Sunday, September 02, 2007

Navidad 2005

El siguiente texto pertenece a Tadeshina, quien amablemente me permitió publicarlo en Malédiction.

La historia del texto se remonta a la navidad del 2005. ------------------------------------------------------------------------------------------------ ----------------------------------------

Días soleados de primavera. Lou observa con desgano la flácida y achatada salchicha suspendida en la punta de su tenedor. Han pasado varios días y todo lo que nuestro cuerpo consume se reduce a repetidas dosis del viscoso embutido, acompañado de sorbos de tequila barato.

Lou permanece sentado junto a la mesita del cuarto de estudio, que convertida en un improvisado comedor, concede el espacio justo para nuestros dos puestos. Se ve algo cansado. Reparo en la exagerada palidez de su rostro y pienso que todo se debe a nuestra mala alimentación, también me pregunto si ese vaivén enfermizo de su mano derecha es producto de aquella perversa dieta, o si será el resultado de las muchas horas acumuladas frente a la pantalla del computador.

Él sonríe, me doy cuenta que es una sonrisa de gratitud, que algún sentimiento de temporal felicidad lo invita a esbozar ese último trazo de alegría para mí, y aquel pensamiento me reconforta.

Descubierto, junto al árbol de navidad un ejemplar de Los siete locos de Arlt enseña su lomo y páginas vírgenes aún. Le propongo a Lou que salgamos un rato, que tomemos el sol y saquemos provecho de nuestros regalos.

Llevamos un par de sillas Rimax al patio y enseñamos nuestros pálidos rostros a la implacable luz del mediodía. Veo a Lou y su figura escuálida calentando el esqueleto a escasos metros de mí, por un momento me hace recordar a los ancianos de los hogares geriátricos que salen a tomar el sol en sus desgastadas sillas de mimbre, recreo en mi mente sus rostros impávidos que como figuras de cera esperan derretirse bajo el calor abrasador de la primavera.

Pienso que quizás ese momento de iluminación no sólo ocurre en sentido literal, que sus vidas petrificadas tras las verjas de ese pequeño jardín en el que reciben la gracia del caluroso astro, sólo transcurren con el fin de recibir ese único momento de claridad, esa luz que enceguece y sin temor se atreve a acicalar sus carnes desleídas como en algún tiempo lo hicieron las diestras manos amantes.

1 comment:

Anonymous said...

Sería bueno haberlo terminado, pero como siempre, la desazón ganó. Qué bonito recordar esa navidad..."Los recuerdos son bellos pero también fustigan"Un beso.Lain