Thursday, April 26, 2007

una estirpe maldita

A mostrar todas las cartas se dijo, muchacho. En el año 1959 se encomendó la misión al detective Rodrigo Salazar del Departamento de Seguridad de la República de Colombia de ir a investigar recientes hechos insólitos registrados en la región de Arauca. Así que se le mandó a primera hora en un avión de pasajeros de la aerolínea Scadta.

Al aterrizar lo recibió el teniente Óscar Castellanos de la segunda brigada y le informó con todo detalle de la cuestión. El suceso había ocurrido cerca al corregimiento de Paz de Ariporo. La primera en informar a las autoridades fue una anciana de la región, que asegura haber sido asaltada a altas horas de la noche por un misterioso carro negro, que iba con las luces apagadas y de él salió un tétrico hombre negro, vestido todo de negro, con una elegancia inusual, que le había recomendado no volver por la zona a esas horas de la noche y asegura que lo que más le sorprendió fue su hermosa sonrisa angelical, resaltada por un brillante diente de oro. Ella afirma haber visto al mismo diablo, seguramente lo fuera, si no hubiéramos tenido noticia de una presencia similar en los pueblos de Tame y de Arauquita. Se considera que el individuo negro puede pertenecer a un comando élite de inteligencia pero no se sabe a ciencia cierta si de la Unión Soviética o de los mismos Estados Unidos.





- Siempre creí que no servía para nada, y por eso entré a la tarea de Detective. Ahora se dice que un Detective debe de ser bueno para investigar... y yo creo que no soy bueno ni para eso. - Hablaba entre dientes el detective Salazar.


- Como dice, mi detective? Es que acaso le queda grande este caso? - El tono del teniente era de puro desprecio. Era claro que el detective, hombre de delicadas maneras y semblante pensativo, le había caído mal y no era en definitiva lo que esperaba del Departamento Central.



En la tienda del campamento militar le despacharon una montaña de informes de hechos similares ocurridos en todo el país en el transcurso de los últimos tres años. Le dio pereza estudiarlos y se fue directo al campamento a beber una copa de aguardiente. Los militares conservadores no dudaron en manifestar su extrañeza de tener un civil entre ellos, bebiendo.
- Pertenece a este pelotón, caballero?
- Oh no, estoy en medio de un caso
- Periodista o detective?
- Periodista, gonzo. Periodista gonzo.
- Muy bien, cosas raras se ven todos los días.

Mientras bebía su tercer trago de aguardiente pensaba en lo curioso del caso que le había llevado hasta estas tierras olvidadas del Arauca. Algo no le terminaba de oler bien y empinó el codo. Al otro día partiría a la espesura de la sabana llanera para encontrarse con algo que definitivamente no trataba de cuadrar. Había sentido en estos últimos días esa rara sensación de muerte detrás de sus hombros, como si se estuviera preparando para la catástrofe en cualquier instante y eso de alguna manera lo entristecía: por que en él convivían dos sentimientos contradictorios, el sentimiento de lo eterno, de la vida, del impulso al infinito y por otra parte sentía el vacío, el final, la muerte: la llaga cortante y precisa de lo definitivo en su piel.

- Esta tierra primitiva y lejana del llano se alimenta y vive de los viejos mitos, detective. - Se devolvió sorprendido, quería guardar su oficio lo más discreto posible. Atrás suyo, un hombre grande, de hombros increíblemente anchos, una sonrisa asesina y un gesto vulgar contenido, le invitaba a sentarse en su mesa.

- Debo preguntarle por qué sabe de mi misión, primero que todo. - Trató de sonar duro el detective.
- No pregunte demasiado, camarita. Me llaman el bola de fuego y si acaso es tan torpe de nombrarme quedará como un pendejo. Así que limítese a hacerme caso. - La sonrisa había desaparecido y ahora sólo quedaba el asesino. Un moreno salido de la espesura de una tierra indómita cuya voz recia invitaba al silencio y la reverencia.

No comments: