Tuesday, September 11, 2007

ESTA NO ES UNA PLATAFORMA LEGIBLE

little wonder then

little wonder

you little wonder

little wonder you.


Prueba este experimento que yo no he hecho. Arrodíllate en señal redentora ante el mundo, ante el espacio del mundo, agáchate y con tus manos en pinzas trata de agarrar la finísima tela que recubre este planeta, por debajo de tus pies, a pocos centímetros apenas por encima de la superficie terreste.

No hay cosa que encuentre más estimulante que el poder presenciar una maravillosa conversación. No siempre de manera activa, algunas veces me encanta sencillamente sentarme en una mesa y escuchar una estupenda conversación que mantienen los vecinos de mesa. Sé que esta realidad me convierte de inmediato en un chismoso, un tío que debería ocuparse más de sus asuntos, una lavandera o una peluquera, un teleconferencista no invitado.


Una realidad que no siempre me ha dejado invicto. Recuerdo una vez en un supermercado en Arauca. Unos tipos estaban hablando de asuntos muy turbios y yo, siendo un surrón de 13 años, no podía dejar de escucharlos. Uno de los señores amenazó con propinarme una cachetada por no atender mis propios asuntos y asustado salí a la carrera a la calle.

A veces salgo con el pretexto de leer un libro en un café, o sencillamente agotado por una larga caminata en la ciudad me siento en algún lado y dejo que suceda.

Fue lo que sucedió esta mañana. Salí con el ánimo sincero de leer un libro en el único local decente en una bahía grasosa y mal oliente donde los niños ricos llevan a sus novias a comer pinchos, chorizos, hamburguesas o cualquiera de esas cosas que atentan contra la figura que debe tener una novia de un niño rico. El local consiste en un espacio de no más de 4 metros de largo y 2 metros de ancho. Los metros de ancho se ven seriamente afectados por la invasión de un horno y un mostrador, donde los panes y bizcochos esperan una pista escalofriante que absorbe los párpados muertos del agotamiento de millones de cabezas de pollos y un retorcimiento de toda realidad que llamamos dimensión normalizante de las vidas sanas.

Para agravar la situación de espacio se contraponen dos mesas. Las dos mesas constan de cómodas sillas altas y elegantes para asentar los traseros bajos y vulgares. Por la evidente falta de espacio el recurso para acomodar de una manera razonable las sillas es ubicando una en medio de las dos mesas, otra al extremo de cada mesa y una tercera en medio. No existe cuarta silla para ninguna mesa porque allí limita la pared, como una cruz, exactamente como una crucifixión para algunos. Como yo que a veces me río solo, no porque me sienta contento. Como yo siento que esta pared me cae encima y me aplasta. Y brota un río de sangre de vampiro. Y todo sigue igual: las mesas, la pared y yo. Pero el olor del río de sangre de vampiro no se desvanece de la misma forma. Perdura. Como la pared y lo que significa tenerla encima, aplastándome hasta el último rincón de mi conciencia. Ayyy ya la serpiente que ven los que ya no razonan. Ayyy qué daño, ya la serpiente. Considerablemente los juegos lógicos. Suena ya la serpiente que quiero me deje y la noche, la pureza de la noche, la luna que ya no se petrifica en este mundo.

Fue lo que sucedió. Llegué al único establecimiento decente de esta zona indecente y una mesa estaba enteramente ocupada y la otra, medianamente ocupada. A pesar de la molestia le pedí permiso al señor que estaba ocupando medianamente la mesa y me senté en la única silla disponible. En esta mesa, el señor tenía su maletín de portafolios. Lo quise levantar pero él se molestó y le propuse ponerlo encima de la mesa. Me rapó su propio maletín y lo abrazó como se abraza a un niño o a un libro. Sacó de él un emparedado, dedicadamente envuelto y sentí alegría por él, tenía una mujer que se esmeraba en su felicidad.


