Thursday, August 30, 2007

Como todos los últimos días, salí de mi casa y me adentré en el barrio con el fin de ganar tiempo para llegar a la avenida y allí coger el bus que más me acercara al video, sitio en el cual me encuentro trabajando desde hace unos 15 días. Paso por el parque y después del parque por la casa amarillenta que hace de ancianato para muchos cadáveres que esperan allí su definitivo reposo. Es la hora en que toman el sol del mediodía y sus cabezas canas irradian una insoportable muerte detrás de la reja que los separa definitivamente del mundo. Me detengo, como impulsado por un secreto deseo de quedarme a reposar con ellos, y veo como un viejo se recuesta apesumbrado sobre las piernas de una enfermera opaca como una lápida. Creo que el viejo va a echarse a llorar o es el momento de su muerte, o tal vez ambas. La enfermera me mira con una leve sonrisa y hace con la cabeza un gesto de "no es nada". Yo quiero saludar a los viejos y les digo: buenos días! Ninguno se voltea a verme, apenas una que hace pucheros con su arrugada boca. Pero ninguno contesta y es lo que me hace sentir peor porque considero como si yo fuera la muerte la que los estuviera saludando con un cínico: buenos días. Y pienso en la canción que me cantaba la golden dawn, a ritmo de una siniestra salsa: Luis es la muerte, Luis es la muerte, la muerte es Luis. A mí me asustaba que me cantaran esa canción y no necesitaba más cerveza para sentirme más borracho, en ese momento ya no podía responder por mí, detrás y en medio de esa horrible canción que me cantaba la golden dawn como si yo ya no necesitara morir porque era la muerte misma bailando y jugando a que vivía.

Abrí el local como es costumbre. Prendí los tacos de la luz, encendí las noticias y el computador. Puse el aviso "vuelvo en 5 minutos" y cerré el local. Fui hasta cafam, allí hice tiempo, sentí que la gente pasaba por encima mío; a pesar de que eran considerablemente más bajos que yo, pasaban como por encima mío. La impulsadora de cerveza águila era una chica guapa con un gesto de trauma en medio de sus ojos que me penetró como una aguja en el corazón y me hizo sentir la depresión en el supermercado. Esa sensación de futilidad, de esencial insustancialidad del mundo a través de un corredor exageradamente alumbrado y los productos como anos cagando aplastando nuestros rostros que se oscurecen detrás de los productos y los menos favorecidos desde abajo agarrando los talones, obligando a que también pasemos por encima de ellos y por encima las grandes marcas cagando sobre nuestros ojos. La gente en los supermercados hincha el pecho y atropella con sus carritos de mercado al igual que lo hacen con sus verdaderos coches y los niños gritan endemoniados porque quieren el último cereal que han visto desde sus televisores y los hombres sólo parecen estar atentos a los culos que aparecen y desaparecen detrás de los corredores, como si se tratara de otro mercados de acciones que hay que adquirir, sólo que éste parece más interesante, este mercado de culos y conchas, porque ofrece las mejores ofertas al servicio de la carne sucia que hay que satisfacer porque ya todos debajo de esa horrible luz fuorescente han defecado y quieren volver otra vez a comer para volver a sentir la terrible sensación de vacío que es volver nuevamente a cagarnos a nosotros mismos. Una coca-cola y unos chicles por favor. En ese par de productos masco y sorbo la angustia del tiempo que pasa por encima y por debajo y por dentro de mí mientras rento videos comerciales con los cuales otra gente puede mascar y sorber sus propias vidas.

El trabajo de alquiler de videos se puede considerar como un trabajo básico, a prueba de idiotas, pero incluso como idiota creo que no he logrado superar la prueba. Los primeros días temblaba terriblemente, las cosas se me escapaban de las manos, todo parecía ponerse en contra mío. La mecánica extremadamente sencilla de las azetas con las que se lleva el registro de inscripciones y rentas no hacía sino darme malas pasadas. El primer día de estar completamente a cargo del local demoré unos 40 minutos intentando volver a conectar el aro que cierra los libros azetas. Si no fuera por la ayuda que me socorrió el celador no hubiera podido por mi propia cuenta. Aprendí que las azetas tenían una técnica muy primitiva a partir de una palanca que hasta el momento ignoraba su existencia. Me sentía embarazado de mi propia incapacidad práctica para las cosas sencillas y consideré seriamente la posibilidad de declararme incapacitado mental.

(párrafo perdido o borroso por estar mojado de lágrimas)
...Incluso los que deploran el mapa y se dejan el pelo largo y comen chitos en las conferencias y se hacen llamar los enfant terribles de los mongólicos, incluso ellos adoran el mapa y se contemplan y son contemplados dentro del mapa, porque al mapa le encanta que exista gente que revele su condición de mapa, así sea por negación, para desplegar con toda furia su inmanencia emancipada ante la cabeza de los fraudes y los idiotas.

