Monday, July 28, 2008

alteridad del universo en sueños

El estudiante cae encima de las viejas tapas empolvadas de los gruesos libros de física y matemáticas que lleva estudiando por su propia cuenta durante semanas y que lo han alejado de la atención primordial que debe prestar a los exámenes y trabajos para responder ante la universidad. Esta vez acuden los mismos sueños, una y otra vez, esos mismos sueños en que los paisajes intuidos de una ciudad conocida se confunden con atajos de miedos y horror que lo paralizan frente su escenario familiar pero retorcido que parece dar la impresión de haberse perdido nuevamente en unas circunstancias obvias que lo reducen a la imposibilidad de encontrar respuesta en el único espectro que las hay, es decir, dentro de sí mismo. De dónde surgen estos sueños? no lo sabe, a pesar de su vivencia casi objetiva. Camina por un vecindario aledaño a la pensión donde habita en Bogotá, por sus escombros nocturnos, de repente cruza una esquina y se haya saliendo de unas colinas que bordean la frontera de la ciudad, sabe que no puede pasar por aquella calle estrecha y destapada que tiene a su frente y prefiere seguir la carretera de la gran avenida llamada Circunvalar; allí pregunta el modo de volver a su viejo vecindario y un hombre le indica una ruta que debería ser segura; unos pasos más encuentra un viejo billar donde rudos hombres beben cerveza y escuchan música; no sabe si confiar en ellos, tienen ese aspecto de resentidos que ya no se preocupan por la vida del desprevenido. Es un viejo paradero de flotas intermunicipales varadas a mitad de la noche y camiones de carga que no despacharán sus encargos hasta un par de meses; esa luz amarilla y sucia de orines contaminados impregnan el territorio que no da lugar a una salida con vida sin preocupaciones. Se despierta aún sintiendo el frío del conocido espacio. Cuando recuerda lo que soñó comprende que no es la primera vez que se enfrenta a este panorama desolador, su corazón se desgañita como una esfera de la realidad que se quebrara ante el encuentro de los ojos de un viejo espanto que se despertara para tomar aire. Entra al computador y allí permanece un buen tiempo distrayendo sus preocupaciones con las páginas de pornografía gratis que ofrecen los servidores piratas de la Universidad. Un gigantesco negro atraviesa con su erecta verga el trasero de una puta rusa que se relame ante el lente de la cámara digital. El estudiante escucha black metal y se rasca las pelotas mientras la escena lo termina de excitar por completo y pretende parar de analizar la naturaleza verídica del órgano del actor y piensa en los ensayos escritos a partir de la diferencia entre las cualidades de verosímil y veracidad en la literatura de fines del siglo XX. "Si quiero escuchar a la jodida Callas me gustaría hacerlo sin necesidad de tener que escuchar una maldita guitarra eléctrica estropeando su voz; si quiero escuchar a Motörhead detestaría castrar a Lemmy y cambiarle su melena por un peluquín victoriano". Comprende que entre más sabe más debe cuidarse de los viejos miedos que acosaron a sus antepasados. No son supersticiones vanas que arropaban las creencias ignorantes de pueblos salvajes que aún no estaban iluminados por el halo protector y soberano de la razón y la ciencia universal. Estas preocupaciones le atacan como lanzas de incertidumbre desfalleciente que no le dan la opción de respirar. Es porque no existen evidentemente tales cimientos de claridad y aspiración racional del comportamiento del universo que se puedan comprender en los límites de una lógica alumbradora de explicaciones predictivas desde un caldo de cultivos de bácilos olvidado por los creadores como lo es el planeta mierda, es decir, el planeta tierra, planeta de visiones y divisiones. Pronto se aburre de ver el brutal porno que le reduce a la condición de antigravedad que sustenta los movimientos mecánicos de la gente diestra en el acto de copular. Se esfuerza por olvidar los miedos, por olvidar las propiedades que se desconocen de la materia y de la energía, por no hablar de las propiedades de la antimateria, olvidar el por qué parece abundar más materia en el universo que rastros de antimateria y otra vez volver a la conclusión de que nada se puede derivar desde este rincón de absurdófagos que sueñan con una mejor vida en otro espacio-tiempo que derivara en el olvido de la conciencia, núcleo doloroso y hostil de todo escape a medias. Una colonia residencial edificada hacia lo alto, conectada a través de ascensores, pasillos y pasos deslizantes. Finalmente el estudiante encuentra un