Saturday, March 20, 2010

let us have some pie

Oh Let us have some Pie





Juana lo veía sentado al frente de ella, al otro lado de la mesa de madera, en la cafetería al aire abierto, jugueteando con su botella de pet y atento a los sonidos cuando le inventaba una comba.


  • Hoy mis zapatos se arrugaron como los ojos de una mujer vieja a punto de llorar – Dijo aburrida.

  • ¿La conozco?


Subió los píes al banco, cruzó las piernas y se vio los converse negros. Los ojos parecían seguir viendo, sólo que esta vez con una expresión indiferente.


  • Tal vez hayas soñado con ella alguna vez


Un grupo de gaviotas se levantó en bandada; todas, en conjunto, formaron la figura de una sola gaviota, gigantesca, que conquistaba el horizonte, caía sobre su propio eje y volvía a levantarse en el perfil fulgurante del cielo.


Camilo seguía molestando con la botellita de Pepsi.


Estaba cansada, aburrida, no soportaba que los aliens que tenía como vecinos hicieran tanto ruido y fueran tan desordenados. Jamás imaginó que fuera así. Toda esa idea de los visitantes limpios y educados que venían del exterior obviamente era un prejuicio lamentable.


Putos multiversantes” pensó.


Todo era más fácil cuando se les tenía recluidos en campos de observación. Algún día surgieron del triángulo de las bermudas. Los locales creían que se trataba de una nueva secta de norteamericanos, probablemente sureños, por su morfología extravagante y su mediocre forma de hablar. Pero para los norteamericanos no resultaron indiferentes y se les ocurrió estudiarlos. Los llevaron a Cabo Cañaveral y allí un grupo de científicos del M.I.T confirmó que se trataba de criaturas provenientes de otro universo, puesto que acostumbraban a obedecer leyes físicas de otra índole y su composición química no correspondía a la que se esperaba lógica según la evolución del big bang.


Camilo seguía fastidiando con la botellita. Mientras lo veía, apreciando su altiva belleza, pensó que la locura realmente era una evasión de la conciencia. Ese chico estaba loco, su crueldad se llamaba desinterés, ella seguramente era un fastidio más en su vida; le dolía pero era el precio que pagaba por estar con él.


Desplegó el pergamino que tenía cerca al bolso y desde allí vio el vídeo del Presidente cuando lloraba.


El Presidente era un delfín.


Desde que se les había declarado personas no humanas los delfines optaron por la vía política y sedujeron fácilmente a los pueblos con su simpatía de mamíferos marinos. Los muy hijosdeputa se enriquecieron. ¿Cuándo se ha visto un delfín con patria? Pero patria que se respetara debía contar con un delfín presidente y Chile no era la excepción.


Todo el tesoro público ahora reposaba impunemente sobre el lecho marino. Su padre, Ramiro Reaves era un famoso detractor de los delfines. En la casa estaba prohibido todo contacto con delfines. A la familia Reaves se le tachaba de nazi por su postura radicalmente abierta en contra de los marinos. Algún día su padre perdió la compostura ante la risa humillante de uno de estos mamíferos y salió del Congreso. El delfín seguía riendo y la audiencia aplaudía, enloquecida. Una mala noche para su papito, recordó Juana.


Pero anoche el Presidente, Sacsay Raymi, lloró en un gesto abierto de pura sinceridad y conmoción por el destino de la gente que perdió todo en el tsunami.


  • Guachito, ¿no crees que el verano propicia situaciones como las de anoche?


Camilo, desde su autista lejanía, había logrado crear un compás, una melodía dulce y fulminante que parecía cantar una vieja canción infantil.


  • Adivina qué estoy tocando- Preguntó, soberbio.


Juana no se resistía a él. Sus manos de hechicero, blancas como el mármol, suaves como la brisa y juguetonas como la marea del mar, la envolvían en una melancolía ajena y enternecedora.


  • Suena a: Three little Kittens they lost their mittens and they began to cry – ¿estoy en lo cierto?

  • Realmente he logrado una maestría en el arte de sacarle sonidos a las combas de las botellas pet.

  • No te creas, huevón. - Dijo desenmarañadamente Juana.


Pero era cierto. El huevón del Camilo era el único capaz de sacarle voces a los objetos más inverosímiles. Alguna vez hizo cantar el Ave María a la paila de su casa. Todos se acercaron, admirados y cuando terminó lo aplaudieron. Incluso la tía María había llorado en el insólito recital.


Mientras su novio, o lo que fuera esa cosa extraña que estaba al frente suyo, improvisaba nuevos arrullos con la botella de pet, Juana veía a las gaviotas jugar en los difuminados colores del crepúsculo terrible.




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Luis Cermeño. Marzo del 2010.