Tuesday, April 03, 2007

Sin morir pero



Tirado en un rincón oscuro de la sala, se frotó la frente y con la misma palma de la mano se cerró el párpado derecho y sintió esa mitad de la cara muerta. Se tomó el último pucho de vino directamente desde la botella para arrojarla luego al lado de las otras botellas de cerveza vacías. Pocas horas más tarde lo levantaba Rosa: Lo siento, mi amor, es hora que te vayas yendo. Se incorporó observando a su alrededor y se dio cuenta de que era el único que quedaba. Le preguntó a Rosa qué hora era. Era mediodía pero sentía que el frío le pegaba directamente a las costillas. Apenas si se despidió de la escuálida anfitriona y ya se encontraba de nuevo en las calles, luchando en contra de los inclementes rayos de sol. En su sueño creyó haber encontrado su nombre pero despierto siente que la ha perdido para siempre.

Se revisó los bolsillo de la gran chaqueta negra, que llevaba cerrada hasta el cuello, causando la mala impresión de los deportistas del domingo, que le miraban con repulsión por su sucio aspecto y estar tan arropado en un día en que el sol parecía sonreír a todos los niños del paraíso. No le sorprendió encontrar unas pocas monedas, con lo que había derrochado la pasada noche lo menos extraño era encontrarse quebrado. Decidió que era mejor negocio gastar las pocas monedas en una cerveza para calmar la sed que un bus para descansar las piernas. El tipo de la tienda no pudo contener su asco: venga, le regalo una bandita para que se cubra esa mierda. Se miró al espejo y fue entonces cuando vio la gran herida que le supuraba en una de las comisuras inferiores del labio.

Nada es más ridículo en las calles que un héroe olvidado de una mala guerra venida a menos. Amarillo pus, hematoma creciendo, infección leve, bultos y bultos cerrados en su pecho: creciendo desde adentro: como criaturas de otra dimensión prestas a expulsar su existencia a partir de invasiones mortales. Pudo verlo en el baño de la tienda. Subió la mirada al mohoso espejo y comprobó el gesto instintivo de horror que emergía de sus agotados ojos negros.

Terminó su cerveza y se sentó en uno de los parques aledaños. Un grupo de chicos se reían y hacían monerías sin parar. Uno de ellos reparó en él y empezó a gesticular, en broma, remedándolo, como a los zombies de la televisión de sábado. Los otros chicos celebraron el chiste y se volvieron al triste sujeto de negro tirado en la loma del parquecito. Lo señalaban con crueldad y se burlaban de su inexplicable conducta ante el generoso rayo de sol de domingo. Sobre todo las chicas, las chicas que acompañaban al fresco grupo de jóvenes universitarios. Ellas se reían con fuerza y una de ellas señaló, en referencia a él: pobre sujeto. Él no alzaba la cabeza y esto irritaba más a los más enérgicos líderes del brillante combo. Cansados de la indiferencia del sujeto, empezaron a cantar canciones de moda y gritar que ellos sí sabían vivir. Uno de ellos, con una gorra de colores, mechones colorados, juglaresco y hábil le tiró una piedra que chocó contra una de sus piernas. El otro, un androide de gimnasio, le retó una pelea: haber hijodeputa, no vaís a venir a dañarnos este hermoso domingo con tu puta actitud de me-vale-mierda-todo.

-Es tan fácil ser gracioso en esta época. La ironía y el sarcasmo está al orden del día en un mundo que no piensa demasiado y que ha dejado las cuestiones serias y ha olvidado las preguntas pertinentes en el momento en que enterró a sus dioses por la facilidad asesina del consumo, la injusticia del liberalismo y el despecho de la liberación sexual. La revolución que planteas me da asco en cuanto no se dirige a recuperar lo básico, que es la dignidad y el honor. Tanta mente abierta para nadie dispuesto a dar la vida, es una estupidez interminable. Puedes creerte el hombre más feliz y rebelde del mundo por fumarte un porrito - y encima creer invocar antiguas divinidades muertas - escuchar rock, follar golfas y vestirte como un pendejo, pero tu propia actitud no es más que una cara de ese horripilante pozo negro y sin sentido en que tratas de afirmar esa sonrisa de idiota mediocre que se resiste a colapsar con el caos de tu propio tiempo.

