Tuesday, March 31, 2009

Nos invaden los humanos

(Exposición sobre la teoría de los efectos, leída en clase el día 31 de marzo de 2009)

NOS INVADEN LOS HUMANOS
Considerados como responsables de moldear las ideas de los individuos a pesar de ellos, de manipularlos, los medios actuarían como hipnóticos o engañarían con estereotipos que ellos mismos transmitirían.
ERIC MAIGRET – Sociología de la comunicación y los medios.


Sería su gran noche en la belle époque fm. Una emisora sucia y vulgar ubicada en el último radial del fm, imposible de hallar en las radios convencionales; por lo general la audiencia ávida de porquería que lograba sintonizarla lo hacía violentando sus dispositivos desechables (esto se lograba usualmente trazando alrededor de la perilla una pequeña ranura con una navaja). La belle époque no correspondía al tipo de cadena comercial que pautaba lánguidas horas de publirreportajes y electrodomésticos para el hogar. El sostenimiento de la misma era un misterio. Había quien aseguraba que su existencia obedecía al inconciente exhausto de la suma de transmisiones nacionales, las cuales convergían en una afortunada frecuencia digna de ser dirigida a las estrellas como un mensaje claro de que los miedos de los hombres superaban en nobleza a sus deseos. No le faltaban razones a quien hacía estas afirmaciones, sólo bastaba con echar un vistazo al tipo de público fiel a la belle époque para comprobar que su naturaleza era extraterrestre: fenómenos disfuncionales, ebrios del mediodía, candidatos a intentos de suicidio subvalorados, escritores de ficción zombie, encumbrados ladrones de porciones de pizza. Toda esta gama de personas, conocidas como Des Foules, que ni siquiera eran dignas de ser tenidas en cuenta en las élites del submundo (gobernadas por hippies, beatniks, ravers y nuevos bohemios), seguían fervorosas las transmisiones de la grasienta emisora y adoptaban como credo el slogan: el puerto de los radios robados cruza el canal de destrucción hacia la belle époque.


Laz descubrió que el líquido viscoso que bañaba su rostro era fruto de las lágrimas y no de la bilis, como sospechó recién recobró conciencia. La convulsión había cesado y ahora trataba de encontrar valor repantigado en la sombra de la hepática lámpara fluorescente. Se sentía enfermo, colocado y traicionado. Se apoyó en el inmundo retrete, con la fuerza de una rodilla se incorporó, salió de la cabina del baño y se enfrentó a su degradado aspecto en el espejo como un viejo desconocido al que prefieres ignorar al ver en la calle.


Afuera de la estación un rayo de sol estallaba contra una de las ventanas de cristales polarizados. Laz se sentó en el borde de la cerca, sintiendo como el sol trataba con poco éxito de colorear su carne y la brisa arremetía con un frío inmovilizante, que se colaba al interior de su chaqueta de cuero café, al tiempo que le despeinaba el largo pelo negro impregnado de nicotina.



Una sombra de culpabilidad se cernía sobre su maltratada conciencia. Debería intentarlo, por lo menos en orden de resarcir injurias. Un ultraje atenazador desplegado sobre la cortina horizontal de la ciudad que ellos insistirían en negar hasta el final a menos que se vieran obligados a re-conocerla en cuanto desconocida. Toda una vida negando su procedencia y ahora que estaba seguro de su génesis estelar podría encontrar la manera de subvertir a esa masa de vagabundos, desempleados y rufianes en contra de la mentira plácida que toda la vida había escuchado decir, con esa seguridad conformista y despreciable, lo que llaman una arrogancia metódica, a esos organismos incorpóreos que succionaban los flujos de dinero, los flujos de mensajes mediáticos, los flujos políticos, los flujos sexuales, los flujos mercantiles, los flujos legislativos, los flujos políticos, los flujos culturales, los flujos religiosos, los flujos plebeyos, los flujos académicos, los flujos científicos, los flujos parasicológicos, los flujos de traición, los flujos de lágrimas y los flujos laborales.


