Tuesday, June 10, 2008

Les bourgeois de Calais

Pienso que un artista es el peor trabajador del mundo puesto que pocas veces crea lo que se le encomienda, al obedecer otros impulsos y condiciones que el propio material artístico le impone como tema.






Les Bourgeois de Calais fue un monumento encargado a Auguste Rodin con el fin de homenajear un sentido específico de patria y grandeza en nombre de los seis mártires de Calais que se ofrecieron de voluntarios al monarca de Inglaterra Eduardo III para liberar del sitiamiento inglés al importante puerto francés.

Rodin se desprende de los ideales de nación y valores patrios que demandaban el monumento para retomar el tema desde el punto de vista humano; humano entendido como las posibilidades plásticas del carácter que moldea la carne en un momento histórico determinado. La potencialidad de llegar a traducir el alma de un hombre en cada linea acentuada de un músculo, en los contornos de la cara, en el gesto mismo del instante en que el hombre alcanza su plena realización en una épica de los cuerpos que se debaten entre la mezquindad de las circunstancias y la contención de la grandeza del espíritu.

El arte debe velar por el alma humana, por su salvación. No sirve a patriotismos ni a valores de la época. No sirve al egoísmo del artista y sí a la grandeza de su realización como instrumento de una voz que busca su expresión en el silencio de los gestos.

Les bourgeois de Calais es una serie infinita de reproducciones y representaciones de un instante de entrega, de amor por el otro y de sumisión a las fuerzas de mal; momento espectacular protagonizado por los líderes más valiosos de una comunidad en un momento crucial en que el pueblo se consumía en la enfermedad y el hambre. Desnudos, humillados, a cuestas con herrajes vulgares que les mancillaban su nombre, en forma de burla atados de las manos con las llaves de la ciudad.

Rodin no representó la grandeza de una nación, ni de los valores franceses ni su espíritu noble. Vemos el drama de una rendición, de un agachar la cabeza para la supervivencia de un pueblo, de un sentido valeroso y heroíco que aún perduraba en el corazón de los hombres. Nos recuerda y nos escupe a la cara, a nosotros que nos vestimos y nos pretendemos erigir aún cuando nuestro honor no valga un centavo, que en el mundo hubo un tiempo en que existían hombres, valerosos líderes que generosos de corazón morían por el destino de sus pueblos: los mártires; los burgueses que se han desprendido de todas sus comodidades para rebajarse, reducirse, experimentar algo peor que la pobreza que es la humillación y sin embargo, en sus rostros aún perduraba la nobleza, la riqueza de su carácter, la fuerza y el valor de su personalidad.

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