Saturday, February 28, 2009

Visiones en fluorescencia

Friday, February 27, 2009

robots


Esta historia versa sobre robots del lejano espacio exterior. Pesados, grasosos, brutales, rancios, desagradables, suicidas y del peor mundo. Robots de metal pesado, sueños fulminados, podridos hasta en la médula de sus especializados diseños.

La premisa desde la cual se sustenta es muy sencilla: Un lugar distante a la deriva entre las estrella que alguna vez desarrollara una civilización similar a la humana en la tierra y cuya evolución haya estado marcada por una línea de progreso y discontinuidades científicas similares a las acontecidas en Occidente, que naturalmente desembocara en cierta elaboración tecnológica, sería un territorio con la suficiente "mayoría de edad" para responsabilizarse por el control de su propia evolución; naturalmente desprendiéndose de su condición natural y adaptando una segunda piel, un hardware más elaborado, artificial evidentemente, que garantizaría la persistencia de los logros de su civilización dentro de una coraza menos vulnerable, ampliaría el espectro de conocimiento a través de nuevos campos de percepciones y, por último, dilataría a tal extremo el horizonte de posibilidades de esta raza cósmica que le permitiría atravesar radicalmente la amalgama de acertijos que se esconde en las leyes naturales lo cual facilitaría como es de entender el encuentro con otras nuevas civilizaciones, en este caso, la de la tierra.

La primera reacción de uno de estos robots al llegar a la tierra fue vomitar. Empezó a sudar frío y fue necesario llevarlo a urgencias extravagantes. Era un robot drogadicto, en fase terminal, de aquella basura que toda sociedad civilizada nooswired quiere deshacerse: una boleta al tercer mundo del sistema solar y asunto solucionado: porquerías aberradas que se deberían de fritar en las hogueras del vómito de estrellas. Para qué querer uno de estos materiales de chatarra cuando se pueden tener productos de calidad espiritual?

- Capitán, soy incompatible con la configuración molecular de este planeta.

La contaminación que trajeron estas máquinas fue insoportable. Justo cuando empezábamos a resolver nuestros problemas de ambiente a punta de propaganda fundamentalista de los grupos verdes, los arroyos manaban cristalinos por las verdes praderas, los bosques del Amazonas se repoblaban. Las máquinas del otro espacio llegaron a estropearlo todo.

Mi nombre es Carlito Prouston Heston: uno de los sheriffs más guarros que haya tenido noticia esta vasta tierra de desperdicios humanos. Mi lactancia fue asignada a una zorra. Tenía que esperar en la puerta hasta que ella llegara al orgasmo con uno de sus clientes y de esta manera empezara a extraer la leche para poder alimentarme, muchas veces incluso mientras el acto terminaba de consumarse. En algo debió haberme afectado esta primera nutrición puesto que me es imposible contener las lágrimas. Nunca termino una oración y ya estoy tirado en el suelo, llorando con una honda amargura. Estoy totalmente frustrado es la verdad. Soy una ruina de persona.

A primera hora de la mañana mientras la mayoría de gente duerme yo me despierto asqueado del mundo y empiezo a correr. Trato de huir. Una profunda soledad se cierne desde los primeros rayos que empiezan a herir la retina. Un frío agrietador me asalta. El recuerdo de sus ojos cae abruptamente sobre mi indefensión. Voy por los descampados huyendo de mi propia degradación y la vislumbro a ella en la distancia. Quisiera poder llegar a ella, contar con su firmeza como el lucero de la mañana, luego todo no es más que penumbras y remordimiento por estar atado a esta vieja vulgaridad orgánica.

Qué soledad se siente, eh? Vas por las calles sudando y con las manos en los bolsillos, estás sufriendo de fiebre, deberías estar en el hospital, y en algún momento dices: soy un lobo estepario. Abruma la soledad. Quieres resistir y apretar tus ojos pero de nuevo estás llorando.


Me encontré con un hombre que hacía música silbando. Lo escuché durante largo rato. Abría los ojos y su melodía era dulce. Soplillos de melancolía que corrían por todo el conducto de sus vértebras fragmentadas. (+) agrietadas que pulverizan las inocentes emanaciones.
Separados del universo inefablemente.
La brutalidad era un juego de niños ante este presentimiento.
No me interesan ni mujer ni hombre.
Estoy enfermo de desilusión y desgano.
Un día no mío.