El tiempo de las estrellas henchidas a punto de colisionar en enanas rojas tomó la forma de sus ojos rabiosos y descontrolados. No era producto de lo que llaman el amor humano ni su lugar ocupaba el mismo en que la gente se golpeaba la cabeza con bastos. Era un auténtico hijo del gigantesco vacío universal y cuanto menos veía las cadenas que atenazaban sus movimientos en la órbita terrestre más odiaba su condena y carencia de un auténtico oxígeno de los sentimientos. Con una determinación delirante atravesó el umbral metálico de la torre polarizada, tomó el ascensor hacia el sótano y allí encontró la mohosa oficina de Orson Welles. Como entró sin previo aviso, lo encontró con media manga de su camisa recogida sobre su hombro. Una cuerda de hule aún sujetaba con firmeza el antebrazo del robusto hombre.

- Cuándo aprenderán los gusanos marcianos a tocar la puerta, joder. Sigue hombre, ¿qué necesitas? – preguntó Welles al tiempo que encendía un asqueroso puro-

- Así que es tan obvio que soy un marciano para ti, ¿por qué nunca me lo dijeron? ¿Por qué insistir en callar lo que salta a ojos vista?

- Hombre, hasta las mejores familias tienen sus oscuros secretos que prefieren callar.


Laz necesitó un tiempo para recobrarse. Se sentó en un sofá desvencijado sobre el cual a pocos centímetros reposaba un estante de revistas fantásticas, Amazing Stories, comics y gacetas del horror. Otra vez sintió ese espeso mercurio líquido que lo diferenciaba de los “hombres” caer sobre su plástico rostro diseñado para unas percepciones que no eran las propias suyas. Welles, visiblemente conmovido, se acercó a él, se sentó junto su lado y empezó a darle palmadas en la espalda. Luego le acarició dulcemente una de sus piernas y le ofreció su hombro para que apoyara la cabeza. Laz levantó la cara y le pidió a Welles un poco de ese opio que se estaba inyectando.

- No Laz, no es opio, es lo último en alucinógenos, de hecho es lo que explica el que pases desapercibido por el mundo: Es O.P (Opinión Pública) y su aplicación en la epidermis es de efecto instantáneo: como si tu cuerpo de repente se convirtiera en una masa amorfa y moldeable que ajustas al primer pinchazo a una perfecta visión del universo como un lugar honesto y deseable.

- Quiero algo de eso, por favor aplícame.



Welles le pidió a Laz bajarse los pantalones, le inyectó la aguja hipodérmica en su nalga derecha y luego de que éste se subiera los pantalones, esperó el efecto deseado. Al breve instante, Laz dejó de ser ese insoportable marciano conflictivo, con tantos problemas en su cabeza, y empezó a portarse como todo un redneck, para orgullo de Welles. Laz saltó de improviso sobre el sofá, apuntó sus dedos como los niños que juegan a los vaqueros y empezó a decir que quería matar algo, ingresar al ARMY, viajar a Iraq, destruir mezquitas mientras escuchaba heavy metal para luego irse a vivir a la Florida, montar un sports bar y morir de estupidez senil.



El efecto trasgresor de la personalidad en Laz no demoró en agotarse y del mismo modo súbito como se desvaneció en las mesetas desérticas rendido ante la paranoia esquizofrénica se encontró arremolinado de miedo contra el rincón de un diván de cuero, de regreso a la oficina de Welles.



Nosotros se los advertimos. Y por más que se los advertimos no creyeron. Esto es una representación; esto es un espectáculo. Esta guerra no es otra cosa que un espectáculo. Babuinos radiactivos atacan los centros urbanos como Krilles que arden en la parrilla de las nebulosas. Niños chiitas rebotan en sus adustas barbas negras, ingresan a la red Internet desde sus mezquitas para confeccionar aquellas irresistibles recetas de bombas caseras que reciben vuestras escuelas y computadores personales de vuestros hijos en sus cuartos en las residencias estudiantiles. El público prefirió creer en la ficción que en la desoladora realidad: no había a quién culpar.



Welles seguía inmerso en la penumbra de su escritorio que parecía elevado en desproporción al nivel del resto del suelo de la oficina.


