Saturday, October 20, 2007

resaka

Ayer volví a la vieja Interzona. Una fuerte lluvia sobre los cuerpos tumbados. Ojos inexpresivos que decían: está bien, por hoy voy a ser humillado de nuevo. Café frío sobre las mesitas de madera. El frío que penetraba los huesos y ese deseo constante de no poder ahogar más el llanto, cuándo lloraremos finalmente? Veía el mundo a través de un ventanal velado por una cortina opaca y desvencijada. Un piano mudo en la esquina que parecía destinado a los fantasmas, las melodías muertas. Mi cabeza no podía aguantar su peso y me tumbaba sobre el viejo sofá amarillo. Ya nada es ni siquiera lo suficiente triste. Me agoto bastante rápido. Oíste lo que decían estos estúpidos? Es fastidioso. Hablan y no paran de hacerlo. Todo está frustrado. Ya ni siquiera lo suficiente. En medio de la lluvia encuentro al Mañas. Deténgase en este instante. No hay prisa, igual es el único imbécil que aún me lee. Escuche esta canción:



No hay razón para esperar 10 años para reconocer lo bueno, cierto?

En medio de la lluvia encuentro al Mañas. Aún sigue la misma risa estoica e inocente. Lo miro desde la distancia pero sé que permanece cerca a la calidez de mi corazón. Aún cuando todo alrededor se congela. Por fin me mira y sonríe. Yo también sonrío. La lluvia agrietaba la ciudad pero veía a un viejo amigo y era razón suficiente para desear llorar de nuevo. Porque uno no siempre se encuentra con los viejos amigos, menos en medio de la lluvia y cuando está tan agotado. Nos estrechamos la mano. Ya no la aprieta tan duro como solía. Un bus pasa y nos baña. Siempre nos sucedían esas cosas. Finalmente, nos conocimos siempre en las peores. Pero pasa lo que siempre pasa. De estos encuentros repentinos y emotivos uno siempre quiere escapar lo más pronto posible. Intercambiamos teléfonos que jamás sonarán de parte de ellos y sabemos que nos hemos ido. Ya desde el colegio se veía que íbamos a ser unos fracasados de viejos y hoy me lo encuentro, bañados por un bus, en medio de la lluvia, confirmo que seguimos siendo los mismos perdedores patéticos del colegio y me entristece pensar que las cosas no mejorarán para nosotros. Por eso me gusta encontrarme con el Mañas de vez en cuando, en la calle, inesperadamente, por sorpresa, porque él es uno como yo, otro que no tiene ninguna oportunidad en el mundo. De alguna manera se siente esa tensión, ese desespero en nuestro encuentro, esa humillación de recordarnos lo pequeños que somos mutuamente y lo alto de nuestros vuelos, lo grandes que nos imaginamos, sin ser nadie, sin llegar a ser nadie porque en este mundo no tenemos ningún chance.

Me encuentro con D. en el café y ya estoy terriblemente empapado. Como una nutría en el desierto. La última vez que me vi con ella en este café no estaba bañado en lluvia sino vomitado. Me acababan de vomitar en un bus. Y ahora estaba de nuevo vomitado, empapado por la ciudad. D. siempre me ve en las peores y es una bruja sabia que sabe callar y no dar consuelo ni reír. Me quito los zapatos y camino por todo el café descalzo. Salimos a la carrera séptima con todo la resistencia de mi parte a moverme. Bajando unas cuadras nos encontramos con el Master Count. Hablamos sobre René Rebetez, el mayor escritor de ciencia ficción de Colombia. Nos despedimos. Master Count, parece como si se hubiera desecho de algunos años o ¿es que nunca fue tan viejo? Cómo saberlo. Le confesé que andaba sin empleo y que quería dictar cursos pero que no tenía ningún conocimiento sobre nada. No me dijo nada porque sabía que era cierto. Se fue y me dijo que le echara ojo a un libro cyberpunk colombiano "Bandidos y Hackers". Pero no entiendo cómo me lo dijo si ya se habia ido. Seguramente conté mal la historia y jamás hablé con el Master Count. O lo hice pero no era posible. O toda la historia está errada. Seguramente eso porque luego resulté caminando por el cubo, sin zapatos, bailando I wanna be adored de Stone Roses, quebrándome las plantas de los píes por el frío. Nada de esto es posible y real. Y sus gafas herr luis? Me pregunta D y me entero que jamás se ha ido pero no puede ser posible porque todo este tiempo estuve malditamente solo como un insecto en un vaso de soda.
I don't have to sell my soul, is already in me
I don`t need to sell my soul, is already in me
I wanna be adored