Como sheriff alguna vez encontré un planeta en la constelación de Orión. Un planeta desdeñoso para conmigo. Vida extraterrestre.

Hoy estoy con Luisa Valle. La encuentro en el centro de la ciudad. Hablamos y el sol da sobre nuestros cuerpos. La sensación de poder volver a inventarlo todo. Caer enamorados el uno del otro. La promesa. Una laguna oculta sobre un mágico cielo localizado en una parte que sólo ella y yo conocemos. Es nuestra parte de la tierra. Somos felices y nos abrazamos. La luna es el satélite que refleja su blanca piel. Su figura se desvanece a lo largo de la laguna. No existo sólo soy la confirmación de su belleza en este amor espinado que me hiere hasta brotarme lágrimas de un verdor insoportable.

Thursday, February 26, 2009

nostalgia



Existen palabras fundamentales. Ellas escapan de los usos ordinarios. Ellas rodean nuestra experiencia, la observan, se alejan de ella desde una distancia prudencial. Nosotros no podemos acceder a ellas. A esas palabras. Corremos en torno a ellas. Nos agitamos al intuirlas. Alucinamos ante su proximidad: nunca las poseemos en su distante danza. También creo que existen palabras importantes. Impregnadas de una solemne seriedad. Son de naturaleza delicada y vulnerable; si el hombre dirige su mirada a ellas las hiere, desgarra su impalpable velo. Estás dormido y la palabra te acaricia la frente, te observa un rato con una risa en sus labios y cuando presientes su mirada se desvanece en la penumbra de la que proviene. Eres un hombre desgraciado. Te levantas, sudado, envuelto en las pesadillas de las noches, falto de tacto hasta para saludar el día y ahí está de nuevo su ausencia; en tu corazón la carencia de esta dulzura que te pudiera acompañar a dar un paseo por el gélido firmamento matinal.

La espero sentado en las gradas de las canchas de la Universidad. En mis manos noto un ligero temblor. Debo disimular al máximo. No sabía que era de color gris hasta aquella mañana. Resulta que soy un hombre grisáceo, mis ojos son negros, por supuesto, pero mi carne es gris y contrasta al azul del cielo de esta mañana. Allá viene ella. Puras risas en su corazón infantil.

La noche pasada me había sentido terrible. Acudí a urgencias y las enfermeras me dijeron que debía tener paciencia.

Nos tomamos una gaseosa al frente de un parque verde. Ella me habla de su nuevo trabajo, con emoción; yo asiento a todo. En aquella esquina una amiga mía había abortado hace años. Ahora veo la esquina y no la escucho a ella mientras me habla. Recuerdo que aquella mañana Juliana, como se llamaba aquella chica, me pidió prestado dinero para completar lo del aborto. Le dije que respetaba su decisión y que no debía sentirse culpable por tomar las riendas de su destino, pues en aquel entonces para mí en eso consistía ser libre: oh pobre diablo! Por otra parte, la mayoría de muchachas actualmente abortan: para ellas es tan natural como dejar un novio o escupir un pedazo de carne rancia. Sobre las calles de la candelaria soplaba una espantosa brisa que te hacía crujir los dedos si te molestabas en doblarlos. El cielo sobre las montañas azules parecía un antiguo caballero embadurnado de petróleo. A lo lejos se lograban dilucidar las primeras estrellas que desconsoladas lloraban en el fulgor de sus radiaciones el destino de sus pueblos australes. Aquella noche habría de haber eclipse de luna pero, contrario a lo que sucede en tales fechas frente a estos “espectáculos de la naturaleza”, a poca gente parecía importarle el jodido eclipse. Uno se podía asomar a las calles y ver a la gente repantigada en sus chalecos de gamuza pretenciosa. A pesar de que era joven, bastante joven ahora que lo pienso, no tendría más de 22 años, me encontraba fatigado, completamente agotado de píes a mollera. Quería perderme. Acostarme en un lugar oscuro y silencioso del vasto universo en el cual nadie pudiera encontrarme y sin embargo no encontraba este espacio. La poca gente que aún quedaba a esta hora de la noche era lo suficientemente ruidosa y sus miradas tan desagradables que me sentía asqueado de todo en absoluto.

