Tuesday, November 06, 2007

EL primero en no partir siempre fui yo. Como un niño pobre que enaltece cualquier cosa me aferro al aire que me vitaliza mientras veo los cohetes zurcar el cielo. Atrás me espera Salomón con una sonrisa. ¿Debo voltear a verlo o notará mi vergüenza? Todos dicen que el viejo Kerbie debe de cuidarse de estos viajes de exploración. No lo tienen por cobarde sino por precioso. Como si comprobar __ fuera una cosa del otro mundo y lo eximiera de toda responsabilidad frente al universo. Miro la palma de mi mano y escupo sangre en ella. Finalmente puedo contentarme con ser un tuberculoso elegante.

En la casa considero que vive un ano extraterrestre. La gravedad física parece no alterarle sin embargo las lágrimas le devoran. Desde la noticia de la nueva exploración espacial poco como y no tengo aliento. A veces me pregunto si ese culo extraterrestre no es el mío, como si hubiese dejado de ser mío, por falta de uso o por parecerle lamentable, ese culo se ha exteriorizado y no se deja afectar por la gravedad física, de hecho ¿no lo vemos orbitando en el porche? pero siente una particular atracción, enfermiza diría yo, por todo lo que tenga que ver con rememorar y sentir culpa. Porque ya a esta altura, Kerbie, debes entender que algo hice malo o no hice en ese tiempo que estuve afuera. Salomón está afuera de la casa esperando que le saque las autenticaciones.

Me encierro en el viejo cuarto y comienzo a empapelarlo de viejas tonalidades. Todos estos retazos cuentan historias, tan particulares, que en un momento no parecen ser las mías. Salomón ya se ha ido.

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