Wednesday, May 14, 2008

hija, acaso le metiste un poco de heroína a mi marihuana?



Voy manejando por la carretera vacía que bordea la ciudad. El cielo empieza a adquirir ese tono azuloso oscuro que anuncia un amanecer soleado y benigno en todo caso. La estrella de la mañana ya hace su magistral aparición, justo en el campo de visión al cielo que me permite el marco del vehículo. Atrás está Karlo durmiendo la borrachera pero yo siento deseos de tomar otra cerveza. En el discman del carro suena shadow of the sun de audioslave. Canto de vez en cuando: i can tell you why people die alone!! pegándole al volante con una furia disparada. Mi deseo añora esas escenas de película americana en que una bella autostopista hippie detiene el carro y dice algo como echa a volar la fiesta maestre. Nos detendríamos un instante, justo en medio del desierto de Los Ángeles, yo la besaría apasionadamente, el frío de la mañana cada vez se aplacaría con el incesante rayo del sol, le levantaría su vestido de verano y le metería mi verga a su ardiente coño. Los dos sudaríamos como animales hermosos del primer día de creación. Su aliento sería puro lsd y sus gafas estarían estampadas de motivos de blotter art. Yo mordería una cañita mientras la penetro con rabia por no ser el hombre que está haciendo el amor con ella sino ser el universal del fiestero recoge bellas autostopistas. En este instante dejaría de ser yo para interpretar obediente mi papel de gigoló precario e insuficiente; en este instante vuelvo al coche, vuelvo a la canción de audioslave, se difumina el último astro y el sol es indiferente a la ventisca que arrecian las montañas. De repente es como si sintiera que ya no puedo ser feliz de ninguna manera. Ningún sueño me alcanza como sosiego. Revuelvo entre la basura del carro con la esperanza de encontrar un cigarro medianamente fumable pero sólo logro ensuciarme de sustancias viscosas los dedos. Allí en la esquina va un hombre cargando a caballo a su hijo más pequeño, agarrando de la mano a otro niño y seguido de una mujer gorda de pasos fatigados. Al ver la miserable marcha pienso en procesos biológicos, pienso en penetraciones, en semen, en manchas de excremento. Pienso en lo triste que es el sexo cuando ya no hay esperanzas, cuando sólo un espacio corporal puede cobijar toda la tristeza de un hombre. Luego el vientre se hincha y todo es una desgracia con el hijo. Y cuando muere el hijo no hay sensación más absoluta de tristeza y desamparo, porque entonces este mundo se devora el rezago de inocencia que surge de su callado palpitar de corazón. La vida de los pobres es una noche que asciende detrás de mi cráneo que quiere sedarse ante su amenaza pero ya siente su sombra en las hundidas ojeras. Entiendes que nadie está a salvo de la miseria y que la miseria es omnipotente, que te cierra la boca en el momento en que más hambre aguantas y estás solo entre una estampida de vidas apresuradas e indiferentes. Algún mediodía nos sentaremos en el césped, indiferentes como todos, mientras los carros nos envenenan con su brisa, y compartiremos el poco pan y el refrescante jugo, miraremos al horizonte como todos y nos sentiremos felices con lo nada que tenemos en el universo, sin importar ya nada sino estar juntos y respaldados, sentir la fuerza del amor en la cercanía del otro y no nos detendremos a pensar ni a mirarnos muy de cerca como no miraremos muy de cerca al otro que causamos asco, soltaremos una risa justa y el mundo será nosotros.

2 comments:

Cisterna Rota said...

La risa que habrá de dar la libertad llana del mundo justo.

Anonymous said...

Una autoestopista hippie, un par de periodistas ebrios y vagabundos que recorren las autopistas de California,sexo demente...un vientre que se abulta. Todos, absolutamente todos quisimos alguna vez ser los protagonistas de una peli gringa, todos absolutamente todos tuvimos frustraciones. The show must go on, citando una vez más esos inspiradores filmes del norte.