No quería seguir subiendo y bajando la misma estrecha calle del centro de la ciudad y dispensaba un descanso a mis inquietudes.

Entré a una vieja arepería y pedí una arepa y una pepsi-cola. Mientras preparaban mi pedido, podía ver, desde atrás de la espalda del muchacho que en silencio volteaba las arepas de un lado para otro, la oscuridad nebulosa que acecha los contornos de la homicida montaña que caracteriza a esta ciudad fea y vomitiva. Ociosamente sostenía la pajilla en mi boca sin separarla de la botella mas sin chupar de ella.

Cuando por fin la engalanada amiga Luna salió de su vergonzoso hospedaje para escupir su desdén a la ciudad escuché el lejano llanto de un niño que era despedazado desde antes de su nacimiento. No sabía qué sentir por él. Si pesar u orgullo. No sabía qué pensar de mi amiga; yo la había apoyado en su “decisión”, como si se tratara de una mujer digna y respetable aún cuando no fuera más que una ramera que consideraba tener un hijo un obstáculo de una larga y prominente carrera para satisfacer su sed de devoravergas y sólo pensara en la satisfacción del placer carnal, comprendiendo todo ese artilugio de vanidad femenina atropellarse por una musculosa espalda de cualquier patán y por fin llegar a la cúspide del discurso de liberación femenina en la exaltación grotesca por no ser más que el tapete que todo hombre pisa y escupe para seguir adelante, como si fuera un gol celebrado, una confirmación de su virilidad despreciable. Ella seguiría ese curso y entretanto a su hijo, en su propio vientre materno, le mutilaban ora un brazo ora una pierna, ora un sol, que sería el ojo de los sueños, le era succionado. Ese llanto se incrustó terriblemente en mi cabeza y me sentí amargado como nunca y aún cuando recuerdo que para ese entonces era joven, sentí una náusea terrible y un sentimiento de agotamiento que expresaba ese poco ánimo por seguir viviendo y respirando este ambiente tóxico. A pesar de que era joven y estudiaba filosofía, lo cual fácilmente me podía conducir a ser un perfecto cretino, no me sentía lo suficientemente cínico para sentir que me hacía feliz el despedazamiento de una criatura humana, aún cuando esta criatura seguramente hubiera sido horrorosa, tan brutal y estúpida como sus adolescentes padres y seguro, de haber nacido, se hubiera sentido digna de haber nacido y viera al resto de seres humanos por encima de los hombros, arqueando una ceja y estirando la jeta, hablando como una estúpida masa parlanchina: pero algo aquella noche no me hacía sentir feliz de saber mutilado a un feto.

Invito a mi amiga a caminar por las viejas casas. Suena el celular. Es su novio. Ella empieza a contarle lo mismo que hace un rato me comentaba sólo que acompasado de empalagosas palabras cursis. Siento la necesidad de abstraerme de nuevo.

Ella está al frente mío, habla de las cosas que se hablan, tiene sus opiniones, su manera de expresarse frente a los otros y enfrente de sí. ¿Para qué la gente se encuentra con otra gente? ¿hay algo de lo que hablar? No estoy seguro. La gente se encuentra con uno y al tiempo terminan molestos.

Mi amiga dice que debe irse. Camino solo por la carrera 13 un buen rato. Me gusta caminar por estas aceras. Alguna vez un hombre me pidió que fuéramos a meter cocaína a una residencia, le dije que otro día. Otra vez un señor me enseñó todos los puntos que acababan de cogerle producto de un ataque con navaja el día anterior.

A veces recuerdo a Nadia.

Ella sale del teatro; al verme corre a mi lado y me abraza. Luego se suelta de mi cabeza y empieza a contarme la función. Yo la escucho sin ninguna atención particular en lo que me dice. Salimos a caminar un rato. Ella está radiante, feliz, casi saltando. Dice que ama la envoltura espiritual de los movimientos dramáticos.

En el café Astoria está Angelo, Laura y Marilyn. Siempre acalorados, vibrantes en sus inquietos cuerpos.