Pedí mi habitual buen café. El café de este local es bastante bueno. Has notado que últimamente se está tomando buen café en los establecimientos de Bogotá? Esto se debe al auge de las máquinas expreso y que se está comprando por lo general café de calidad excelso, y muy a menudo, los mismos establecimientos se encargan de comprar el café en grano para poder molerlo y tener toda el control de su preparación. Es una buena cosa para los gusanos cafeteros como yo que no podemos vivir satisfechos sin un buen café en el día. Aunque por lo general muchos cafés no alcanzan a remediar el constante acoso de la realidad, un buen café hace las veces de una buena canción, o un buen libro, o una buena conversación: estimulantes.

Me tomaba mi buen café y al lado tres señores de edad bastante avanzada desayunaban. Me observaba un pájaro de ojeras caídas y ojos azules que recordaban por contradicción el cielo. El otro, un hombre de contextura gruesa, nariz aguileña y barbilla irreconciliable con sus arrugas. Un perfecto ejemplar de asesino italiano, de no ser por su falta de elegancia, lo que lo delataba como colombiano. El tercero, una espalda gigante. Evidentemente el más viejo, por su escaso pelo blanco. En un momento que se giró levemente pude ver también sus opacos ojos azules.

Un delicioso olor a leche me embargo desde la taza de café con leche de mi vecino del emparedado. Lo observé y vi que tenía una carga de propiedad en su barbilla que envidié. Control absoluto de asesino. Se levantó, pagó y afuera se encontró con otro hombre de una edad aproximada a la suya y lo saludó efusivo. Reparé en su conversación y me enteré de su oficio como vendedor. Al parecer le estaba vendiendo sus productos para un local. Otro hombre, de unos 60 años, delgado y pequeño, lo miraba con interés y sin ninguna clase de discreción. Obviamente consideraba al vendedor como alguien inferior. Pero a la vez se notaba que miraba a su compañero, el que negociaba con mi antiguo compañero de mesa, como superior. Noté que era un lamezuelas. El vendedor se fue tratando de disimular alegría y optimismo. Por lo general admiro a los optimistas. La manera en que pueden abstraer su desgracia. Porque conocen muy bien su desgracia.

Me senté en el puesto del vendedor y traté de concentrarme en la lectura. Fuertes oleajes de viento y palidez llegaban desde la ventana y me obligaban a acurrucarme sentado. Fue cuando la conversación de los tres señores me cautivó.

El pájaro le preguntaba al más viejo si un amigo alemán estaba casado con una mujer colombiana. El viejo le respondió, con una risa: Una colombiana? Una colombiana no le hubiera aguantado. El pájaro: uy sí, esa mujer de él sí que es brava, como una santandereana. El viejo le respondió: Sí, esas hijueputas alemanas son tan bravas como las santandereanas. Y siguieron riendo. La conversación me atrajo y pedí un jugo de naranja. El pájaro hablaba sobre una posible riña. - Y esa mujer le dió en la jeta, imagínese. Y eso que cada mano de Hans es como esto: Hizo con sus manos el ademán de unas manos muy gruesas.

