como La Zona será impenetrable para siempre para el mundo exterior. Dicen que allí aún vive gente, que a veces se escuchan voces, pero La Zona, tras la bomba, se ha clausurado al público. La policia monitorea constantemente el lugar, ociosamente, pues La Zona, no es más que una imagen y todo intento de penetrarla es sencillamente imposible. Allí viven los recuerdos de Zetterstrøm.

Por su parte, Zetterstrøm es ahora un celebrado pianista mundial que vive en New York. Su música es irreprochable y su interpretación es magistral. Nada afecta a su música, el ritual algo excéntrico que Zetterstrøm ha adoptado de tocar de espalda al público y con toda luz apagada. Algunos mal pensados incluso han llegado a sugerir la tontería de que él no es quien interpreta o que lo hace para ganar fama. Pero son sólo sandeces. Un especialista de música, en cambio, objeta que esa costumbre no afecta en nada su calidad, que es excelsa, aún, cuando a su parecer, parece carecer de algo en lo profundo... tal vez de pasión.

Ahora nuestra tarea es hacer volver a Zetterstrøm a su lugar de origen, con la ayuda de un misterioso señor llamado Tom. Con la ayuda del chef de Tom daremos el primer paso. El primer paso será una falsa entrevista, en la que interrogado por distintos aspectos, como rodeo, finalmente se le soltará la pregunta fundamental: qué haría si le digo que sus recuerdos fueron secuestrados?

El proclamado director danés, Christopher Boe, famoso por Reconstrucción (2003), vuelve a sorprendernos con otra historia llena de frescos recursos visuales, una narrativa disruptiva, personajes complejos y reflexiones profundas acerca de las relaciones de pareja, la psicología y la sociedad. Todo parece valerse para escamotear la odiosa metáfora y volverla un elemento real dentro del mundo en que se mueven los seres de Boe. Por eso, no es raro el coqueteo con la ciencia ficción como fuente para reflejar de una manera óptima el mundo interior de los personajes - como también sucede en el caso de 2046, de Wong Kar Wai, como recurso radical y definitivo para volver a revisar la historia de In the Mood for Love- La ciencia ficción de este modo no es fin ni medio, es el fruto del movimiento lógico que debería enseñar hasta determinado punto los límites de la comprensión del universo.

La imagen psiconalítica del subconciente como un resguardo de imágenes dolorosas depositadas en cajitas en el sótano de la casa es tan vieja como lo es Freud, quien fue el primero en usarla, prometiendo que la tarea del psiconálisis es la de hacer limpieza a ese sótano en el momento en que las cosas ya empiezan a oler feo, que es cuando surgen las neurosis. En el cine tampoco es novedosa, en el 2003 la película basada en el libro de Stephen King, Dreamcatcher, hace uso de ella como un recurso fundamental dentro de la historia. Pero no molesta para nada en la película el agotado recurso de la caja, y en cambio, resulta suficientemente bonito, hasta un punto en que llega a estremecernos. Lágrimas? Si son un espectador mariquita de películas, como yo, con toda seguridad.

Hasta qué punto se deja de ser metafórico cuando se habla de sentimientos humanos? Acaso no nos son restringidas las Zonas de los amores pasados? Quién no ha sentido eso? Y sí... allí las vemos, en las calles, casi que evidentemente reales.. pero son impenetrables, inaccesibles, prohibidas y hasta impensables. Son sólo imagen. Y llegar a su interior costaría un viaje tan radical y forzoso como el que Zetterstrøm es obligado a tomar en compañía de Tom. Y Tom no parece ser otro que esa exigencia humana, conmovedora e imposible como la es la del amante que lo único que clama, en el silencio de la irreductible noche, es el recuerdo.

Tuesday, May 15, 2007

Je m'isole






Uno de mis grupos favoritos.
(Este no lo encontrarás en You Tube -sino cantado por un imbécil sin camisa-).

Monday, May 14, 2007

Sehnsucht 01

"Para quien se siente desasido de todo, la apasionada
inquietud de los otros produce una sacudida en los
nervios, como el teatro o la música"
24 horas de la vida de una mujer. Stefan Sweig.