Me encontraba sentado, a punto del sueño, agotado de mí mismo y de todo, queriendo ser electrónico, deseando volverme una ecuación binaria, añorando reducirme y agrandarme en un algoritmo matemático inexacto. Entra la misma anciana de todos los días ofreciéndome empanadas o arepas de queso. La verdad es que me alcanza el olor de los alimentos y mi estómago responde. Pero la mujer me da asco, me repele y le respondo con displicencia gentil que por hoy no. Vuelvo de nuevo a los sueños cibernéticos de verme como un robot frío y servil, arrinconado en un rincón, sin lágrimas e inmaculado como un artificio místico. Robo-Luis. La robótica de Luis: curso técnico para su integración con el sistema D.O.S. Programación de artefactos Luis y la manera de desconfigurar sus potenciales tanáticos para un mejor rendimiento. KYBER-LUIS-LEXICON #1. DummyLuis para Dummies.

Me despierta un infrahombre de lo peor que he presenciado en los últimos días. Venía con galletas de panela sobre los hombros. Al ofrecérmelas brilla la ausencia de dientes superiores y los que le rodean son grandes ruinas negras y agujereadas. Me interesa el individuo y busco entablar conversación con él, pero sin darme cuenta él ya está hablando de nuevo. Sólo puedo observarlo con un interés cercano al asco y la excitación sexual. Como si estuviera contemplando el rancio culo de una bruja vulgar y asesina. Me detengo a ver su bigote y descubro que lo miro con tanto asco como me he sorprendido tantas veces frente al espejo. Un asco tan desproporcionado que es imposible agotar jamás. No logro comprender por un rato lo que dice. Otra vez esa sensación horrible de ser un idiota. Y lo que más me sorprende al instante es la manera demoníaca en que dobla para abajo su muñeca, como agarrando una esfera imaginaria desde arriba, y pone al descubierto detrás de sus huesudos dedos unas horribles uñas larguísimas y amarillas como de bestia o de demonio. Me embargan entonces todas esas películas de terror barato y las historias más increíblemente idiotas que se escuchan en el camino y siento que me ha visitado un mismísimo duende al negocio para arrinconarme y chuparme toda la sangre del cuello. Escenas de horror y violencia me embargan en el rincón en el que soñaba y entonces algo parecido a la intimidación me obliga a escuchar con más detención las palabras soeces que el idiota se esmera en expresarme.
"Esa programación del canal uno sí es viejísima" Encuentro que me dice.
"Si todavía dan automan y la mujer biónica" Ahora sí no entiendo nada.
"Sabe cuál es la mujer biónica? Una que salta así:" Y otra vez ese horrible gesto con la mano, revelando satánicamente esos dedos ávidos de sangre y terror. Pero sin ninguna intención de asustar, el idiota sólo me está enseñando la manera en que la mujer biónica salta y yo soy presa del terror, estoy paralizado del susto y el idiota vuelve a hacer ese terrible gesto:
"Y salta así:" Y otra vez siento que me va a saltar sobre la cabeza con esos asquerosos dedos amarillos y recreo escenas increíbles de los cinemas. Quedo inmóvil, paralizado, retado y desconcertado. Trato de mantenerme natural para no generar sospechas del idiota pero ya es demasiado evidente que estoy muerto del susto. El idiota infrahumano ríe como he visto reir cienmil veces a drácula y me pregunta si en serio no pienso comprarle sus galletas. Ahora sí que es en serio, no pienso comprarle nada. Me observa un rato con atención, tal vez comparta el mismo interés por las figuras deformes de mi rostro que la que yo siento por las suyas, y se despide.

Un hombre de aproximadamente 90 años llega al local, se queda un buen ratote apreciando película por película, le saludo y como dicen "me pongo a su servicio", me ignora, sigue absorto, yo lo sigo con la mirada no vaya y robe una carátula, finalmente se me acerca y me pregunta si no tengo una película más fuertecita. Le entrego el catálogo de películas para adultos y me hago el desprevenido, pero estoy más atento a él que nunca. Repasa cada hoja de cada película en su cabeza, hace pucheros similares al de la única anciana que reparó en mi existencia al mediodía en el ancianato, las saborea en su cabeza y decide que yo deba guardar ese catálogo. Vuelve de nuevo a la inspección rigurosa de las películas en los mostradores. Al cabo de un rato vuelve otra vez a mí, esta vez con una película en su mano. La ojeo aparentando desinterés y veo que se trata de Virgen a los 40. Se la entrego y trato de hacerle saber que esa película no es tan fuertecita como las otras, él dice que no importa, me pregunta si es drama y le digo que es comedia. El viejo se va con un paso lento y pesado. Mientras se va pienso en lo terrible que es el hecho de que en la vida lo que es drama en la ficción es comedia. La industria de los sueños se tiene que nutrir necesariamente de la industria de la desilusión y tiene que mofarse de ella necesariamente como una industria en alza que aplasta una industria en picada.

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