Bueno luego me fui a ver con Linda Lee y no entiendo por qué si ella nunca se movió llegó a mí. Estábamos en esa ratonera hippie de Chuchaquén y yo tenía supuestamente unas bolsas debajo de las medias. Entramos a la función de cine. Vimos una película genial, de New York, sobre las relaciones sexuales modernas. Sabes, me siento algo Bowie: i don´t believe in modern love. Excelente película, una mezcla afortunada entre Godard, Fassbinder y Gus Van Sant. Short Bus. Sus escenas explícitas me recuerdan a las teorías del teatro de Artaud: la puesta en escena de lo imposible, la cruedad que es la soberana anarquía de la imaginación. La primera escena en particular en la cual vemos a un hombre flexionando sobre sí mismo a fin de poder chuparse su propia polla y luego correrse en su boca. Una película sublime que puede llevar a las lágrimas en determinados momentos en que uno siente toda el peso de sus personajes: la culpa, el desamor, el desarraigo, la futilidad del sexo, el absurdo y el completo vacio de la vida moderna. Toda esa energía particular de los personajes que pueden llevar a fundir toda una ciudad como volverla a llenar de luz. Porque es un canto del amor desencantado. En palabras de uno de los travestis: como los años 60's sin la esperanza. No lamento que no exista un Academy Award al actor que mejor interprete su primera penetración, no porque el ser de la actuación no se manifieste, sino porque los come mierdas de la Academia jamás entienden nada.

Un besito, buenas noches Angelita!

Thursday, October 18, 2007

Tue, 11 May 2004 09:33:18 -0500

Welcome to Kokaine Fashion... different sounds here. There we long, clear. Dedos destrozados. Sabías que estabas en uno y ese era tu espacio reservado en la técnica de los autómaticos de la banca. Es como una nueva etnia que se prepara para el abismo sin saberlo. La niña de ojeras color violeta y rojo, los crisantemos como coronas ahogadas en su oceánica inconciencia. La noche como un tapiz de carne cortada, en los sueños de un nombre inaprehensible para ella y sus múltiples invocables rosas. Los monstruos susurran ese nombre que deberías saber, innata, impronunciable. Pero es la cocaína y sus estados de conciencia atrofiados, estados alterados de una conciencia subliminal que se desplaza casi hasta el final de sus días. Son los dragones que decoran de tinta roja el lugar para las geishas tecnológicas. Stars Denied. Nosotros tocamos sus pulsiones esenciales como las amalgamas mecánicas de las avenidas desiertas que llevan la ruta 66 en sus frentes. Remake and high school, decadence and robots everywhere. Pero es la party hard la que prefería y era encontrarse en la mañana como un loco zombie en la calle 100 mientras las vans pasaban a miles de velocidades y caer del frío, caer blanqueado en las sanducheras y pasar largo y alto. Hastío en la sed de una nueva borrachera y quedar sentado, perdido en el espacio, como un espectro que no cesa de difuminar su rostro. Techno. Energy Drink. Kokaine. Whore. Emergency. Black dress. Techno. Kokaine. Pills. Black magic Woman all around. D>as Boot.