Acaso todas las palabras merezcan la misma suerte. Y tal vez quisieras que la suerte de los otros pudiera ser la misma, también la misma suerte de las palabras. Porque no hay nada natural en ellas, pero su suerte es pésima si entiendes que ellas trazan el mismo flujo del mundo. Pero tal vez eso no sea del todo cierto y las palabras, como los Dioses, posean una vida radicalmente distinta a la de los hombres. Y por eso las palabras te azotan el culo como una correa de cuero. Acaso todas las palabras corren con la misma suerte en el flujo del mundo y se pierden en un murmullo inconstante de gritos y sollozos. Y en ese mismo momento no sientes el azote de las palabras en tu culo ruborizado. Porque los Dioses han descendido al flujo del mundo y se pierden en los sollozos de un rubor de cuero. Y como ya no sientes su golpe, y tu cara es la de un idiota indolente, tal vez en nada se parezca la suerte de los otros con la suerte de las palabras.
Sucede que en la mañana fui a la plaza de mercado.
Las gallinas se agitaban y el olor me resultaba imposible. La señora me presionaba para escoger a cuál debería llevar y eso para mí significaba a cuál sacrificar. El aire contaminado alrededor de las jaulas no mejoraba las cosas. Tomé un segundo en ir y volver por unos pañuelitos desechables. Ahora pude corregir los mocos que se escurrían sin discreción. Pero los ojos también estaban incorregiblemente húmedos y supuse que incluso obscenamente rojos. La señora robusta me agarró del hombro. Joven, rápido que tengo que despachar. Y eso para mí significaba sacrificio. Así que me enfrenté cara a cara contra todas esas gallinas cretinas y empecé a señalar una por una. Me espantó terriblemente el hecho de que bien se abrió la puerta de la jaula las gallinas empezaron a cacarear con más desespero y temor. Y ellas tenían tanto miedo como yo a ser degolladas, sin ninguna justa causa. Pero yo debería saber la causa, o mi instinto debería contentarse con ello y no preguntar mayor cosa. Hoy estás en la Jaula mañana en el retrete, mi buena gallina. Pero lo peor sucederá entre mis tripas. Y de eso, ni tú ni yo tendremos claro conocimiento. Es como para agarrarse de la polla, como un retrasado mental y echarse en la plaza a echarse una paja. Y esa gente te verá con asco, porque tienen que despachar y tú estás echado en la plaza echándote una buena paja. O acaso deberías convidar a la hija de la señora robusta. Y cepillarle el coño en medio de las jaulas de gallinas. Y mientras ellas cacarean, gritar, gritar con júbilo y declararte el Übermensch de la groseria. Luego saldrías, silbando la Walkürenritt de Wagner, con un poquito de mierda untada en la punta de tu lengua.

Friday, May 04, 2007

Un idiota

Conque ayer concerté una cita con el Inca Triste para un almuerzo. Pero conté con tan mala suerte que, pese a haberme alistado desde temprano y salir con antelación, las clásicas manifestaciones hicieron demorar en una hora la cita. Toda la séptima, carrera de vital importancia para esta gris ciudad, se cerró por culpa de esos imbéciles que, no contentos con el primero de mayo, seguían protestando. Acerca del primero de mayo: lo que más me sorprende es como antes los antiguos ritos que se ocultaban en las tradiciones de la iglesia hegemónica de la sociedad occidental ahora, sin la necesidad de suplantar su creencia a otro misticismo, se adaptan a las creencias laicas más preciadas. Y qué es lo más sagrado en esta sociedad que se autoproclama laica?: El trabajo, sin lugar a dudas. De este modo es que el equinoccio de primavera, la noche más larga del año, antigua noche de Walpurgis en la cual se creía que demonios y hechiceros se daban cita, se sigue celebrando, bajo una nueva mascarada, desprovista aparentemente de cualquier compromiso espiritual, pero olvidando definitivamente que es la noche en que el mismo espíritu del hombre se juega en lo absoluto.

Mientras el bus trataba de pasar sobre las cabezas huecas de miles de piojosos pseudo-revolucionarios, con olor a pedo, y chiveras llenas de manteca, mochilas repletas de marihuana e incienso, culos sucios y caras de conformistas, trataba de concentrarme en el siguiente pasaje del cuento El que acecha en el umbral de H.P Lovecraft y August Derleth:
  • Si el hombre vulgar llegara a sospechar la grandeza cósmica de los universos, si tuviera un solo vislumbre de las pavorosas profundidades del espacio exterior, o se volvería loco o rechazaría tales conocimientos, prefiriendo aferrarse a cualquier superstición.

Traté de llamar al Inca Melancólico pero la comunicación no se me daba. Desesperado volvía la cara sobre la ventana y me irritaban esas pancartas que proclamaban: Paz y Amor viejito Uribe, a lo bien, sano viejo. Y ese viejito Uribe también me tenía con la piedra afuera, como me la sacaban los ganadores de los cursos de bachillerato, tan presuntuosos con sus novias huecas que les daban sexo y tan amenazadores con esos músculos de gorilas grotescos. Te veían y te cerraban el puño, para que te diera miedo. Y yo siempre los repelí a esos hijosdeputa. Malditos fronterizos que creían lo que decían los fracasados de los profesores, eso de que el bachillerato era la mejor época de la vida. Y lo creían y lo practiban, porque los veías felices, showing off his luxury cars y follando cosa que da miedo. Para ellos fue la mejor época de la vida y eso, a pesar de todo, se te antojaba miserable, porque tendrían una felicidad muy pasajera, banal y prematura. Pero por lo menos tuvieron felicidad, Luis, por lo menos ellos tuvieron esa promesa un instante, así fuera una cosa falsa, simulada. En la calle, los hippies cantaban himnos y reían exageradamente, pura física risa falsa e hipócrita, no sé por qué esos hijosdeputa hippies siempre que se fuman un porro se les da por reir a todo pulmón, cuando ni tienen pulmón ni tienen risa, están bien jodidos y ni se dan por enterado de ellos: porque si tienen una mochila llena de marihuana seguro tienen una idiota que les sigue y que se cree lo máximo por permanecer como una sonsa, quieta, al lado del cavernícola que le provee la precaria droga que es esa marihuana mezclada con pelos de las bolas de traqueto de quinta.

