Monday, July 16, 2007

Tengo orejas de golfín y soy increíblemente feo

Por las calles sólo veo caras de ladrones de poca monta. En las calles sólo ladrones de poca monta van. Estos ladrones de poca monta que me quieren herir y dañar. Pienso que estos ladrones de poca monta deberían darme en la crisma de una buena vez por todas. Dejarme como un miserable roedor con pretensiones muy poco claras. Mario Vargas Llosa me alienta mientras yo me cojo a la empleada de servicio de mi mejor amigo. Es Mario Vargas Llosa quien me celebra. Yo pregunto a mi amigo: cómo es posible que Vargas Llosa se encuentre en el cuarto alentándome a follar con tu empleada de servicio? Y mi amigo responde, como la cosa más natural del mundo: si supieras lo sucio que puede ser Vargas Llosa. Me tranquilizo y, a pesar de tener a Vargas Llosa detrás de mi culo aplaudiendo y gritando mientras me cojo a la señorita del aseo, trato de concentrarme en darle placer a la señorita. Ella me agarra del brazo y en el brazo cuelga mi hígado. Yo grito del dolor porque ya placer no siento, sólo siento como se desprende mi hígado del brazo mientras la empleada del servicio me lo aprieta. ¿Alguna vez has sentido como se desprende el hígado mientras vomitas hasta la bilis por tomar más de lo debido, pero aún así sientes que debiste tomar mucho más para matar el recuerdo terrible? Siento tanto dolor que saco mi polla de su coño y no es sino que la saque para que su coño empiece a sangrar como una hemorragia mortal que se la lleva toda. La vida, los sueños, el sexo, las risas vulgares, los anhelos, las nostalgias, los recuerdos, el futuro, el pasado, su nombre, se la lleva toda como el viento se lleva una hoja hacia alguna región que no alcanzamos. Me despierto de nuevo como un perro que es acorralado por su propio miedo. Hoy me quedé literalmente paralizado ante la avenida. La gente corría, la música sonaba a todo volumen, los animadores gritaban y todo era la más pura cuartada de ladrones de poca monta que pretendían atacarme con sus gritos. Hasta el sol me aplastaba contra la acera. El mundo no tiene ningún rumbo, la gente corre sin sentido, uno escribe sin sentido, todo se hace sin el menor sentido. Y parece como si nada valiera realmente la pena, porque en realidad nada lo vale. Qué tan lejos me encuentro del Yo Trascendental Kantiano en mi impotencia por ser autónomo y libre. Porque entre más lo intento y más deseo ser aquel que se va de bruces contra la irrealidad brutal de lo concebido más siento la necesidad de estar protegido. Si pudiera decirlo, diría que limito en la frontera de los fronterizos mentales. Todo no es más que una prueba de que lo sublime me trata como una plasta de mierda. Y en esta Pena se fue el mundo. Sólo basta con tener en cuenta el aliento sosegador que prosigue a la ausencia del muerto. Cuando las lágrimas se agotan y el sol sigue brillando en los cementerios, las risas no dan espera y se respira el aliento sosegador que prosigue la ausencia absoluta del muerto. Algo valió realmente la pena? Si pudiera decirlo diría que estaría cercanamente cerca al sentimiento de los retrasados mentales. Y que la dictadura del caminar por las calles no tiene resistencia que se le oponga jamás en los siniestros edificios que se levantan sobre mi cabeza que no está muerta sino aplastada por sí misma. Por los siglos que se le impusieron y el yugo de una prisión sexual ineludible que le corroe, a la cabeza. Quién quisiera profanar la tumba imperecedera de mis ojos desorbitados - cercanas a la cercanía de la muerte que ya no ve al contemplarlo todo-. A veces pensar en la placidez de mi cuerpo en una fosa me llena de terribles melancolías que me conducen a estados incluso peores.

1 comment:

ana's ghost said...

Sabía que lo tenías, pero después de leer esto lo sé, estoy segura de que eres un gran escritor.