- Los ojos de millones de habitantes del orbe están sobre nosotros. No existen espacios íntimos. Aquellos que llamamos tristeza son los ojos del observador.

Salimos luego de un par de cervezas.

Una delicada llovizna sobre nuestros cuerpos.


Piamba habitaba en la luna. Padecía una extraña enfermedad que lo postraba en la cama. Veía el verano a través de su ventana y se preguntaba qué pasaría en aquel planeta azul que tanto admiraba. Su escritura sobre la diversidad biológica en los planetas exogalácticos era abrumadoramente tierna. Era el escritor favorito de los niños en la tierra y, sin embargo, él no conocía aquel planeta azul y no estaba en sus planes hacerlo por ahora debido a la enfermedad que padecía.


Tuesday, February 10, 2009

He was an unknown legend

Este post está dedicado a mi amigo Felipe que vuelve a su soledad y vuelve a dejarme en mi soledad. Gracias por estos días, amigo mío.




John Martyn:
1948 - 2009

El 29 de Enero se fue un gran compositor, guitarrista y cantautor de la música británica.

No diré nada sobre su vida, puesto que esta labor la hace mejor y peor wikipedia o google. Tampoco hablaré sobre sus discos o canciones, que indiscutiblemente fueron de las mejores de su época, por la misma razón: todo se puede encontrar en la Internet.

Qué encuentro en la música de John Martyn?:

Osadía, paz y sentimientos. Sinceridad por expresar un estado interior y una verdadera simbiosis entre el hombre y la música.

En una de sus últimas entrevistas, al ser grabado mientras lloraba cantando la canción que le había dedicado a su compañera sentimental tras haberse divorciado, Hurt in your heart, afirmaba al reportero:
a veces tienes que llorar, tienes que llorar.

Es esta honestidad artística la que se debería considerar en el ámbito del percibir las creaciones humanas. No se trata de las grandes elaboraciones, del espíritu estoico inamovible ante la tempestad: se trata del poder humano de sentir y expresar la vulnerabilidad ante las circunstancias. Sé que ustedes no entienden nada de esto. La verdad es que nada se puede apreciar en estos días. La enseñanza: todo se inclina ante las circunstancias. Alguna vez vi a un conejo soltar una lágrima al expirar el último suspiro de vida. Es esto lo que se llama el llanto de conejo? No sé.

La primera vez que escuché una canción de John Martyn no fue por su propia voz. Fue en un compilado de chill-out de Irma Records, en el cual se mezclaba su famosa canción: I don´t want to know about evil Esta misma canción ha inspirado las versiones de artistas como Carlos Santana y Muki.

Si ustedes no han conocido la obra de Martyn, uno de los grandes artistas británicos de las últimas épocas, sin duda alguna se trata porque han de ser imbéciles. Porque todo lo que no sea de los años 80's no les interesa, y los años 70's para ustedes fueron años mezquinos y miserables de hippies mal olientes.

Ahora bien, pueden pasar su vida sin jamás haber escuchado a Martyn, eso también es posible. No lo recomiendo. Tampoco debe ser bien visto admirar a un hombre que terminó gordo, con una pierna protésica y en silla de ruedas que terminaba derrumbado llorando las canciones dedicadas a la mujer que lo abandonó hace más de 30 años.

John Martyn!
El cantante-conejo de los divorcios entre galaxias no consumadas.

Tuesday, February 03, 2009

Vida fluyendo a través de los ríos de la fe



Tres condiciones básicas para el surgimiento de la vida, tal como la conocemos en el planeta tierra:

1- La luz solar. Responsable de la agrupación de las cadenas moleculares por acción de la luz polarizada. Según Pierre Rousseau, en su libro La vida Extraterrestre, esta luz polarizada produce dos tipos de giro en las sustancias de las cadenas moleculares; si es hacia la derecha se denominan dextrógiras y si lo hace al lado contrario son levógiras. Salvo ciertas excepciones, la gran mayoría de cadenas moleculares que conocemos en el planeta tierra son de configuración levógira. No sabemos qué consecuencias podría tener el hecho de que nuestra configuración fuera distinta si girara como dextrógira pero se supone que no alteraría mucho el curso de la vida en el planeta tierra. Sin embargo, un pequeño detalle alterado en la dimensión en que vivimos, como lo demostró el cuento Viaje por tres mundos de los hermanos soviéticos Abramov, implica la remoción de todo el Universo conocido.