Al poco rato me llamó el Inca Triste, su celular se había descargado, como hace mucho tiempo él mismo lo había decidido hacer. Así que le dije que me demoraba por culpa de ese alcalde de mierda que era tan impotente y tan cómplice que no era capaz de pasar una aplanadora por toda esa multitud de idealistas felices que son los manifestantes de marchas. Tom Waits se sentó a mi lado y se quedó dormido en el asiento, en profundo estado etílico. En la radio hablaban de ese fetiche jarto: la libertad de prensa. Era un "debate". Así que llegando al tema de la censura, uno de los periodistas decía que había que "reconocer el fundamental papel de los blogs en la formación de la opinión pública" frente a los grandes medios. Esa misma sensación peturbadora me había atrapado días antes, en una conferencia en la Feria del Libro en que se discutía el futuro del libro frente a la tecnología. Uno de los invitados, un editor, siempre hablaba en ese mismo tono, un poco sobresaltado, del papel de los Blogs. Y entonces me llega la imagen de ese viejo invisible que habla de "esos loquitos de internet", como la promesa absoluta de la comunicación. Y es que "esos loquitos" me fastidian sencillamente porque sólo su apariencia es loquita, del resto, se puede decir que son tan cuadrados, mediocres y bien pensantes como cualquier periodista de cualquier medio.. Y, peor aún, son iguales de discriminadores, iguales de recatados, iguales de regalados, iguales de levantados, iguales de torpes a cualquiera de cualquier medio, puesto que los blogs son una realidad tan aburrida ahora que ya son un medio tradicional. Me acordé en ese instante que yo era LA EVIDENCIA de la intolerancia salvaje que se vive en ese medio perfecto que es la internet. Mierda, si esto de internet puede ser susceptible de ser divertido se debe aceptar que un tipo ordinario como yo se cague en grandes payasos como el Juglar del Zipa o el Gato C Pardo, prolongación de esos ganadores de bachillerato, sólo que ahora, cosa maravillosa, dicen que han "aprendido a escribir" y quieren alzarse un púlpito de loquitas. Y yo siempre los repelí. Ellos también sentían asco por mí, pero no porque representara una amenaza hacia ellos, sino porque no podían entender cómo alguien tan miserable como yo podría pasar por encima de sus cabezas de gorilas. Alguien tan miserable que no podía follar, ni presumir carros, ni "aprender a escribir (para ganar oh CPB's!)" era tan indiferente a su alegría. Pues resulta que nunca me sentí tan colombianito como ellos, sino un pobre diablo, vuelto mierda y triste. Bien, soy Intolerancia Salvaje en este que no es el mejor de los mundos posibles.

A las dos llegué a la cita con el Inca Triste. Estaba apenado. Pero él ni se inmutó, ni le paró bolas a la pena ni a la tardanza: viejo sabio ese Inca Milenario. Me comentó que durante ese rato había aprovechado para adelantar la lectura de El Señor de las Moscas de William Golding. Y con una risa que sacudió parte de mi existencia, afirmó que por alguna razón este perturbador libro le había acordado de mí. Nos dirigimos, pues, al restaurante de la pastusa, con la prisa de una hora de almuerzo retrasada por hippies alegres e irresponsables que, no contentos con el primero de mayo, se toman otro día para protestar por tonterías, sin ser aplastados por un impotente alcalde. Este restaurante de la pastusa tiene como peculiaridad y ventaja el hecho de que nunca te preguntan qué quieres comer, sino que te tiran de mala gana el plato y tú te limitas a comer y pagar. Ayer nos tocó una frijolada y me pareció la cosa más curiosa ver un chamán que no mascaba coca ni comía maíz, sino que sorbía, poquito a poquito, el plato de fríjoles con una ternura que evocaba tribus enteras de desmuelados, en pleno páramo, lanzándose al precipicio de una montaña en el fin de mundo, a razón de no revelar jamás sus saberes sino morir con ellos, arrastrando poderosos dioses y consumiendo el universo en la afirmación del suicidio.