sitio donde habitar. Es pequeño, sin embargo suficiente. Una cama para una persona, un televisor al frente, una mesa de noche y un escritorio al lado que contiene un block y un lapiz para escribir. Todo lo que necesita por el momento. En la terraza construcciones metálicas de arquitecturas similares a las del artista Erick Van Egeraat se alzan con formas que simulan derretirse ante un ocaso estival de dimensiones épicas como las representadas por El Bosco. De nuevo la ciudad ha sido todo lo que ha tenido entre sus ojos. Nada le maravilla y es otra hormiga dentro de la gran maquinaría alumínica que le rodea. Pero su corazón cismático sigue perteneciendo a las galaxias en colapso. De nuevo el atajo que lo conduce al desvío. Mitad roca caliza, mitad sugerencias de un bosque mutilado. Leña y troncos calcinados a su camino, volver a caer y levantarse apoyado en un saliente de roca que podría ser sedimiento de huesos porosos. La grieta al interior de la espesura finalmente llega a un descampado. He allí un viejo restaurante. El sabor de gasolina en el interior de la tráquea se hace imposible, como si fueras un ser para el nitro. Estúpendo día para comida en campiña. Los hombres llevan pedazos grandes de lomo y canastas de cerveza para regocijar su apetito; es que el apetito de los hombres buenos es insaciable. Para llegar a ellos detrás de la cocina es necesario pasar por donde los suministros de abundante comida. Es carne sembrada que nace desde el mismo interior de la greda. El cerdo cuelga en sus iluminados ganchos por su propia voluntad. Pronto empieza a atravesar por sus pieles lisas. Una piel tan noble que podría ser humana. Un cerdo que cuelga agarra una sierra y empieza a mutilarse sus propias extremidades. Es interesante ver la maestría con que se amputa una pata; ahora es necesario ver cómo se las arreglará para cortarse la otra. Desde lo que en el hombre se llama el omoplato empieza a cortar con la sierra y sube -hay que ver que está colgado patas arriba- hasta el bajo vientre. La sangre brota y abre un camino para que del interior del alimento surja su interesante composición llena de tripas, órganos y coágulos de colores rosáceos y vino tintos. Las trompas de los marranos se vierten en tarros de plástico y metal que se despachan de inmediato a los grandes calderos donde los hombres esperan bebiendo de sus cervezas. Es como si se comieran entre el uno y el otro-vecino sin mayor interés que vaciar la lata de cerveza de sus manos. De nuevo encuentra su lugar y esta vez podría llegar a su hogar, de este inmenso paisaje que mejor conoce, pero entiende que está atrapado entre la espuma que nace de la sangre que brota de los cadáveres mutilados. La espuma del universo que te permitiría atravesar vastas dimensiones universales tal como lo comprendieron Einstein -Rosen. Es cierto que no llegaría a su lugar panorámico donde podría apreciar la muerte del universo devorada por las aguas oceánicas de un mar que no pidió nacer. El estudiante es terrible, es terrible. Otra vez este familiar sueño de deambular por una ciudad cuyo nombre conoce y en cuyas calles se podría pasear toda la vida. Pero la vida que él comprende no existe, es parte de un sueño cuyo despertar ha llegado como una tábula aplastante de vidas no imaginables. El cerdo se detiene en sus ojos y sin miramientos se orina en la greda desde la que nace. En esta espuma de pavor ya podría volver a verse con la inocencia de sus ojos cuando niño. Un atardecer en el que se quedara fijamente contemplando el infinito azul desde el porche de la casa de su abuela en esa calle sin pavimento pues no se requieren cimientos para esta tristeza. Las lechuzas zurcan los cielos nocturnos como si conocieran sus nombres. No existe una muerte a la que esperar siempre que esto no es más que una espera. Las estrellas, un presagio de la muerte que alguna vez lloró invocándolas. El contacto se ha realizado en el desasosiego interior de una noche velada con la ventana clausurada. Las propiedades de la materia que desintegraron a los dioses. Una energía negativa reposada sobre el ronquido del estudiante que golpea sus libros en sueños y sabe que antes antes antes antes antes antes.... antes estuvo acá. Ahora se encuentra nuevamente en sueños y se pierde y es cuando recuerda las imágenes dolorosas provenientes de este delirio, pues no sabe a dónde tomar luego de haberse reconocido en quien vive el sueño que él no recuerda haber sido alguien que se acostó, sudando, preguntándose por qué el universo está adentro de su totalidad de subátomos.

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