2 – El efecto gravitatorio de la Luna. Si no existiera nuestra hermosa amiga, la cual es responsable de las mareas y las erecciones y el enamoramiento en el destino de la tierra, nuestro planeta giraría a una velocidad tan extraordinaria que esto hubiera ocasionado que los rayos solares, que hervían el caldo de minerales que era nuestro planeta en un principio, no hubieran tenido el tiempo suficiente para calentar lo suficiente las cadenas moleculares y nuestro proceso vital hubiera quedado, como se dice, a medias. La luna desacelera la vertiginosa rotación suicida de nuestro planeta, con su anhelante suspiro selenítico de desprenderse de nosotros para siempre y encontrar su propia suerte en el vasto mar de la melancolía universal. Mas nunca lo logrará si no se atreve a colapsar con nosotros, como lo hicieron sus otras dos hermanas según Horbigger, gran pensador olvidado de la Alemania Nazi.


3- Accidentes geológicos. Para que exista vida, según la experiencia en el planeta de atmósfera azul, es imprescindible que exista el desprendimiento tectónico que desgarra las entrañas de la superficie planetaria. Una montaña siempre ha sido sinónimo de una conciencia secreta que trama civilizaciones fracasadas. No es de extrañar que el colosal Monte Olimpo, que se erige orgullosamente sobre las arenas rojas de Marte, sea el origen de mitos pre-humanos que aún prevalece sobre las conciencias de grandes narraciones como la Biblia o las mismas Mil y Una Noches, tales como la montaña Kaf o el monte Sinaí. Titán se nos presenta de este modo como una exquisita tentación al contemplar su superficie surcada de maravillosos valles, agrietamientos y cordilleras similares a las del planeta Tierra, bañado en ríos extensos de gas líquido: lo que podría sugerir una nueva manifestación de la vida, no basada en el carbono sino en otra sustancia novedosa que aplastara nuestra concepción estrecha al entender la inteligencia del cosmos.

Sunday, February 01, 2009

Máximo

Las manchas de sangre en la cara debieron advertirme el curso funesto en que desembocó la noche. Voy al lavabo y me observo, un ligero corte en la ceja; la sangre es escandalosa pero no al nivel que me gustan los escándalos. Otra pelea de las que vengo cazando desde el incidente con Bliss. Estoy enfermo, paralizado en la cama, confinado a mis propias náuseas. No poseo ventanas y es algo con lo cual estoy conforme, puesto que no deseo saber del mundo externo. Las ventanas son para criminales; lo mejor que puedes hacer es liberarte de las ventanas.

Aquel día me había puesto mi sencilla ropa de ciudad, había pedido huevos rancheros en la Rioja, y examinaba con atención los clasificados para trabajo pero como siempre el único tipo de empleo que parecía proveerse desde aquellas hojas era el de prostitución y todo tipo de mercado sexual. Arrojé el periódico a la canasta de la basura y observé la manera en que la cajera me observaba, oculta detrás de su caja, con un ligero gesto de coquetería proveniente más desde la intimidación que del gusto. Volví mi atención a los huevos rancheros y empecé a comerlos manifestando un asco general por la acción de deglutir. ¿Cómo se puede manifestar el asco hacia el natural acto de deglutir? Levantas el tenedor, empiezas a mascar como reprobando tu existencia y con ojos de condenado agachas la mirada como si te avergonzaras de tener que defecar. Luego tragas y sacas la lengua, un poco negra del frío, y te quedas con la lengua por fuera durante unos 30 segundos. Repites la acción de levantar el tenedor, mascar durante largo rato un viejo chicle que habrás de cagar y vuelves y sacas la lengua. Esa es mi manera de comer y de ver el mundo, sobre todo los huevos, cuya textura viscosa me provoca náuseas, pero no puedo parar de comerlos y siempre que puedo pido huevos revueltos. Cuando veo los huevos revueltos servidos me sonrojo y vuelvo la mirada hacia alguna cajera que me ve coqueta detrás de su caja, luego levanto el tenedor, miro el trozo que está en su punta y lo pongo en mi boca, empiezo a mascarlo lentamente sólo para lograr irritarme aún más, cuando ya no siento el sabor de muerto del huevo lo trago y entonces saco la lengua y duro con ella por fuera unos 30 segundos, hasta que me repongo y entonces la vuelvo a meter a mi boca, que a esta hora ya me sabe inmundo, y vuelvo y tomo otro pedazo de huevo con el tenedor no sin antes volver a ver a la cajera que ahora me observa entre la sospecha y el asco que le produce mi manera de comer y ver el mundo.