Al salir del restaurante, nos encontramos al Hombre que amó a las prostitutas. Nos preguntó si estábamos asustados, esa debería ser nuestra apariencia, y los tres reímos para mejor no echarnos a llorar. Se fue a toda prisa a entregar unos legajos al juzgado de familia que queda en la 19 con séptima y nos comentó que estaba triste como nunca. Traté de seguirlo con la vista, pero fue imposible, puesto que su cuerpo se perdió en la masa de empleados públicos que se precipitaban a entregar legajos a los diferentes juzgados que bordean la ciudad: como memorias de invierno que devoran tu interior, no tus entrañas, sino eso que te hace levantar todas las mañanas. El Inca Prístino me sugirió que le aconsejara un lugar para hacerse a unos audífonos. Lo llevé a una miscelánea cerca a la BLAA y allí vimos unos que nos gustó. Al salir de la miscelánea una vieja andrajosa se tropezó conmigo y yo con ella. Mi primera reacción fue de profundo asco, al imaginar el millón de pulgas que albergaría su ruana. Pero entonces vi la reacción de la anciana y también ella tenía una expresión de profundo asco. Cómo no? Si tengo lepra. Soy un leproso y a la vieja bruja le desagradaba la idea de pensar que una parte de mí quedaría en ella, tras el tropiezo. Porque tengo lepra y voy dejando partes mías por todos lados. Partes que se me caen, putrefactas. Pedazos enteros de carne muerta que se van cayendo y dejo regadas por donde paso. Ayer dejé un brazo, hoy dejé una pierna, hace una semana la verga. Y la vieja me repelía con una hostilidad que me hirió. El Inca veía la escena impávido, acostumbrado a este tipo de shows cada vez que sale conmigo. Para darme aliento me compró una bolsita de maní con uvas pasas y me confesó que nada le parecía tan triste como las uvas pasas. Reí de lo insólito que me parecía que a alguien le parecieran tristes las uvas pasas, pero luego pensé que tenía mucho sentido que hasta las uvas pasas le parecieran triste a un Inca desarraigado.

Nos tomamos un café en silencio. Había comprado una chocolatina Jet para mí y le había regalado una al Inca. Lo único que hicimos mientras nos tomamos el café fue compartir las monas de las chocolatinas y leer sus contenidos. La mona que me correspondió fue La Perla. Y lo que más me llamó la atención fue su definición: Se puede considerar que la perla no es más que una excrecencia de la ostra. Qué bonitas palabras para el sol tan espléndido que hacía a esa hora de la tarde.

Nos despedimos cada uno a lo suyo. Preferí no pensar en el daño tan grande que me había ocasionado este desencuentro con ese maldito Inca, porque siempre termino cediendo a sus citas o llamándole para arreglar otro encuentro y son profundamente nocivos para mi salud mental estos desencuentros, pues me hacen sentir como decía Heidegger, como "arrojado al mundo". Gané camino por la plaza de Bolivar. Pasé por el comercio agitado y opaco. Llegué la Jiménez. Apresuré el paso. Pasé rápido por las librerias, por Saint Moritz. Y saliendo del Mercado Mundial del Libro me encontré a Fernando. Acababa de comprar un libro del padre Pierre Teilhard de Chardin y decía que estaba buscando poemas místicos medievales como loco pero que nada que encontraba algo. Yo le repliqué que debería estar en Buenos Aires en este mismo momento y él me dijo que se había aburrido sencillamente. Que prefería dejar deambular su fantasma entre estos libros viejos que aguantarse la soberbia de los argentinos. Yo le dejé y seguí presuroso. Alguien pensaría que llevaba una cagada encima, pero la verdad la frijolada no había sido tan grave. Tomé un bus hacia la biblioteca Virgilio Barco. El bus que tomé era el equivocado, caminé un cuarto de hora hasta que recuperé la ruta y tomé otro bus. Llegué con prisa, me lavé convulsivamente las manos y fui hasta el pasillo. Allí me atacó la ansiedad y abrí el paquete de maní y uvas pasas. Lo comí con avidez. Y preferí tragarme lo más rápido las uvas pasas o confundirlas con el maní, porque su dulce me golpeaba. Y me encontré tragando una bolsa como un niño que traga lo que más le gusta. La ropa quedó llena de migas y me sentí indecente. Un par de colegialas pasaron y me vieron con evidente asco. Así de ridículo debería verme realmente . Alguien diría que alguien de mi edad debería estar trabajando, ganando un salario, aplicando becas o presentando proyectos a entidades. Y ahí estaba yo. Totalmente saciado de maní y uvas pasas, regado de migas por todo el cuerpo, en un pasillo de la biblioteca: dejando pedazos mios por todas partes, pedazos de carne muerta que se van cayendo y dejo regadas por todas partes.