Mierda, pensó para sus adentros, debo procurar dejar de salir tanto. Esto no me hace ningún bien, llenarme de tanto veneno me asfixia y me perjudica. Es obvio que la gente de la calle es imbécil, sus pretenciones y palabras no son suyas sino de una sociedad envenenada, asesina y cruel: ellos quieren vernos en un lodazal de mierda y los jóvenes son los más dispuestos a aferrarse a él siempre que puedan tener un miserable sexo frío y aséptico. Esta es la democracia, la sicótica bárbara que ataca lo inexplicable y oculto: somos sus enemigos: los vampiros. Somos basura y desecho. Ellos irán con sus antorchas, sus ambiguas imágenes de la luz y su demencial símbolo de la paz dispuestos a invadir nuestros castillos, a enterrar nuestros hastiados corazones y desahogar toda esa sed canibal en nuestros rostros diferentes que los asusta hasta la muerte: porque delata su fealdad infinita.

El androide de gimnasio se acercó y empujó a la triste figura que apenas había pronunciado pocas palabras -sin que se le entendiera la mayor parte. El juglaresco rastafari también se había acercado y le había prometido romperle un bate de beisbol en la pálida cara. Las chicas se habían excitado. Tenían aún ese revanchismo barato que les propiciaba el espectáculo del fútbol.

Y yo decidí desaparecer en ese atardecer de domingo: de tiempo y espacio: desaparecí en un tiempo esputo: grises sombras: promesas de un bonito despojo arrancado de un tráfico de entre semana, esta belleza que ya no recuerda voces de Jeff Buckley ni Andrew Wood. Ya no suenas, recuerdas? Bebé con pistola que sale a disparar al espacio estúpido celeste de un día en que la chica fluía distante, a la distancia. Y crees que estás loquito pedazo de catre incendiario? No estás en su retina de televisón amable. Es hora de que te reúnas con las ratas de ayer, en el fuego que se resistió a revelar su silueta en la noche que para ti fue mejor ni existiera. Un grito amargo sería una inyección negra en el borde del ocèano sin superficie. Yo arrastré algunas olas de mar mientras partía: jugo subrepticio sin letras amargas que tragar para dar forma alguna. Y tú me pateas ese culo que ni siquiera me atrevo a tener en este sueño de almizcles disolutas.

-Chics... -seguía diciendo, mientras le retaban y sin que se le entendiera- este sol de domingo les pertenece todo a ustedes: es su brillo: es su culo: por favor, sean félices a su rayo. Yo sé la razón de su furia... ufff.. este sol de Domingo les pertenece y yo soy una luz sin día. Demasiada luz para aparecer ante el sol: soy demasiado culo para su vista y el culo ya está arriba, sin tener que ser visto, abrigándolos y alegrándoles la muerte. Esa piel curtida. Ya lo decía el muerto: ningún hombre soporta la desnudez del otro. Y yo soy como un culo que se broncea. Pero... estoy mal y muero: o sea, lato más que el mismo sol en sus cabezas. Dejénme relamer mi propia mierda que soy un culo bastante introvertido.

En ese instante un hedor se hizo manifiesto en toda la atmósfera. El cielo empezó a oscurecerse misteriosamente. Y una risotada se escuchó desde lejos. Una brisa inexplicable invadió a todos los presentes - incluso al ausente. Una legión de cuervos y chulos circundó la escena. De repente, apareció, nadie sabe de donde, una escultural mujer vestida con un estrecho vestido, como de seda, que le caía a través de una figura gitana. Su rostro era tan blanco como no se acostumbraba a ver por la región, tan blanco como de extranjera, incluso más. Un lacio pelo negro largo que le llegaba hasta la delgada cintura. Una cara irreprochable de no ser por unos extremados ojos negros hundidos de ultratumba.

