Monday, May 22, 2006

PSYCHOLUIGY

Jerry, probando su peor acento sureño:

- Sabes a lo que me refiero, hombre? Cuando me refiero a estar pasando un buen tiempo en Hell's Oaks, rodeado de las más hermosas mujeres, bebiendo unos drafts de Budlight, bailarinas go-go moviendo el trasero a ritmo de la última rola de los Nekromantix. Sabes a lo que me refiero, eh, tal vez otra escena típica en el Hell's Oaks pero nada como para no ser narrado por un arruinado director de B-movies. Hombre, tal vez no sería tan raro si, de repente, no hubiera perdido el control de mis ACTOS (Jerry levanta su oceánica mirada y el azul celeste de los ojos se pierde en el límpido horizonte de la playa de Clearwater)


Jerry había soñado la noche anterior con el día que le dieron salida de la prisión estatal de Florida. La calurosa y desesperada despedida de sus compañeros de N.A., las palabras del viejo Billy en su acostumbrado rincón en la biblioteca: Lárgate de este puto estado, ya conociste el demonio, no hay razón para que sigas en este camino a la muerte. Supongo que le era difícil contar el sentimiento de aprehensión que sintió el día que recogió sus pocos armiños y tuvo que volver afuera. En la prisión había logrado eso que afuera nunca había conocido: adaptación. Ahora dejaba lo que en pocos años había logrado construir: leales y desinteresados compadres, un espacio, un hábito e incluso un nivel mínimo de seguridad. Ahora volvía al salvaje mundo de las calles, más viejo y agotado que nunca. Rendiría cuenta a esa sociedad aterradora que había satanizado durante los incontables años en los patios.

Así que aún andábamos recorriendo Orlando, disfrutando de algunas libertades no civiles que habíamos decidido tomarnos por nuestra propia cuenta antes de nuestro definitivo viaje hacía la CCAFS (Cape Canaveral Air Force Station). Jerry parecía más ensimismado que de costumbre. Le pregunto en forma de broma: miedo? Se levanta de la barra, visiblemente ofendido, arroja la jarra de cerveza sobre el suelo y sale al ardiente sol de mediodía: ustedes, malditos colombianos drugdealers, no saben otra cosa que producir mierda de mala calidad. A las 16:00 lo encuentro arrojado, profundamente dormido, borracho, en el paradero de buses Greyhound. Trato de recuperarlo para llevarlo a la residencia: déjame motherfucker colombian drugdealer, déjame morir. Una niña se abraza de la falda de su republicana madre, el padre observa la escena con ostensible asco. Esto es trabajo para los malditos cubanos, no tengo velas en este entierro. Un chico de Tallahassee me ayuda a cargarlo hacia el taxi y lo llevo de nuevo a su cuarto en la residencia. Pido una Budlight cerca a las turbias aguas de la vieja piscina de la residencia. Una mujer ebria de St Louis se acerca tambaleando: Oye chico haitiano, estás dispuesto a brindar un poco de compañia a una triste chica ? La llevo hacia una oscura mesa, detrás de la mesa de billar y le empiezo a acariciar sus resecas piernas. Desesperada me hunde su lengua y me aprieta la cabeza contra la suya. Una mano artrítica obliga a mis dedos apretar su concha. La aparto y termino mi cerveza. Arrojo dos billetes sobre la mesa y me largo. Ella grita algo que no trato de traducir.

Jerry grita desde la otra habitación. Jerry grita barbaridades. Jerry y sus recuerdos de infancia. Jerry y sus gritos. Jerry y sus inconfesables temores. Jerry y su patética vida. Jerry y sus pesadillas. Jerry y su temor a las calles. Jerry y su deseo de volver a la prisión estatal de Florida. Jerry, el convicto republicano. Esta vez había soñado que los retretes se habían revelado: "Era algo loco, repulsivo. Bajabas la llave del retrete pero éste no succionaba la mierda sino que, al contrario, siempre te devolvía un bollo de mierda mucho más grande que el anterior". No veo la gravedad del sueño pero su cuerpo empapado en sudor refleja su obvia preocupación por el mal sueño. Intento comunicarme con los técnicos del proyecto en CCAFS pero las líneas siempre permanecen ocupadas. No entiendo qué interés pueda suscitarle al proyecto un viejo psicótico ex-convicto y, al mismo tiempo, puedo ver con claridad la angustia que le genera a Jerry la sola idea de un viaje hacia el espacio exterior. No obstante, al medio día recibo la correspondencia del Mayor Greko con los tiquetes hacia Cabo Cañaveral y una breve disculpa por el retraso.

Al arribar al puerto somos conducidos hacia una cabina especial de Información Clasificada. En el umbral de la puerta aparece un hombre rojo con gigantes cachos en su cabeza, ojos hundidos y un hocico bestial vestido con traje de colección verano Armani. La impresión de su rostro me hace caer de la silla. Jerry me levanta con fuerza y con asombro observo que permanece inerme. El minotauro se sienta en su escritorio burocrático y con una risa socarrona bromea con los hombres de seguridad ubicados detrás de nosotros. Se disculpa conmigo por presentarse sin su camuflaje humano y se presenta como el Mayor Greko de las fuerzas aliadas del espacio cósmico Dimensión 7. Jerry lo saluda como si fuera un viejo amigo e incluso me sorprendo al verlo haciendo preguntas sobre la mujer e hijos del Mayor.