Laz estuvo un rato titubeando su perplejidad, entre observar el monótono monólogo que Welles empezaba a vitorear a través de un megáfono y contemplar la suela arruinada de su zapato por las colillas de cigarrillo Camello Nipón. El odio volvía a inmovilizarlo, ahora el desprecio no podía dirigirse hacia otra dirección más que hacia sí mismo. Odiaba su debilidad, esa forma de prestarse a inducciones alucinógenas sociales que le generaban la incómoda incertidumbre de estar dislocado de su procedencia, como un árbol sin raíces y ridículamente decorado con cintas rojas, verdes y guirnaldas navideñas; él era ese árbol para la sociedad que se empeñaba en quitarle todo el valor a su diferencia con los otros seres: eres un marciano pero a la ostia, ¿qué tan distintos pueden ser un cretino del cerro Nutibara con un gilipollas del Monte Olimpo?


Welles escupió sobre el informe que redactaba, con visible desdén, como si se tratara de una obra literaria, y volvió su mirada hacia el sofá en el que Laz estaba repantigado.

- Ah!, ya estás acá, de nuevo en tu mundo individual.

- Siempre he sido yo, Welles; estoy denostado mas no desfigurado

- Es difícil de explicar, Paulie y tal vez te suene a espiritismo de cabaret lo que te revelaré: lo que experimentaste tras la inyección epidérmica de O.P no fue otra cosa que un alma, un ente colectivo provisto de comportamientos individuales con características muy específicas. Por lo general el ciudadano de la calle accede a este alma por lo que suele llamarse en psicología conductista como “conciencia colectiva”, lo que revela una unidad psíquica en las mentes humanas a ciertas frecuencias telepáticas. Este alma recibe un nombre de nosotros, los especialistas e intelectuales: La Masa, le decimos, por su naturaleza colectiva, avasalladora y gremial. Lo que no significa que para acceder a la masa se requiera congregarse en un espacio particular con una multitud definida; como diría mi buen amigo francés, querido doctor Le Bon: “La disolución de la personalidad consciente y la orientación de los sentimientos y pensamientos en un mismo sentido, que son los primeros rasgos de la masa en vías de organizarse, no implican siempre la presencia simultánea de varios individuos en un mismo lugar”[1]. Por otra parte, tu fascinante actuación inducida por el efecto de la droga explica la idea de que la masa comporta ciertas actitudes individuales tales como: impulsividad, irritabilidad, sugestividad, credibilidad, exageración, simplismo, intolerancia, autoritarismo, conservadurismo y hasta deseos por envejecer. Pero, entre nos, ¿qué droga no comporta su propio espíritu individual?


Laz estaba harto del irrespeto. ¿Qué novedad podría informarle Welles sobre alguna droga que ya no hubiera probado? Aunque si bien era cierto que desconocía absolutamente esta nueva sustancia O.P, que al parecer los hombres desarrollaban naturalmente en sus propias conciencias, pensó que lo más cercano que había escuchado al respecto era lo que había leído alguna vez de un hombre llamado Carlo Marx, al aseverar: La religión es el opio del pueblo. Era cierto que las manifestaciones de la religión terrestre tenían mucho de los criterios que Welles ahora le adjudicaba a O.P – irritabilidad, sugestividad, credibilidad... de hecho todas las actitudes mencionadas, agregando incluso un deseo morboso por “morir para vivir”-; no obstante, qué tan cierto era que efectivamente la personalidad conciente pudiera disolverse, y los sentimientos y pensamientos del conjunto de los humanos pudieran dirigirse a un mismo sentido, como bestias guiadas por tapaojos; incluso, hasta qué punto Carlo desconocía el hecho de que el opio era en realidad la religión de muchos pueblos, incluso de la propia civilización actual que estaba tan colocada como para fundar una verdadera religión de liberación como la que Laz intuía dormía en subrepticio debajo de las capas de hielo de su planeta rojo, de eriales impenetrables y labios sellados en carros extintos que alguna vez albergaron ángeles de guerra.


Welles se sentó, meditabundo en su escritorio, tomó un lápiz y se lo mandó a Laz, con toda la intención de agredirlo. Empezó a revolotear en sus papeles, desesperado. Laz se apretaba los puños, nunca se había sentido tan molesto y negaba con su cabeza al ver el descontrol de aquella persona a la que quería tanto. Le preguntó de nuevo por qué no le había dicho que conocía su secreto mortal:

- Tengo miedo de los extraterrestres, Laz, esa es la verdad. No los soporto y no dejo de pensar cómo será el día en que ustedes nos invadan. Nunca has leído La guerra de los mundos, de Wells?