- La noche comprende que Karlos es la mejoría de un reverso como aduciendo las grandes flores que en la noche tomarías para ofrecer a la chica del komputo como Producto vencido. No Free Sex-. Adviniendo la danza de los pródigos y el ancestro te respira en tu traquea. Fumas un porro. Lías nuevamente el porrillo. Adviertes el diablo y eres tú ese diablo mórbido con ojos rojos sonriendo en medio del dance de ese bote. Mary se desenvuelve en mañanas viciados como los popcorns que rebotan los digitos de hackers inéditos en una noche trajinosa y desalentadora. El negro Isis pregunta para la juerga: are You fucking dead? Are U dying sir? Pero ella aparecía en los fulgores de su aerovan como una chica renacida y pura. Virginal de manera hipócrita y escándalosa como una ramera impúdica. No gifts for her weeding. No gifts. Todo es como un dancing y tal vez arrojar las camisas a los centenarios, entonces mostramos nuestros endebles cuerpos muertos a las chicas cyber que se cuelan entre los parques. EL Polaroid no alcanzaba a reflejar sus ojos azules ya tan apagados en las noches de los retóricos pinchadiscos que surtían. Lías tu porro y te asfixias en el suelo embadurnado de orina y semen. La puta te agarra desprevenido, te besa y te la chupa. Pero estás incapacitado. You're not fun. Así que no te sirve la picha y ella te mira con desilusión y se va enfurecida como una niña inmersa en el Polaroid rosa. Te sientas a la deriva y te agachas, reprochas tu poca capacidad viril y en posixión fetal no eres fun. Piensas que tienes el peor sexo del mundo. Un sexo de anciano. Un sexo de anciano de 60 años tal vez sería mejor que el tuyo. Joven impotente y candidato a un infarto prematuro. Joven senil. Te pinchas el brazo decadente y vas por el centro de la miseria, las ratas en tus pantalones y palomas en tu cabeza. Es oscuro y te ves tan peligroso que los ladrones ni te miran. Estás post-war y derivado. Très Très Bien. Tu pelo enmarañado cubre tu barba sucia. Tus ojos son dos botones artificiales. StadtKind. Stadtkind. Sales a la ciudad como si esta fuera tu campo de batalla. La noche te violenta y las chicas te violan. Sobrevives como un miserable. Andas volando por millones de tarjetas de crédito rotas por el tijerazo definitivo. Welcome, this is Drug Fashion. Only dirty people allowed, We give u the credit card of no having idea. Nothing at all. Estás tan tarde para la vida. Negra noche consume tu destino de nariz enferma y hambrienta. Por andar de callejón entre callejón. Y conocer gente de mal en peor. Y saber que eras una nutria, un desagrable bicho en el pantano. Y tratar con miserables jíbaros. Y encerrarse pasmado a darse contra la cabeza. Escuchar una convicción y saber que era de otra persona. Entonces entender que eras esclavo de aquellas poderosas piernas femeninas. La mujer como una representación fálica de la incapacidad de compenetración. Y en la alcoba encerrados y copulando mientras las narices se reventaban. This is Kokaine Fashion. This is where I heal my hurts. La niña corta su risa para mirarte fijo y reprocharte el último rezago de razguño en la mejilla. Pero entonces estabas deambulando como loco y solías gritar incoherencias a la gente que venía en motos, porque te jurabas el poeta de la peste, el elegido entre toda esta gente basura con la que andabas. Y ya en la noche todos eran familiares a ti y tú les eras tan familiar que no se sorprendían con tus aventuras en las tablas carcomidas por los gorgojos microscópicos. Correr, tranzar. Es tan demasiado tarde en la prisión y ya estás hecho añicos. Mañana no es morir sino gozar diferentes mundos, otros loops reanimantes y más tal vez de esa kokaine succionadora de pudor añejo.

