Tuesday, February 13, 2007

ángel




Delerium - Angelicus

"Podré vivir hasta que florezca este Adonis?"
Ria - Natural City


Ocurrió luego de la crisis nuclear entre Norcorea e Irak. Desde casi todos los rincones del mundo pareció verse el mismo fenómeno. Una espesa nube rosa cubría la totalidad del cielo, a veces rayos plateados rugían y murmuraban rompiendo el terroso techo que incomprensiblemente se había formado. Los aviones no pudieron despegar más y las aves parecían haber desaparecido por completo. La comunidad científica, por supuesto, ideó la respuesta más rápida para comprender el suceso aunque no generó convicción y las tesis expuestas no tardaron en ser abucheadas por el gran público. En la ciencia no estaba la respuesta. Los predicadores celosos de sus creencias interpretaron a favor de sus iglesias la incertidumbre acrecentada. Un célebre ufólogo convocó a otro suicidio masivo. Los filósofos se travestían en las calles. Los físicos jugaban al yo-yo en sus laboratorios. Los niños mutilaban las muñecas con los dientes. Las amas de casa compraban los periódicos de la farándula. La farándula se hacía a la cienciología de L- Ron Hubard. Yo me emborrachaba cada tarde, desbordado de nostalgia y melancolía. En fin, que Dios se había presentado y el pecado seguía inerme. Pero había suficiente ciencia como para preocuparse por el destino del hombre. Ya no se soñaba con volar a través de las gélidas galaxias. Todo lo que concernía al estúpido hombre post-nuclear era la extensión absurda de la existencia y la calidad de vida. Habíamos perdido el cielo y sólo parecía importar en las tabernas. Chicago era el imperio de la tolerancia y la ciudad más pacífica. Solía beber junto a un antiguo astronauta de la misión Gather Rocks:
- Algo se escapó de TrES-1. Un sórdido invierno en las rocas. Todo un desierto esperando tu muerte. De repente, un silbido enloquecedor. Lágrimas de ángel en tus ojos. Sabías que este tipo de espejismos era algo natural bajo estas condiciones. Pero la risa de un niño te hacía pensar dos veces si no era algo real, como si hubieras aterrizado en el jodido cielo. Imposible, fue lo que pensé. Todos mis camaradas nos devolvimos en silencio. Imposible, fue lo que dictó el juez cuando le revocó la licencia a Dave.

El terruño celestial se desvaneció por los cielos, con la misma naturalidad en que surgió, después de la crisis nuclear entre Norcorea e Irak. Los científicos callaron y los pastores hablaron mucho. 25 años en que el mundo perpetúo su soledad cósmica sin aparente trauma. Pero los borrachos sabíamos que algo había entrado en la tierra de manera definitiva. Las pruebas eran difíciles pero irrefutables. Algo en la sensación parecía comprobarlo. Era como vivir toda una vida a través de una ardiente mirilla invisible.

Soñé después de las noticias. Soñé en el trasbordador Eileen cruzando la bóveda celeste. Estábamos siendo azotados por una fuerte tormenta galáctica. Llovía y la nave daba tumbos. Alguien gritaba sin miedo, como si fuera una reacción natural del cuello al desgarrarse. Entonces las visiones aparecieron. Pasaba junto a la cabina de Andrea cuando lo vi pasar. El trineo de Santa surcando el espacio sideral. Los dos quedamos en shock, cruzamos la mirada como si con ella cerraramos un secreto mortal. Abajo, en la cabina de compresión de gravedad las cosas tampoco andaban para nada bien. Así que le pregunté a Anita si había visto lo mismo que yo. Me respondió: claro, vi el tren de Chicago arder en la pista. Llamé a la Tierra y fue cierto. Un tren en Chicago se descarriló de la vía. De esta manera supe que estábamos en presencia de una entidad extraterrestre. Porque todas estas visiones eran imposibles y algo, de alguna manera, estaba sacando de nuestra mente las fijaciones más absurdas. Al despertar, me sentí menos solo en el universo: ya esa inteligencia había entrado en contacto.