- Guerra, invasión, miedo… todas esas son categorías humanas, Welles; no debes temer.

- No sabes lo que dices, Laz. Es como pensar que todas estas criaturas extravagantes vendrán al vecindario, con sus pompas, su forma escandalosa de irrumpir por el mundo, sus pensamientos aberrados conviviendo en las escuelas con nuestros hijos. Luego qué pedirán, ¿matrimonios interplanetarios? ¿Representación en el congreso? No, Paulie, es una idea que me desvela y me hace imposible la experiencia de volver la cabeza a las estrellas.

- Entonces también me juzgas a mí, ¿no es cierto? Todo este tiempo me has visto como un pervertido, ¿no es verdad? Porque también he amado a los hombres, y lo sabes, pero jamás pensé que se me tacharía por ello y mucho menos que fueras tú quien tiraría la primera piedra.


Con una señal autoritaria, por consiguiente despectiva, Welles le solicitó al extraterrestre Laz marcharse de su oficina. Laz le gritó en el umbral de la puerta:

- Welles también eres un extraterrestre. Por más que quieras negarlo, lo sabes en lo profundo de tu desgraciado corazón; de lo contrario no necesitarías inyectarte para sentirte como un hombre. Eres un cobarde por no aceptarte tal y como eres. Por eso me tratas de esta forma, miserable, te odio, te odio.


Contrario a como entrara, Laz salió del edificio corriendo, tratando de contener las lágrimas de mercurio que brotaban de sus ojos marcianos con sus delicadas manos que sufrían al contener el corazón.


Ahora no había razón alguna que lo detuviera en su determinación temeraria, iría a la emisora La belle époque y a través de las frecuencias “calientes” de radio, capaces de hipnotizar a las audiencias, transmitiría el mensaje del que era portador. Sería su gran noche. Había logrado conseguir el espacio y lo aprovecharía.


Las míticas cabinas radiales que tanto escepticismo despertaban en los críticos compartían una misma entrada de espejo de agua. Estar allí sería un sueño fantástico para alguien que soñara. La construcción ubicada en el centro de la ciudad se levantaba por sí misma como un organismo biológico rudimentario del pérmico. Lo más extraño de todo era la aparente inexistencia de antenas a un considerable radio de acción. Por lo demás, la estación emisora parecía confundirse con la mugre misma del centro urbano y daba la impresión de ser los escombros de una vieja edificación sagrada.


El programa a transmitir sería de carácter netamente espontáneo. La idea sería irrumpir en una clásica programación musical nocturna con reportes sobre una amenaza en tiempo real. Paul Laz aprovecharía su talento para variar de voces con el fin de representar diversas personalidades y funcionarios en cargos públicos para agregarle realismo a la situación. Con esta estrategia buscaría generar un efecto intimidante en la población y generar pánico a gran escala.


Cuando entró al lugar se encontró con una escalofriante soledad que parecía respirarle entrecortada al hombro. Las oficinas se encontraban vacías y las cabinas encendidas pero sin operarios, como si funcionaran de manera automática. Aunque había recibido un e-mail que le daba las indicaciones para llegar, la fecha y hora, suponía que se encontraría con una persona que le ayudaría a instalarse. Se trató de dar aliento al pensar que seguramente su curriculum estaba redactado de tal forma que se comprendía que era un experto en el manejo de equipos radiales y su experiencia era suficiente para desenvolverse solo en una cabina radial. Esto, incluso, era más que deseable para sus propios fines.