Y'e This is Kokaine Fashion. You can't get no sleep. This is where We heal our hurts. We are all stadtkind. We are all Whores. This is Drug Fashion. Only pretty people allowed. We're no dying.. just we're all melancholics. Euphorics. Melancholics. Like Chrisantemus. Melancholia, mon cher. Welcome to Kokaine Nacht. StadtKind allowed.


Tuesday, October 16, 2007

2

NO EXISTE UN PUNTO DE EQUILIBRIO ENTRE EL AFUERA Y EL ADENTRO QUE SE PUEDA SUSTENTAR SATISFACTORIAMENTE.

Aquellas calles a las que por ordinario acostumbraba a caminar eran pródigas en horror y misterio. Las miserias humanas eran exhibidas sin pudor alguno sobre las aceras, los corredores y las esquinas. Abrumado por espantosos chirridos de puertas, el chasqueo de la tenue llovizna sobre los añosos tejados y los ágiles pasos de algún gato sobre los antejardines decidió apresurar disimuladamente el paso. Mas esta noche parecía más tenebrosa que cualquier otra y terribles presentimientos parecían guarnecerse tras el rabillo de sus ojos.
Debajo de una leve llovizna, de apariencia inquietantemente inofensiva, la arquitectura de imitación inglesa le penetraba con una indeterminada sensación, por completo nueva a su habitual indiferencia por la configuración de las formas que le circundaban.
Esta vez pudo localizar la dirección de un nuevo chirriar de puertas. Al ver el interior le cautivó una figura femenina que apenas se podía imaginar, por lo cual se vio obligado a detener su atención en el cuadro. En efecto se trataba de una joven dama que gesticulaba de una manera sobreexagerada. Jeremías no podía reprimir esa ansía por llegar a la verdad inherente de la extraña escena.
Un paso hacia adelante le descubrió la parte oculta del cuadro. Otro joven, que al claroscuro de la noche sugería apariencia de desharapado, gesticulaba de igual manera y apenas podía expresar monosílabos y balbuceos.
Visiblemente conmovido por la desesperanzadora escena, Jeremías decidió emprender nuevamente el viaje de regreso a casa. Volvió a bajar la cabeza, esmerándose con todo el corazón para no prestar demasiada atención al curso de sus agitados pensamientos en la oscuridad de la noche. ¿A qué lugar desquiciadamente alumbrador podría llevarlo su cabeza en una noche tan triste como la que andaba? Mejor no pensar y seguir de largo, decidió y así lo hizo.
A su paso tropezaba con borrachos y hombres lo suficientemente drogados como para precavirse de ellos. Unos ni siquiera le inspiraban sentido de alarma puesto que ya no tenían fuerza ni para sostenerse ellos mismos. Pero entonces les veía en la cara el abandono moral al que se sometían y prefería volver a cruzar la acera.
Todas estas calles a las que estaba acostumbrado a recorrer camino a casa eran la evidencia más clara de la decadencia espiritual de sus habitantes. Y el terror que lo poseía, particularmente esta noche, quizá manifestaba un rasgo de debilidad imperdonable en su carácter. Un niño travieso que se encontrara despierto a estas altas horas de la noche podría gastarse una buena broma sólo con tomarle sigilosamente del hombro: con toda seguridad vería al robusto Jeremías gritar como niña o echándose a la carrera como un colegial cobarde.
En un instante sintió que alguien le seguía sus pasos. Al girar discretamente la cabeza creyó reconocer un fornido hombre tras sus pasos. No caería en el absurdo de revelar su instintivo miedo echándose a correr sin razón alguna. Agilizó sus pasos hasta donde pudo para tomar ventaja del desconcertante acechador nocturno. Cuando lo creyó perdido volvió a tomar el ritmo.
Un breve destello blanco que apenas distinguió en su campo de visión le alertó nuevamente que las cosas no iban por buen camino. En este punto, conectado de la forma como estaba más con su corazón que con su cabeza, pudo comprobar con algo de extrañeza no el espanto sino la insondable tristeza de la presa. Más que pensar, sentía algo que traducido a palabras podría ser: ya no hay nada más que hacer, todo está perdido.
No sé si entiendan plenamente el sentimiento de Jeremías, no era completamente desesperanza sino algo parecido al desamparo y al desalojo.
Fue entonces cuando se produjo el encuentro en medio de las afables gotitas de lluvia que apenas se sentían esa noche.
Jeremías adelantaba sus pasos de un modo frenético hasta que tropezó con una prominencia impredecible en una abandonada calle estrecha. Se intentaba recuperar con pudor de la penosa circunstancia cuando, a la altura de las rodillas, se percató de la extraña depresión animal que tenía casi al frente suyo. Era un extraño hoyuelo con cualidades casi orgánicas que parecía respirar, como si de verdad estuviera vivo.
Lo trató de alcanzar para detallar mejor cuando algo que venía del interior de este mismo hueco lo alertó:
No me toque!
¿Cómo así que habla? Pensó Jeremías y se acercó más para comprobar que no se trataba de un dispositivo electrónico con una cubierta similar al cuero.
Tiempo sin verlo, frente a frente Jeremías.
Jeremías creyó caer en los abismos más oscuros de la locura al escuchar a esta monstruosa depresión proferir su nombre ¡así, tan familiarmente! Sin lugar a dudas se trataría de una broma, de un malentendido, de algo que seguramente tendría su razón de ser en un futuro bastante próximo.
¿No me reconoce? Sin rodeos le cuento que soy su culo, en persona.
Jeremías pensó en los chascarrillos infantiles, en las vulgaridades de la adolescencia, en las perversiones de la edad adulta, pero nada se le asemejaba tan obsceno como lo que recién acababa de escuchar, salido de la voz de este vacío. Luego, conectado a sus sentimientos como estaba, comprobó que no sentía diversión alguna en este episodio sino que, al contrario, su tristeza parecía agigantarse y su desarraigo no tener fin.
Jeremías pasó el resto de su vida en un pequeño pueblo al norte de Colombia y por las noches siempre se le veía en la mecedora contemplando las estrellas hasta bien entrada la noche, cuando finalmente entraba a la casa y preparaba el último café del día.
PERROS

En más de una ocasión Fernando Vallejo ha declarado que ama a los perros de la calle al punto de considerarlos como sus propios hermanos. Por mi parte, considero que mi sentimiento hacia los perros callejeros no es tan distinto en sustancia. No obstante, es un amor condicional, mediado por el horror y el asco que me producen. Amo a los perros de la calle, sin embargo su existencia la presiento como un insulto. Que existan perros sarnosos invadiendo las calles es una ofensa de la urbe, de la paisajística. Sus hocicos babosos me dirigen a la infamia del ser humano y por eso los amo cuanto más los aborrezco. Del escritor, en cambio, podría decir lo mismo o incluso mucho menos.