Mi nombre es Máximo y mi cuerpo parece hacer honor a él. Soy un elefante, así me llaman por la exhuberancia de mis músculos y mi cuerpo. Cuando niño el zapatero me obligaba a pelear con los otros niños de la calle. Sólo perdí una vez y no precisamente con el más fuerte. Fue su rostro el que me paralizó. Supe enseguida que no podría pegarle a un muchacho con un rostro como aquel. Me quedé absorto en su fina boca, su nariz como trazada por un gran escultor de una edad de oro de una humanidad digna. No pude hacer nada. El muchacho se me acercó y me golpeó lo más fuerte posible en el estómago. No me dolió. Luego me propinó un puñetazo en la nariz que me la quebró. Yo estaba paralizado por su belleza. Cada vez que arrojaba su violencia sobre mí era como si un castigo divino me llenara. Quizás se debía a la satisfacción que me producía el verle descargando toda su rabia indignada contra mi fealdad la que me paralizaba. Yo me mantenía inerme, siendo castigado, golpeado, pero aún erguido, como una momia estúpida, mientras el muchacho me insultaba y me pateaba. Como no caía fue por una tabla y me la puso en la cabeza. Caí desmayado. Cuando me levanté el muchacho no estaba, el zapatero remendaba mi herida con la aguja con la que hilaba el cuero y me reprochaba el haber sido tan marica de no haberme defendido. Yo no pronuncié una palabra. Por la noche fui hasta la cancha del parque del barrio y allí me tapé los ojos, apreté bien duro mis muelas y traté de no llorar, de contener mi pena. Fue imposible, porque el dolor parecía venir desde adentro y rebosarme, entonces me escuchaba gimiendo y temblando, porque era todo lo que podía luchar contra ese desvanecerse, y empezaron a caer las lágrimas de mis ojos, de mis ojos de elefante y sentir el dolor del mundo cayendo sobre mi gigante cabeza hueca, que como decían, no valía nada, ni un centavo.

Pronto supe que el mundo de los hombres modernos estaba dividido en dos tipos: el de los niños bonitos y el de los guerreros. Si no eres ninguna de estas dos cosas te devorarán como yo devoro mis huevos. Prometí no volver a perder peleas y pretendí ser malo. Un día en que un obrero almorzaba de su coca le pedí que me diera el huevo frito que tenía y como no quiso dármelo le golpeé los riñones y el pecho hasta hacerlo desfallecer. Cuando llegué a la casa, a punta de eructos y pedos por haberme llenado con toda la comida del idiota obrero, mi madre me abrazó y me pidió que dejara de ser malo porque ella se estaba muriendo de amor. Le pregunté cómo era eso de morir de amor. Entonces levantó su blusa y me mostró su vientre henchido con una gran protuberancia oscura. No pude llevarla al hospital porque no tenía dinero. Le preparé una aguapanela y se la di mientras ella ardía en fiebre. Lloró hasta que por fin su alma se fue y me dejó sólo con mi cuerpo de elefante que esta vez no supo llorar. Me quedé observando su cara agotada, como aliviada por fin con el eterno sueño, y le cerré los ojos, le besé la mejilla y supe que no era un hombre malo.