Esperó la hora oportuna y cuando llegó inició la transmisión como un ordinario programa de variedades. Un día corriente de frustraciones para su audiencia. Algunos estaban ante el comedor frente a sus hijos, sin nada más que decir, con la radio sobre la mesa, comiendo la sopa y escuchando la música que ponían en la radio. Otros se encontraban en la habitación, apenas podían ver a la pareja que tenían a su lado, se miraban las heridas de la piel y subían la frente con los ojos cerrados. Les gustaban las tonadas relajadas, que no les exigiera demasiada excitación ni tan lenta que no pudieran digerir. Eran los fervientes del sueño de La belle époque fm, así como Laz lo había sido durante toda su vida. Apenas podían imaginar soñar con algo mejor. Sus vidas eran un constante abuso; sólo maltratos y atropellos sobre ellos. También tenían momentos luminosos. Esos días por fuera del tiempo en que se sentían felices, casi niños nuevamente, haciendo piruetas en el césped y mirando al infinito que les era propio.


El primer corte fue abrupto. Un reporte noticioso:


- 17 marzo de 2009: Por medio de la sonda espacial Phoenix Lander observamos por primera vez una nevada marciana que nos heló los nervios. Un invierno secreto por milenios ahora se manifestaba en toda su expresión severa sobre la metálica estructura. Cuando tratamos de movernos un rocío de agua salada sujetó la pata de la sonda. Algo inmemorable se aferraba como un susurro desfalleciente.


En seguida hizo el corte a la música, Laz recibió una llamada. Pensó que se trataría del primer llamado de atención; no obstante se trataba de una voz femenina, de origen exótico, que aventuró de las selvas del Perú, la cual le invitaba a desarrollar más la noticia.

El segundo reporte:

- 31 de abril del 2009: Se ha hallado el cráter que se supone fue el punto de impacto del meteorito que colisionó contra el planeta rojo y que ocasionó la pérdida de sus océanos. Se supone que antes del impacto Marte pudo haber tenido un clima tropical, propicio para el desarrollo de la vida como en la Tierra.


La voz volvió a comunicarse tras el siguiente corte. Esta vez se presentó como Kim.

Tercer Reporte:

- 13 de mayo del 2009: Una expedición en el cráter desata una conclusión inverosímil. Contrario a hallar un mineral que indicara el material del hipotético cometa que impactó el planeta se encontró un arsenal artificial similar a los residuos metálicos que dejan las explosiones de bombas en el planeta Tierra. Las conjeturas más estrambóticas no se hacen esperar, siendo los científicos más tenaces los primeros en aventurar fantásticas explicaciones que escandalizarían al más alucinado seguidor de cuentos ovnis.


Kim volvió a comunicarse. Esta vez Laz se sintió más cómodo y le preguntó cuál era su interés en llamar. Kim le dijo que no podía pegar el ojo, mucho menos estando sola y que pensaba que un poco de conversación le haría olvidar su estado de desamparo. Laz rió y le dijo que no podía ser tan malo como ella lo pintaba. Ella se limitó a callar.


Cuarto Reporte:

- 5 de Junio del 2009: El célebre científico Barcus Virg, sostiene la siguiente afirmación: Una antigua civilización, probablemente la Atlántida mencionada por Platón, entró en guerra con la civilización de Marte, en los albores del mundo. Los Atlantes al tiempo que desarrollaron aviones crearon armas de destrucción masiva. Los humanos atacaron primero, dejando a la civilización marciana diezmada y provocando su posterior desaparición al haberles pulverizado la atmósfera. La respuesta desesperada de Marte fue una bomba que terminó el pueblo Atlante y con ello el progreso científico adelantado por ellos.

Kim:

- Laz, no eres el único marciano, no debes estar furioso. Te garantizo eso.

Laz:

- Lo sé. Están aquellos que llaman Des Foules o La Masa Tonta. Ellos tampoco pertenecen a esta tierra. Por eso son unos desadaptados y por ello abusan de ellos, porque son los perdedores milenarios de una guerra de la cual sólo sus genes tienen memoria. Pero todo va a cambiar, Kim, créeme.

Kim:

- Laz, no resistas el mal. Estás en tu hogar, no existe Tierra, no existe Marte. Todo a tu alrededor es el Monte Olimpo. Vengo a traerte laureles.

Laz se encontró de frente a Kim y comprendió las cosas. Junto a ella estaba el grupo de soñadores silenciosos. A ellos sólo un cretino como Ortega y Gasset podría tacharles de Masa revoltosa. En sus ojos había una belleza infantil y un brillo de esperanza.