Me encontraba tomando unas jarras de cerveza en el bar Coda, en Lourdes, al tiempo en que empezaba a discutir con aquel irlandés, alto y feo, sobre si en realidad U2 era la mejor banda Irlandesa de todos los tiempos. La verdad considero que decirlo es injusto con la propia Irlanda. Yo, que considero a U2 al nivel de Michael Jackson, Madonna, Oasis, Blur y en definitiva todas las bandas de rock farsantes que en realidad no son rock sino otra cosa, yo me encontraba indignado al encontrar a un irlandés que decía que U2 era la mejor banda de rock de Irlanda, porque se me antojaba que decirlo era como si un colombiano dijera que Juanes o Shakira son los mejores rockeros del país, cuando en realidad es falso, cuando en realidad ellos mismos son falsos y cuando en realidad existen mejores bandas de rock pero que sencillamente no se difunden.
El irlandés me preguntó:
Bueno, si no es U2 cuál es la mejor banda de rock de Irlanda?
En ese momento, en incluso ahora, no sabía cómo responder a la pregunta por gran parte de mi ignorancia sobre el país. Pero estaba, como lo estoy ahora, completamente seguro que U2 no era, ni lejos, la mejor banda de Irlanda. Eso le respondí y el irlandés me vio como si fuera un idiota, además que estaba lo suficiente ebrio para confirmárselo, así que decidí no insistir en el asunto demasiado, relajarme y pedir otra jarra de cerveza para mí solo.
El irlandés se encontraba saliendo con un muchacho incluso más joven que yo. Tendría unos 20 años y parecía un zarrapastroso inconsciente recién salido de un pogo en Rock al Parque. El irlandés le acariciaba las piernas como los hombres con éxito le acarician las piernas a sus mozas. Cuando el irlandés volvió a mí de nuevo para preguntarme si conocía a Wilde el chico me lanzó una mirada de fiera resentida porque seguramente creería que le estaba robando a su mentor, padre y amante.
El irlandés me aseguró:
Oscar Wilde nació en el mismo barrio mío en Dublín.
Sospeché que me estaba tratando de impresionar y le repliqué que me quedaba con Joyce. El irlandés me volvió a ver como si fuera un idiota y no volvió a dirigirme la palabra en toda la noche, para tranquilidad de la pequeña fiera. Así que estuve sentado un buen rato solo, en la penumbra, pidiendo música al barman y una que otra jarra de cerveza.
Llevado por la ira y los principios del delirium tremens salí del bar y me dirigí a la plaza de Lourdes. Allí descubrí que estaba en el mismo centro del mundo y que era el hombre más abandonado a la miseria de la tierra entera. Dios pudo haber cometido una tragedia en ese mismo instante pero ni siquiera se acordaba que yo sufría abandonado en este pequeño deposito de estiércol llamado plaza de Lourdes. Yo le llamaba Dios a toda la orquestación de ridiculez que se apresuraba a mover en este mundo circundante como si en realidad tuviera un sitio a donde realmente ir. Estamos estancados hace muchos, pero más que suficientes, eones en esta miserable tierra y no nos preocupamos por volver a escapar hacia nuestro origen.
Los vendedores callejeros que aún quedaban espichados sobre la plaza y algunos vendedores de celular trasnochadores veían el hastío divirtiéndose a mis expensas. Fue cuando la cogí contra los perros y me lancé a golpearlos, a darles patadas y puños. Ladraba como ellos, jurando comprender su lenguaje y traté de intuir su alineación bélica conspirando contra mi existencia. Por mi parte me defendía como podía pero ya no podía correr hacia ningún sitio: ya ellos me habían localizado en su radio de acción y yo era su enemigo primordial número uno.
Finalmente también los perros se cansaron del juego y terminaron también por dejarme solo. Sólo uno me acompañó, me siguió hasta lo que fuera la pensión donde me hospedaba. Hablamos durante todo el trayecto, sobre mujeres, sobre política, sobre la infancia y sobre todo del agotamiento del deambular por las calles, de la falta de sentido de seguir recorriendo una y otra vez las mismas calles, si ya no existían historias, si ya no existían amigos, si ya ni siquiera nosotros mismos éramos susceptibles de existir durante mucho tiempo más.
Me revisé los bolsillos y aún tenía algún dinero con el que podría seguir bebiendo pero ya todos los bares estaban cerrados. Miré a los ojos a mi colega y le dije adiós.