Me pareció interesante la informalidad de sus términos, el desparpajo de la conversación entre señores bastante adultos y sobre todo, ese nivel de secreto reconocimiento en una condición.
Una condición extranjera, eso era apenas obvio. Pero de dónde eran estos señores? Ahora hablaban de hatos, ganadería y tierras. Hablaban como llaneros. El más anciano perfectamente podía ser un hacendado. Finalmente, conozco muchos llaneros de ojos azules. Nada extraño. Y finalmente, también, no son los llaneros unos extranjeros en este país de rolos, paisas y costeños? No olvidar: boyacos, tolimenses, opitas, caleños. Pero, un llanero? Los llaneros son lo más extraño que se pueda concebir en un país tan mezquino como Colombia. Y, no obstante, los llaneros son orgullosos de ser colombianos. Orgullo que los ha llevado a la marginalidad, al olvido, al desinterés de los gobiernos, a la explotación de las petroleras, a la violencia de los grupos armados, a la pobreza en una tierra naturalmente rica.
El viejo le comentaba al otro, que también era viejo pero no tanto, sobre su hijo. Le decía que no estaba en capacidad de darle más hectáreas por su problema con las mujeres. Ni siquiera por el trago. De lo tanto que había bebido ya no podía tomarse una cerveza porque enfermaba. Pero las hijueputas mujeres eran lo que lo tenían mal. Hasta ahora sólo le dejaba 20 hectáreas, sin papeles, porque apenas le diera papeles era fijo: llegaba una mujer y hasta ahí le llegaba la tierra.
Otra vez risas. Yo trataba de mantener mi atención en el libro pero los temas que tocaban eran tan agradables, tratados de una manera tan sincera y despreocupada que me resultaba imposible ignorarlos y dejar de llevar mi pensamiento en el curso que la conversación de ellos iba moldeando.
La mujer es la natural enemiga del hombre. Lo contradice pero a la vez lo seduce. Lo lleva más allá de sí mismo y es el horizonte que le estropea los horizontes. Un hombre no puede prescindir de una mujer que a la vez es su problema. Un hombre ante una mujer siempre será Adán y una mujer frente a un hombre siempre será Eva. La mujer es la primera en morder la manzana, la primera en perder el paraíso, porque está embebida de amor. Pero el hombre, plenamente conciente de la desgracia de su mujer, es capaz de abandonar el paraíso y someterse a una locura peor porque es conciente de su locura. Ambos ahora cruzan eternamente atados, el uno al otro, las ruinas de sus paraísos perdidos. Dolls: Takeshi Kitano.
El señor que yo he llamado pájaro le pregunta al más viejo: Cuántas hectáreas tienes entonces? Hago el cálculo aproximado de unas 210 hectáreas, responde el señor. Y a cuánto vendes cada una? Creo que respondió 10. Pero no sé si 10 millones o 10 hectáreas o 10 qué? Tal vez no escuché bien. Así que hablan sobre conflicto armado. Y hace cuánto no va la gente para allá? Constantemente van. Esto no es como era antes. Hace unos años.
Vuelven a retomar el tema de los hijos. Esta vez los hijos de Hans. Que son muy queridos en B. Son altos, monos. Todos unos alemanes. Y la gente los quiere mucho. La mamá es una señora muy brava, como toda alemana, pero hermosa. Algo deben pagar, porque no es natural que a uno no le pase nada sin pagar. Y ellos viven bien allí en B. desde hace mucho. Algo deben pagarle a alguien.
Ahora hablan de impulso al desarrollo técnico. El logro de Hitler, según el anciano. El pájaro de ojos azules dice no saber nada al respecto, que por favor le cuente. Sí, después de la primera guerra y antes de la segunda guerra el gran logro de Hitler fue darle un fuerte impulso técnico a la deprimida industria alemana. La cuestión es que la segunda guerra desfiguró todo.
Y este es un país muy hermoso, sabe, sigue el anciano. Sólo que el campo está olvidado. Le falta el impulso técnico. La maquinaria. Así que suelta una cifra que otra vez hace abrir la boca al señor que está al frente mío, al que le decíamos pájaro por su forma de la cara, pero al que le dejaremos de decir así porque este país está tan mal que hasta los pájaron tienen una connotación negativa. El viejo sigue. Colombia es un país muy rico. Además de rico es muy grande. Sabe cuántas veces Colombia es más grande que Alemania? Cuatro veces y medio.