Afuera de la estación radial la gente funcional del mundo se agarraba la cabeza y salía corriendo de un lado para otro. Unos se golpeaban contra las paredes. Otros se suicidaban. Ninguno parecía tolerar la verdad de su alucinación. De repente el planeta azul se chamuscó en sus manos. No quedaba sino el árido polvo rojo soplando desnudo a la intemperie del frío.

Yo era testigo de todo esto en mi imponencia. Me levanté sobre ellos develando mi espíritu. Arropé La belle époque en el seno de la lava consumida en mi perpetuo soñar y al resto los dejé morir.


[1] LE BON, Gustave. (1983) Psicología de la multitud. Morata, Madrid.



Monday, March 09, 2009

Micciones Peligrosas

MICCIONES PELIGROSAS°
Encuentro Fractal ‘09

I won’t sleep at least you sleep with me
Tonight
Conjure One – Sleep


Tomamos la primera flota que nos llevaría hacia la expulsión del sistema planetario Iris. Llovía a cántaros; recordé mi primer roce de infante con la arena, mi boca cortada por los granos de sílice y mis ojos salados desembocando en la seca grava de infierno atragantado en el surco de las sabanas de piedemonte llanero. De este ingrato mundo de perversidades banales escapábamos junto al Verde Ario, al cual seguramente aún lo asaltarían visiones de su propia infancia marciana bañada en manantiales pródigos de ricos minerales y proteínas del amor en los que junto a los suyos se abrazarían en un atardecer que en su corto tiempo les resultaría infinito, calentados por los generosos rayos de sol, sus radiantes cuerpos brillarían al compás de los armónicos susurros de las ninfas de las hojas que les llamarían por su nombre en el reino de Orfeo hasta abrigarlos en un absoluto de luz hiperbólica en que el brillo de sus ojos sería suficiente para considerarlos bellas asunciones de una pureza jamás aproximada.















Vamos alejándonos de la ciudad grisácea que, como espuma industrial, nos ha exprimido los sueños hasta vaciarnos la mente de cualquier fantasía enfermiza que nos permitiera respirar el azul letal que repta por las desfasadas almas. A través de la rejilla de la flota carguera puedo escuchar el dulce llamado de esa a quien llaman La Puta Tierra; hurgándose entre sus dos orificios planetarios ofrece un lugar en el lecho amazónico para envolver en fragancias envenenadas por babas de indios y luego clavar la cabeza contra una lanza a quien proliferara su marea en su cabello revuelto de ansiedades crepusculares.

Junto a nosotros dos bellas muchachas del reino de los Meteles se acarician las serpientes que chillan sobre sus cueros cabelludos. La una era una misteriosa morena que conservaba la sonrisa aún cuando sus contornos se difuminaran en el vaho melancólico de la aprehensiva noche; la segunda era una rubia de formas delicadas que al moverse parecía caer en un profundo delirio imaginado de alguna deidad bañada en lágrimas oculta en un olvidado volcán apagado por la negativa a amargarse por la imperiosa realidad de ser un planeta rebajado en el orden estacional de las estrellas maestras.

Yo las contemplé dormir a velocidad de escape rasgando las capas de la tela del universo por la suave caricia filosa que sus inconcientes rostros le ocasionaban a los vectores suicidas que dibujaban las velas de la flota en su viajar por el imposible anhelo de la perdurabilidad en la memoria de la palidez de la frágil luna.

Observo al Verde Ario que está sentado junto a mí; mantiene los puños cerrados sobre su pecho. Le pregunto qué contiene en ellos. Abriendo lentamente la primera mano la dirige hacía mi y puedo ver a una pequeña rata que se rasca los bigotes. Acerco mi nariz con manifiesta curiosidad; me llama especialmente la atención la corbata negra que éste usa, en la que tiene estampada la estatua de la Libertad. La rata me advierte y me muerde la nariz. Alejo mi cara bastante enojado con la criatura.