Me fui a caminar queriendo llegar al fin del mundo y arrojarme desde ese gran abismo hasta el infinito en donde vuelan dragones y genios. Era un guerrero sin la fuerza necesaria para enfrentar la muerte. Llegué hasta donde un viejo brujo mexicano que me dijo que dejara de buscar el final del mundo en las calles o en los vastos desiertos del continente. El fin del mundo, según él, era el orificio sangrante del cual alguna vez fuimos arrojados a asumir el dolor inexorable de la vida. En las noches a veces me encojo, trato de extraer algún calor de mi piel y siento miedo al recordar las palabras del viejo brujo y recuerdo su mirada nostálgica, en la que prometió llorar por mi vida, y yo, en posición fetal que llaman, en posición fatal, en posición fatal siento frío, como si estuviera enfermo, paralizado en la cama, confinado a mis propias náuseas.

A Bliss la conocí aquella misma noche en el bar. Una joven con una hermosura que hería los ojos. Su cara aún no despertaba de los tiernos sueños infantiles, en cambio su cuerpo era un renacido vigor del plano femenino del cosmos. Me veía desde el extremo pero yo no podía sostenerle la mirada. Bajaba mis ojos y meneaba los hombros al ritmo de la música electrónica. Ella se acercó y me preguntó por qué esa soledad tan elucubrada. Volví la vista a un lado y le pregunté:


- Te llamas Cielo?
- Oh no, no hago parte de otra de tus alucinaciones etílicas. Mi nombre es Bliss, como bendición en inglés, mucho gusto. Puedes mirarme fijamente.
- Eso sería doloroso.
- Qué cosas dices!

Los amigos de Bliss la llamaron y empezaron a bromear. Yo me mecía por los prados de un paraíso lejano, me mordía los labios y empezaba a sentir la desintegración de la materia. Era posible ser desgarrado por el aíre y elevarse hasta las estrellas. La conversación con Bliss fue imaginaria y ella desde el extremo trataba de sostener su mirada en la mía, pero para mí era tan doloroso como fijar la vista en un sol de verano. No soy digno, pensé.

Un elefante en órbita. Los hombres a punta de tecnología de punta lograron la conquista al espacio. Las naves volaban a dimensiones inimaginables siguiendo estelas de antiguos reyes astros solares que murieron en un resplandor de primavera. El elefante es un animal exuberante que antiguamente fue considerado divino. Algunas religiones hindis en su visión del universo sostenían que éste era sostenido por un elefante. Cada vez que se removía de tristeza este universo era porque el elefante se estaba moviendo, pero por lo general mantenía bastante quieto y satisfecho en su postura natural. Cuando mi corazón se agita trato de no causar daño, de reservarlo al mundo y me encierro en los baños de los bares donde siento que se me anuda la garganta. Alguna vez me caí al suelo en un bar convertido en un Salto del Ángel del fracaso, empero el Sol siguió alimentando al clavel y eso me llenó de una alegría inconmensurable que me volvió a embargar de llanto.

Al salir del bar Bliss hablaba con un chico hermoso al que llamaban Kike. El muchacho usaba una camisa blanca con cuello en V. Una barba de tres días bastante conservada que le daba a su cara de niño una cara de adultez irresistible. El cuerpo del chico era algo más que una promesa de felicidad. Tenía buen gusto musical y una biblioteca aceptable en la que tenía un Moby Dick apenas ojeado y una Rayuela devorada. Le gustaba cocinar y la fotografía. Kike tenía una inteligencia visual increíble y osada. Al ser él también un astro nada le impedía mantener la vista en el radiante ensueño de Bliss. Hablaban sobre cine y los métodos de actuación. Yo era un elefante en órbita.

Me acerqué con pasos de elefante enfermo y viejo camino al cementerio de elefantes y le dije a Bliss:
- Ten cuidado con Kike, es un gilipollas. ¿Sabes qué es un gilipollas?
- Sí – me respondió y me hizo un gesto que me hizo comprender que entendía que gilipollas era un guevón.
- Sí – seguí diciéndole- No te vayas a enamorar de él. Eclipsa toda tu belleza

Ellos siguieron charlando y yo me fui a casa, reprochándome el dolor engendrado al haberme expuesto al sol de frente. Al llegar estaba sonando el teléfono. Se trataba de Aura, quien me decía que estaba con un chico hermoso y se sentía feliz, pero no quería casarse porque someterse era para perdedores. “Lo mejor es ser una material girl”… y todos sabemos lo feliz que es Madonna, seguí con el pensamiento.