- Sabes qué es lo que quiero decir, Luis? Cuando hablo de estar en Hell's Oaks, departiendo unos buenos tragos, rodeado de las más hermosas mujeres y, de repente, perder el control de los ACTOS? Conjuro de íncubo, intuición de nigromante, precisión de neurocirujano. Como para un guión de película B. Oler las legiones de hombres muertos que van por tu motocicleta. Hacerte a una sierra eléctrica y gozar del dolor de los que ya no sueñan. Destapar el watergate de los infiernos. Por poco llegar a ser el héroe de la historia, a menos que te metas con la persona menos indicada. Así que al mes te enteras que aquella bella chica rubia, con la que pasaste entera esa noche de placer luego de Hell's Oaks, era la hija del Sheriff. Te buscan por todo el jodido estado y harto de huir decides enfrentar a la bestia de su padre. Logras burlar el sistema de seguridad de su hermosa casa en los suburbios de Tampa, gateas entre los tejados y finalmente localizas su cuarto. Sacas el arma y, en el momento en que vas a disparar en todo el medio de sus castañas cejas, sientes otra vez el pútrido olor a muerto viviente. Sientes una perforación en tu hombro izquierdo y entiendes que serás cena de Freddy Krugger. Te levantas y pateas a los jodidos monstruos para hacerte un camino al escape. En ese momento el Sheriff se percata de tu presencia y la indignación vuelve a su cara. Así que con el rifle prueba su maestría en el tiro al blanco. Te da justo en todo el culo y caes nuevamente. Los demonios se abalanzan sobre tu cuerpo y tratas de serpentear. Pero ahora llega todo el jodido cuerpo policiaco y te acusan de miles de homicidios en el condado Pinellas. Los zombies se han ido y te preguntas si no son producto de tu imaginación contaminada de películas de 3 am en moteles de camino. Así que las pantallas de televisión no tardan en llenar su programación con tu foto y tu nuevo nombre: El demonio de Florida.

Jerry conoció al Mayor Greko en los días de jucio. El Sheriff finalmente nunca pudo comprobar que los cuerpos que Jerry había destrozado con su sierra eléctrica no estuvieran muertos anteriormente. Sin embargo, como lección moral y estética se sentenció a Jerry a pasar una buena temporada en la prisión estatal de Florida. 25 años. Condena injusta para Jerry, quien hubiera deseado haber sido sentenciado perpetuamente a la cárcel. Condena injusta para el Mayor y los miembros de la colisión, quienes sabían la realidad de los hechos y veían en Jerry un enardecido visionario victima de la arbitrariedad de algunos sectores políticos. Así que el Mayor Greko habló a Jerry sobre el ambicioso proyecto de dirigir una pequeña base espacial vía marte. Jerry, en ese entonces, jamás pensó salir con vida de prisión. Posteriormente, Jerry anhelaba fervorosamete no salir jamás del perfecto bizarro mundo que había construido durante 25 años.

El traje transhumano que me habían preparado se estropeó debido a los varios kilos que había ganado durante la larga espera a una respuesta certera en varias ciudades de Florida. En ese entonces conocí a Jerry, en las playas de Clearwater. Era inevitable encontrarlo cada vez que entrabas al beach bar. Allí estaba, camisa playera abierta y sus mismos cuentos sobre el Hell's Oaks. Incluso los chicos que concurrían el lugar solían burlarse de sus historias: "Allí está el viejo Jerry, ve y le dices que te cuente una de Freddy Krugger o Chucky" Porque el viejo tenía la penosa costumbre de creer que esas historias eran ciertas y, en muchas ocasiones, aseguraba que estas películas no eran más que registros históricos de hechos que en realidad habían ocurrido alguna vez en los Estados Unidos. Así que el día en que levanté mi cabeza y pude concentrarme en la marquilla de su collar monté en cólera y, altanero, lo empujé y le exigí que me dijera cómo era posible que tuviera el mismo que sello que mi collar: S.P. CCAFS. "Calma, muchacho, tranquilo, amigo, no sé qué carajos me preguntas". Abofetie al viejo y casi llorando, ebrio y desesperado, seguía preguntándole qué hacía con esa identificación. Como era de esperarse, no tardó en llegar la poli y mi visa corrió riesgo de ser decomisada por agresión a un ciudadano americano. Luego de 24 horas en la comisaria, cuando ya daba todo por perdido, casi no reconozco en ese impecable ejecutivo el rostro de Jerry. " Me ordenaron sacarte de este hueco, muchacho, pero tienes que controlarte, amigo, no todos estamos dispuestos a tolerar las cachetadas de un ciudadano de cuarta categoría". Tuve que someterme a una dieta rigorosa de 3 semanas para que el traje me volviera a ajustar.

1 comment:

Tadeshina said...

Tienes que ver Beat the devil, un corto -ya viejito- de la bmw, Gary Oldman hace de diablo y canta James Brown, se me viene a la cabeza cuando leo esto :D