En las noticias el transbordador Eileen se reportaba como pérdida absoluta del sueño del Espacio. Yo, en principio, no debería existir en este tiempo de la Tierra. Debería procurar permanecer invisible ante los A.L (Agentes Lógicos) si no quería ser regresado a casa, a la muerte, en las ciudades del futuro.

Tenía que cumplir una misión por lo pronto. Ir al rescate de los Niños Sagrados de Indonesia. Ellos llegaron a la Tierra hace 25 años. En la época que el cielo desapareció. Tras la crisis nuclear entre Norcorea e Irak. Luego de la bomba. También les llamaron Los Hijos de la Bomba. Unas criaturas excepcionales, en todo caso. Rechazados por sus madres en el nacimiento: la mayoría de ellas con severas heridas en diferentes partes del cuerpo, si no con múltiples mutilaciones. Los centros asistenciales los reportaron como niños con graves alteraciones genéticas, e incluso hubo quien afirmó que se trataba de despreciables mutantes. Si bien cuando nacieron eran niños monstruosos, con algunos órganos vitales externos, la ciencia no tardó en descubrir que de algún modo milagroso estos órganos se acomodaban a su posición "normal" sin sufrir alteración alguna. Muchos de ellos nacieron siendo siameses y a muchos de ellos, por esa obsesión médica de la normalidad, los asesinaron al tratar de separarlos. Los que se salvaron demostraron que eran más perfectos siendo 2 que 1.

Además de estas consideraciones puramente "médicas" lo que más fascinó a la opinión pública era el aspecto de estos niños a medida que maduraban. A los dos años la piel les cambiaba su original aspecto moreno y se veían tan blancos como un mármol. Los ojos tornaban amarillentos, como si sufrieran alguna clase de hepatitis. Algunos incluso desarrollaban una cómica cola al final de su columna vertebral(obviamente la clase media estadounidense no se cansó jamás de decir que eran duendes demoníacos).

Los Hijos de la Bomba estuvieron en la mira pública todo este tiempo. Por eso no fue extraño que cuando cumplieron 16 años se volvieran un fetiche cultural y muchos de ellos fueran utilizados como modelos para marcas como Dior, Gucci, Burberry, Ralph Laurent y Versace.

Los Niños Sagrados de Indonesia, como les conocimos luego, empezaron a morir prematuramente. Morían durante las sesiones de fotos, morían durante los estudios médicos, morían en las escuelas lujosas de Beverly Hills, morían en las ferias de exhibición de fenómenos en los pueblos. El primero en morir se llamaba Hans. Sus últimas palabras fueron: he encontrado el camino. Y se desvaneció. El acta de defunción daba como causa de su muerte Paro Cardíaco. El segundo en morir, Little Mati, exclamó durante un paseo en el campo: el camino se está construyendo. Y sufrió una combustión espontánea. Entonces los científicos locos y parasicólogos se aficionaron a seguir a estos extraordinarios niños con la esperanza de que murieran y dijeran algo que les ayudara a completar el acertijo. Pocos contaron con suerte, muchos de estos niños eran protegidos con recelo por sus portentosos padres adoptivos. No obstante, siempre satisfacían el morbo del público y revelaban las últimas palabras de sus queridos hijos fetiches. Todas las proposiciones de muerte tenían algo que ver con un camino. Y los especuladores del mundo estaban encantados construyendo el rompecabezas de la extinción de los Niños Sagrados.

