Saturday, April 28, 2007

28 de abril 2007. - 2 para el gran sabat

En Los sueños de la casa de la bruja el célebre escritor de ficción popular H.P Lovecraft apenas alcanza a sugerir mediante lúcidas intuiciones las horrendas abominaciones que se juegan cada año en la siniestra noche de Walpurgis. Sólo la lectura de este texto, junto las advertencias que se vislumbran en el famoso libro de Goethe, parece suficiente razón para alarmarse ante la amenaza que representa la víspera del Día de Todos Los Santos para la raza humana.


No me parece extraño que el aire se sienta más viciado en estos días fríos de abril, en los cuales ninguna chaqueta parece suficiente armadura contra la inclemencia del clima. Tampoco me extraña la creciente degradación que va presentando la gente tras cada día que pasa de este mes de abril. Si veo pequeñas prostitutas tiradas en la acera en las calles, completamente ebrias y desvergonzadas. Si veo hombres borrachos sacudiéndose el miembro contra los muros de ladrillo que abundan en mi barrio. Si las ancianas empiezan a verme con una risa socarrona y al acercarme salen despavoridas del espanto. Sé bien a qué se debe toda esta conmoción de la degradación humana: si es que se acerca el primer gran aquelarre del año y tenemos razón para celebrarlo. Legiones de brujas se congregan en esta fecha, afortunada desde el punto de vista de alineación astral y propicia para los más grandes conjuros y celebraciones (incomprensibles para una mente educada en la edad de la razón y la sociedad libre, que sale a protestar grandes sandeces como el día de Trabajo, que pierde el tiempo en tamañas estúpideces, como marchas y manifestaciones, toda esa aglomeración que tanto adora el pueblo y los espíritus vulgares).


La noche está enferma y yo logro entender algunas cosas, aunque dentro de mí siento que me parto, como si chocaran dos inestimables partes esenciales de mi ser. Como lo que sucedió esta mañana. La misma fuerza interior que me impulsaba a visitar al mago al mismo tiempo generaba resistencia. Las visiones grotescas, llenas de escenas de lujuria y pecado, invaden cada noche mis pensamientos, al punto de mantenerme en vela, sudando en abundancia como si ignorara el fuerte ataque constante del helado viento sobre mi cara. Nunca he sentido tan personalmente la fuerza abrumadora de la mente humana como ahora, cuando siento que mis propios pensamientos me traicionan y me abandonan a mi suerte.


Me encuentro súbitamente en extraños escampados en el interior de mi barrio sin saber a ciencia cierta la razón de por qué he llegado allí, ni recordar claramente el recorrido, entonces me apresa el temor y resulto en un bar de mala muerte y algún tío horrendo me habla como si me conociera de toda la vida y resultamos ríendo y de confidentes, sin que nada de esto tenga explicación alguna en el orden lógico de las cosas. Entonces siento que he perdido el principio de realidad y que debo acudir al loquero, porque es claro que algo en mí se ha dividido y ese otro me resulta aborrecible.


Faltan dos días para el gran aquelarre, el sabat de las brujas, esa gran orgía en perjuicio de la raza humana donde se convocan los espíritus más repugnantes, participando de esa gula insaciable de sed y muerte, bajo ritmos frenéticos sólo conocidos por pueblos tan condenados como Sodoma y Gomorra. Y esta legión es un frente de cultos más antiguos y oscuros donde se rezaba a los dioses menos apropiados. Tradiciones de inframundo tan profundamente degeneradas, como las que recoge Georges Bataille en su mito El Ano Solar:


"Se cuenta a propósito de esto que durante el sabat las brujas levantaban el trasero desnudo hacia el cielo y se hacían plantar una antorcha en el agujero del culo para iluminar la misa; otras se mantendrían en equilibrio sobre las manos y la cabeza y tendrían, además una antorcha entre las piernas, otras dos apoyadas en las plantas de los pies. Del mismo modo que un pastor protestante sólo podía eyacular manteniéndose erguido sobre la cabeza, contrayendo y estirando hacia el cielo sus pies desnudos que se le antojaban innobles fetiches".


La víspera del primer año... oh qué buen momento para salir a celebrar y quizá encontrar un demonio para amaestrar a mis deseos inhumanos, inhumanos desde que pienso y siento. En el bar se ha acercado el viejo mago y me ha manifestado:

- Mi buen nigromante moderno, es necesario que te hagas de una capa y un par de colmillos, ya que nos adentraremos al bosque a participar del festín del rey de la noche prohibida.

Coe me machuca la cabeza con una gigante mole para aplastar ajos y yo grito de excitación desaforada mientras la sangre fluye y el mundo por fin se ha vuelto rojo ante mis ojos.


Dos días contando para el gran sabat.

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