El rastafari, haciendo dotes de galán:
-Hola, la Lilly Munster que faltaba. La hora en que salen los Freaks. Yo iría hasta los Carpathos por tu beso mortal.

La mirada de la recién invitada no podía ser más que de reproche. Fue tan severa la mirada que todos tuvieron que callar. Ella se acercó al precario efebo. Nadie recuerda haberle visto el torpe caminar de las piernas. Fue tan perfecto su acercamiento que pareció volar. Tomó por la mandíbula al simulacro de jamaiquino y giró tan fuerte de ella que le separó instantáneamente la cabeza del cuerpo. La sangre soltaba a chorros increíbles y el cuerpo demoro un poquito en caer definitivamente hacia la región en que los chistes están de más. La cabeza se vio rodar por la oscuridad del parque como una pelotita de fútbol golpeada por Pelé.

El hombre de negro, que hace poco estaba arrojado en una lomita del parque, ahora incorporado, sintió unas súbitas ganas de beber de aquel estúpido que ahora desangraba lo poco que tenía de real en vida. Le pareció estar rodeado de un grupo de buenos Kamarades que le invitaban a saciar su mórbido apetito.

Al tiempo que el renovado hombre se saciaba de la sed del desgraciado, la oscura gitana daba consejo a los estupefactos muchachos de barriada de domingo. Al androide de gimnasio, que aún se creía invencible por la ridícula forma que le había dado a su cuerpo hora tras hora en un gimnasio de hedor inmundo de sudor imposible de borrar, que aún conservaba una risa de idiota, le dijo, como una buena mami:

- Con esa risita de superioridad idiota lo más fácil para ti debe ser obtener un premio de Literatura o Cine. Sí, eso se traduce a dinero en efectivo, sin sudor en la frente: todo el sudor que necesitas expulsar lo restringes al gimnasio: buena idea, buen material para tus ideas. Aunque hace años nadie hubiera dado un peso por alguien de peso, ahora las cosas se revierten a tu favor: la frivolidad y la estupidez deben llenar las hojas de gente que apenas se esfuerza en leer cosas no mayores de 120 páginas. Debes estar lo más cercano posible al espíritu del ejecutivo, lo más cercano a su humor para ser vendido como un intelectual de la época. Tan cercano que procures que lo lejos que aún mantienes con él sea visto como marginal y nadie note la hermandad secreta que habeís trazado con él. Porque sos una puta, tanto de cuerpo como de alma, no me llamas la atención y no me provoca tu sangre. Ve a reir al gimnasio o a los clubes que sos la risa que delata la ignorancia de tus lectores. Ellos ríen contigo, creyendo que se ríen de ti -y en parte lo hacen- porque se ríen de ellos mismos. Y todo es una risotada, un conducto espiral de la estupidez que se conoce categóricamente, determinísticamente.

2 comments:

Cisterna Rota said...

Beber de la mierda que brota de las venas y dejar que se pegue a los pulmones, broncoaspirar y luego atravesar inmensos nubarrones de estiercol inefable. Admirar al escritorcillo de barrio que escribe como quinceañero triste mientras las bibliotecas se pudren en medio de sus carencias de sentido y seguir, seguir y porfiar en desencuentros.

Tadeshina said...

"El hombre poco instruído siente terror ante la idea del espacio; lo imagina inmenso, nocturno y vacío. Imagina los seres en la forma elemental de una bola, aislada en el espacio, encogida en el espacio, aplastada por la eterna presencia de las tres dimensiones. Aterrorizados por la idea del espacio, los seres humanos se encogen; tienen frío, tienen miedo. en el mejor de los casos atraviesan el espacio, se saludan con tristeza en mitad del espacio. Y sin embargo ese espaxcio está en su interior, se trata de su propia creación mental". Tomado del libro de más de 120 pág. al que no le diste la oportunidad. ;)