Friday, February 27, 2009

robots


Esta historia versa sobre robots del lejano espacio exterior. Pesados, grasosos, brutales, rancios, desagradables, suicidas y del peor mundo. Robots de metal pesado, sueños fulminados, podridos hasta en la médula de sus especializados diseños.

La premisa desde la cual se sustenta es muy sencilla: Un lugar distante a la deriva entre las estrella que alguna vez desarrollara una civilización similar a la humana en la tierra y cuya evolución haya estado marcada por una línea de progreso y discontinuidades científicas similares a las acontecidas en Occidente, que naturalmente desembocara en cierta elaboración tecnológica, sería un territorio con la suficiente "mayoría de edad" para responsabilizarse por el control de su propia evolución; naturalmente desprendiéndose de su condición natural y adaptando una segunda piel, un hardware más elaborado, artificial evidentemente, que garantizaría la persistencia de los logros de su civilización dentro de una coraza menos vulnerable, ampliaría el espectro de conocimiento a través de nuevos campos de percepciones y, por último, dilataría a tal extremo el horizonte de posibilidades de esta raza cósmica que le permitiría atravesar radicalmente la amalgama de acertijos que se esconde en las leyes naturales lo cual facilitaría como es de entender el encuentro con otras nuevas civilizaciones, en este caso, la de la tierra.

La primera reacción de uno de estos robots al llegar a la tierra fue vomitar. Empezó a sudar frío y fue necesario llevarlo a urgencias extravagantes. Era un robot drogadicto, en fase terminal, de aquella basura que toda sociedad civilizada nooswired quiere deshacerse: una boleta al tercer mundo del sistema solar y asunto solucionado: porquerías aberradas que se deberían de fritar en las hogueras del vómito de estrellas. Para qué querer uno de estos materiales de chatarra cuando se pueden tener productos de calidad espiritual?

- Capitán, soy incompatible con la configuración molecular de este planeta.

La contaminación que trajeron estas máquinas fue insoportable. Justo cuando empezábamos a resolver nuestros problemas de ambiente a punta de propaganda fundamentalista de los grupos verdes, los arroyos manaban cristalinos por las verdes praderas, los bosques del Amazonas se repoblaban. Las máquinas del otro espacio llegaron a estropearlo todo.

Mi nombre es Carlito Prouston Heston: uno de los sheriffs más guarros que haya tenido noticia esta vasta tierra de desperdicios humanos. Mi lactancia fue asignada a una zorra. Tenía que esperar en la puerta hasta que ella llegara al orgasmo con uno de sus clientes y de esta manera empezara a extraer la leche para poder alimentarme, muchas veces incluso mientras el acto terminaba de consumarse. En algo debió haberme afectado esta primera nutrición puesto que me es imposible contener las lágrimas. Nunca termino una oración y ya estoy tirado en el suelo, llorando con una honda amargura. Estoy totalmente frustrado es la verdad. Soy una ruina de persona.

A primera hora de la mañana mientras la mayoría de gente duerme yo me despierto asqueado del mundo y empiezo a correr. Trato de huir. Una profunda soledad se cierne desde los primeros rayos que empiezan a herir la retina. Un frío agrietador me asalta. El recuerdo de sus ojos cae abruptamente sobre mi indefensión. Voy por los descampados huyendo de mi propia degradación y la vislumbro a ella en la distancia. Quisiera poder llegar a ella, contar con su firmeza como el lucero de la mañana, luego todo no es más que penumbras y remordimiento por estar atado a esta vieja vulgaridad orgánica.

Qué soledad se siente, eh? Vas por las calles sudando y con las manos en los bolsillos, estás sufriendo de fiebre, deberías estar en el hospital, y en algún momento dices: soy un lobo estepario. Abruma la soledad. Quieres resistir y apretar tus ojos pero de nuevo estás llorando.


Me encontré con un hombre que hacía música silbando. Lo escuché durante largo rato. Abría los ojos y su melodía era dulce. Soplillos de melancolía que corrían por todo el conducto de sus vértebras fragmentadas. (+) agrietadas que pulverizan las inocentes emanaciones.
Separados del universo inefablemente.
La brutalidad era un juego de niños ante este presentimiento.
No me interesan ni mujer ni hombre.
Estoy enfermo de desilusión y desgano.
Un día no mío.

Como sheriff alguna vez encontré un planeta en la constelación de Orión. Un planeta desdeñoso para conmigo. Vida extraterrestre.

Hoy estoy con Luisa Valle. La encuentro en el centro de la ciudad. Hablamos y el sol da sobre nuestros cuerpos. La sensación de poder volver a inventarlo todo. Caer enamorados el uno del otro. La promesa. Una laguna oculta sobre un mágico cielo localizado en una parte que sólo ella y yo conocemos. Es nuestra parte de la tierra. Somos felices y nos abrazamos. La luna es el satélite que refleja su blanca piel. Su figura se desvanece a lo largo de la laguna. No existo sólo soy la confirmación de su belleza en este amor espinado que me hiere hasta brotarme lágrimas de un verdor insoportable.

1 comment:

Addiction Kerberos said...
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