Y estoy ardiendo y me araño la ropa. Salgo del Motel Arizona gritando. Me arrojo a la sucia piscina. Pero sigue doliendo. Algo me está haciendo daño. Es como si estuviera soñando a carne viva. Los huéspedes salen espantados y sé que me están observando pero no sé controlarme. No entienden que me ha cogido nuevamente las 4 am desprevenido. Y estoy seco y solo, solo ardiendo en llamas. En mis sueños ardo y me consumo. Son mis sueños que me asaltan. Son mis sueños que me llaman por mi nombre. Ardor de amor. Es algo familiar? algo que me haya ocurrido antes? Los A.L pronto llegarán en sus cohetes y vendrán por mí. Estos shows no me son permitidos. La fuga tiene que ser nítida, como mi amor. Pero me revuelco un rato en el interior de mis sueños. El agua brota a montones de mi cuerpo. Me ahogo. He muerto y renacido. Puedo gritar y reír. Pero no puedo estar a gusto. Déjame ir al Espacio, conocer tu secreto, besar los túneles del infinito. Jamás podré estar de vuelta allá arriba. En la escotilla, rozando los gases del universo, en el salvaje paisaje del absoluto.

Karl era su nombre. Lo encontré en una jaula para animales en la Feria de Esperpentos en Wichita, Kansas. Sabía que fallecería en menos de doce horas. Tendría que robarlo. Ya la pasma del tiempo me había pisteado durante tres semanas tras el escándalo en el desierto. Era cuestión de horas para salvarlo. Me acerqué con cautela al circo. Estaba tan concentrado que me fue imposible advertir al enano fisiculturista. Creyó que se trataba de un ladrón de gallinas y me agarró a bastonazos. Luché y forcejeé con el enano. Improvisé un salto mortal que maltrató considerablemente al pequeño musculoso. Pensé que lo había derrotado cuando sentí de repente un fuerte dolor en los testículos. Era el enano que me estaba mordiendo las güevas. Traté de desprenderme de él pero más aferraba sus molares en mi sexo. Sentí que me desfallecía. Empezaba a sentir calor allá abajo, era la sangre que corría de mis pelotas. Me abstenía en lo posible de gritar, era lo peor que podía hacer si no quería ser masacrado por una horda de payasos, mujeres barbadas y malabaristas. Pero el enano me estaba ganando la batalla. Jamás creí que un enano de circo contara con una mandibula tan férrea. Supuse que ésta sería mi ridícula muerte. Estaba perdiendo todas mis fuerzas cuando empecé a escuchar un canto divino, algo como los cantos gregorianos, y una luz cegadora pareció nutrirme desde adentro. Obvié el dolor y comencé a reír. Abracé al enano como si fuera mi hijo. Le persigné su cabeza pelada y quise besarlo. Estaba volviéndome loco del dolor y del placer. Fue cuando pude clavarle un mortal puño definitivo en la corona de su cabeza. Subió su infantil mirada hacia mis ojos como en tono de pregunta. Me hice de tripas corazón y le propiné otro puño a su hermosa cara incomprendida. El enano parecía estar llorando y al ritmo de su llanto seguía maltratándolo (pese a que sintiera que los golpes me los estaba dirigiendo a mi mismo y que llorara largamente junto al enano). Finalmente, de su cara sólo se podían apreciar dos inquietos ojos verdes desbordados de lágrimas. Sentí pena por el enano. No quería llevarme ninguna vida en esta misión. Pero desafortunadamente no todas las cosas en este mundo son color de rosa y siempre hay alguien que paga las consecuencias. Miré a través de mi pantalón y vi que chorreaba sangre a la altura de mi pene. Sabía que el enano me había destrozado las güevas. Me recosté al lado del ridículo cuerpo sin vida del enano. Lloré hasta el amanecer.

-Karl, es hora de irnos, joder
-El camino... el camino...

Karl sólo repetía "el camino.. el camino" como un maldito perturbado. Supuse que el dueño del circo lo había estado instigando con el fin de que revelara algo del misterioso camino y que Karl, traumado por ignorancia, sólo decía esta palabra como esperando que algo divino viniera a completarle la oración. Le dije que olvidara por un instante "el camino" y aprovechara para escapar. Karl asintió con risa boba y me siguió por el espesor del monte.

1 comment:

Cisterna Rota said...

"Es como si estuviera soñando a carne viva." y me vi en una vorágine de melancolía propia de estos días que añoro, desaparezcan; también latía el miedo a mi eliminación carente de una voluntad evidente , inaplazable, inapelable e irreductible.