Saturday, December 30, 2006

Laura

Dedicado al General Pinochet.

Primer plano calendario Pielroja. Una mano vendada arranca el último día del calendario. Dolly out que descubre, a la vez que se aleja, a la chica de la mano vendada. Se trata de una mujer de aproximadamente 24 años, cabello largo negrísimo y hermoso. Aún no le conocemos la cara a la chica, puesto que la vemos sólo de espalda. Lleva puesto una camiseta pequeña sin mangas y calzones de pepas rojas. La cámara descubre la cocina en la cual se encuentra la chica arrancando el calendario. Pasea por el austero apartamento de soltera. Sobresalen los lirios del living.

Una llamada.

Cuelga el inalámbrico.

La chica va por las calles bañadas de un hermoso sol de verano. Usa gafas negras pero le podemos observar unos estupendos labios carnosos rojos que saltan como si fueran a dar un beso. El tren de Tokio parece pasar nuevamente por su ojos al primer trago de ron en el bar 24 horas Hell's Oaks. Allí se encontraba el viejo Jimmy y sus locas historias de una América alternativa en la que los cuentos de horror primaban los paisajes de carretera. Un par de sexos desenfrenados como ortigas florecían en el escaparate del trasnochado bar. Le preguntan qué diablos le ha pasado a su muñeca aún con la respuesta implícita en la mórbida mirada. No preguntes tonterías Keith, cambíame un dolar que quiero poner una tune en la jukebox. Entonces el bar se impregna de la misteriosa felicidad de Laura.

Nunca debimos terminar esta guerra. Escombros, ruinas y desperdicios de guerra aparecían de vez en cuando en el patio del Hell's Oaks. Uno que otro amante solía tropezar con un brazo amputado al querer agarrar las posaderas del otro. Entonces los envolvía el asco y preferían dejar hasta ahí el deseo y entraban en borracheras de semanas enteras hasta el olvido. El proyecto de conquistar la luna de Jupiter había sido cancelado a última hora y a todos los cogió la noticia con sus maletas de órbita preparadas. Al parecer volvieron los rumores sobre las entidades demoníacas que querían devorar el alma de los hombres. Pero para Laura su alma ya estaba devorada y lo poco que restaba de ella la consumía en alcohol y mal sexo con extraños del Hell's Oaks. Incluso había llegado a fornicar sobre el torso chamuscado de un soldado ruso en el patio trasero. Pero hoy Laura no se sentía sensual y no quería saber nada de penes confundidos en las praderas de whisky desperdiciado de la sala de billar. Fue un momento al baño y vomitó ese primer mal trago del día. Regresó, pidió un Gin Tonic, lo apuró con avidez y se largó a buscar un arma.

En la acera discutían dos adolescentes patriotas y decían que no había mejor lugar en la tierra que G. año 2890. Laura los observó con compasión mientras esperaba el cambio de semáforo. Uno de ellos la encontró atractiva y quiso cambiar luces con ella. Ella se sonrojó, a pesar de que el garçon le pareciera inmundo. El sólo hecho que alguien por fuera del Hell's Oaks la encontrara ligeramente atractiva se trataba de un factor jamás contemplado. Así mismo se reprimió el gesto adolescente que había efectuado inconcientemente. No mostrar debilidad alguna se había vuelto, de unos años para acá, en su política de vida.

En el supermercado consiguió un buen precio por un arma pasada de moda.

Al verlo cruzar la calle sintió subir todo el trago de la semana a la cabeza.
En sus ojos el tren de Tokio había arrancado.

1 comment:

Anonymous said...

Y en un disparo sin emitirse se fue forjando la materia con su antípoda y todo pasaba tan fácil, era tan caníbal, que parecía que jamás habría de construirse algo, pero siempre hay un margen de error donde los años no se comen sino que pasan y quedan en la memoria que aún aguarda por el instante en que por fin todo, se disipe y vuelva a la normalidad