El señor que está al frente mío no lo puede creer y le dice: O sea que si cojo un mapa, puedo coger a Alemania y meterla cuatro veces en Colombia? No, responde el anciano, cuatro veces y medio. Así que lo que falta acá es el trabajo y volver al campo.
Le pregunta entonces el más joven al más anciano que cuánto tiempo lleva en el país. 45 años. Ah o sea que eres más colombiano que yo.
Hacen disertaciones idealistas sobre el campo, como que es muy hermoso, como que son hombres del campo, como que de ahora en adelante ya no podrían vivir si no es en el campo. Y el anciano dice: por que yo antes que nada soy Técnico mecánico. El señor que los acompañaba hace tiempo se fue pero a veces vuelve, los escucha y vuelve a irse. Seguramente no es tan chismoso como yo. Pero me interesa el tema.
El señor que está al frente mío se acuerda de algo y dice: entonces tú eras aquel del gran taller en esta calle. El anciano complacido por la buena memoria de su amigo le responde que en efecto él era el gerente y que generó toda una escuela de excelentes mecánicos automotrices. Le pregunta entonces, como una inquietud natural, y debe ser una inquietud natural de los malditos alemanes: cómo crear un chasis.
Se detiene a explicarle un buen rato pero finalmente le recomienda un chino del sena y otro y otro. Y concluye, de una manera arrogante, afirmando: sabe qué, yo cree una escuela en Colombia con todos los que trabajaban conmigo.
Luego, pasan al tema histórico de nuevo. Quiere que le explique bien lo de Hitler. El viejo empieza diciendo: primero que todo Hitler no era alemán. El señor que está al frente mío no lo puede creer. No, era austríaco. Entonces era un berraco, responde admirado el interlocutor. Sí y su madre era judía. Está a punto de caer de un infarto y le pregunta en qué libros puede consultar, que el tema le interesa.
-la historia siempre me ha apasionado, me parece que son temas muy interesantes y que enriquecen.
-Sí, responde el viejo, y sobre todo lo que se aprende de la historia y la manera en que se puede aplicar a este país. Por ejemplo, Hitler, Hitler industrializó alemania. Una iniciativa similar podría tener un dirigente.
-Sí, pero el problema no es tanto de los dirigentes como de nosotros, que somos tan tontos de siempre elegir los mismos.
Ahora hablan sobre la banca de los judíos, otra vez igual de apasionados. Desde tiempos de Jesucristo han tenido el control de la economía.
-Claro, toda una tradición de comerciantes, con el trueque - y me retumba esa palabra en la cabeza: trueque-, el intercambio.
- Y la economía de Alemania bien deprimida. Hitler les dio lo suyo.
- Claro, lo que merecían.
- Bueno, claro está, nada puede justificar la acción de un dictador de estos.
-No, por supuesto
Pero el señor anciano, el más sabio, el que habla con tanta propiedad de Historia como de mecánica, no tiene el acento, ni los términos, ni los modos de una persona que se considera generalmente culta. No, tiene los modos bruscos, como sus términos, como su acento. Es una persona en realidad salida del campo, del trabajo en finca. Habla de cómo comercializar bien una tierra. De cómo abrir una trocha. Habla de estas cosas con la misma arrogancia que un campesino que habla con propiedad de la técnica a la que se ha dedicado toda la vida.
Cuenta que tiene su finca a hora y media de VC. Lo que es un adelanto científico sin precedentes por tratarse de estas tierras. Hace unos años costaba semanas entrar en ellas. Y sólo se entraba en tractor. El otro dice que ni en Bulldozer. Y el viejo le responde: el gran logro de Hitler. El bulldozer. El creador de industria y desarrollo en Alemania. El bulldozer.
Ahora hablan de un antiguo paraje en las afueras de Paris.
No sé por qué no hablan en Alemán.
Llaman al anciano al teléfono y el viejo contesta y tiene una conversación con lo que parece ser su hija.
El otro le pregunta al anciano cómo siguió su hija del estómago a lo que el otro le responde que bien. Pagan su desayuno. Se escandalizan un poco por los precios.
No son más que campesinos venidos de otras tierras. Pero campesinos llaneros, humildes -a pesar de todo- y trabajadores. Que sueñan con un buen futuro para Colombia, como todos los que queremos que esta mierda salga adelante.
-Esta tierra es muy bonita para trabajar.
- Sí, de no ser por tantos hijueputas.
Y pienso que en Colombia hay muchísimos hijueputas.


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