  • ¿Te estás sintiendo bastante extraño? Ok, de eso se trata el slipstream, ¿no es cierto? De suscitar este sentimiento al leerlo, es lo que buscábamos en nuestras historias para la antología, este tipo de narraciones que subvirtieran las expectativas del lector frente al relato. Una historia de Ciencia Ficción que se tornara un poema de amor. Una historia de vaqueros existencialista que la cogiera contra quien la lee. En algún punto se trata de defraudar las expectativas o la actitud del lector frente al cuento; en otro se trata de introducir el elemento sorpresa de un modo tan creativo que trasgreda los géneros literarios, las realidades aparentes hacia el absurdo o la artificialidad de la escritura. El creador del término, ¿quién más podría serlo?, es Bruce Sterling - St.Erling para algunos- y sirve para agrupar una generación de escritores de ciencia ficción que han decidido revelarse contra los parámetros, al parecer tan estrictos, de los escritores y consumidores de la ciencia ficción tradicional. En la literatura universal los autores más cercanos a este tipo de ficción son Poe, Kafka, Beckett, Jorge Luis Borges e incluso se podría pensar en el realismo mágico; sin embargo, para los escritores slipstream es más fuerte la influencia de Borges que de García Márquez. Mi nombre es James Patrick Kelly y es para mí un gusto haberlo conocido. Adiós Amigo.

La rata súbitamente desaparece de la palma de la mano de mi amigo. Me rasco los ojos, aún incrédulo por el inesperado espejismo. De repente Verde Ario dirige su otra mano, abierta, hacia mí y de allí se desprende una esfera que empieza a gravitar a pocos centímetros sobre su cabeza. Espantado le tomo el hombro y por efecto de alguna clase de narcótico arraigado en estos parajes misteriosos de las profundidades del espacio exterior me encuentro sentado alrededor de un grupo de colegiales y estudiantes del SENA en el Orquideorama del Jardín Botánico de la ciudad de Medellín, Colombia, Planeta Tierra, año 2009 – hace exactamente 13 años antes de que todo terminara-.

Nunca estuve en esta conferencia, congreso, encuentro, llámese como se llame; reconozco el lugar porque lo visité alguna vez, un lejano Enero, junto a mi hija y mi exmujer. En ese entonces contemplábamos las orquídeas; Kira tomaba fotografías a los animales, felices, explayados en la recreación de sus habitus naturales; Iky correteaba detrás de los patos y empapaba sus ropas en las escaleras de simulación de bosques de lluvia tropical; en el mariposario nos divertía coger a las mariposas y ellas, tranquilas, confiadas en nuestros protectores dedos índices, interrumpían su danza con el infinito por un instante para enseñarse frente a nuestros curiosos ojos.

Ahora me encontraba en este escenario de la locura, rodeado de impertinentes estudiantes conectados a consolas de gameboys de las que salía una música de metal estandarizada para generar sensaciones de vértigo y velocidad; muchachas en florescencia, anhelantes por exponer sus carnes frescas; aburridos somnolientos que se hurgaban la nariz y se alegraban cuando podían extraer un moco que le pegaban al pelo a otro aún más abstraído en su diálogo paisa silencioso con las vibraciones esenciales del suelo muerto que hablaba de los principios de la escisión fundamental entre la inteligencia humana y los cerebros divinos que regulaban las decepciones de los hombres buenos en la tierra.

Al frente de esta charla en medio del Orquideorama, se encontraba un extraño hombre americano, de mediana edad, caminando de un lado para otro, con el micrófono a la altura del pecho, vestido de colores oscuros contrastado por zapatillas de tela verde; dictaba la conferencia en inglés y al ver a la mayoría de asistentes conectados a un pequeño radio por un audífono, supuse que seguían el discurso por traducción simultánea.

  • Mary Shelley: Hija de un notable intelectual, radical, liberal abanderado de la lucha por la democracia en Norteamérica de nombre William Godwin. Su madre, de nombre Mary Wollstonecraft, fue una notable filósofa y famosa intelectual en su país, firme defensora de los derechos de la mujer, escribió el famoso libro: A Vindication of the Rights of Woman. Tras haber dado a luz a su primera hija, Mary, falleció fruto de una infección, común en su época. Cuenta la historia que Mary Shelley aprendió a deletrear su propio nombre producto de las regulares visitas a la tumba de su homónima madre. En su casa imperaba el ambiente intelectual y a Mary se le permitía intervenir en las discusiones que se generaban en las cenas con notables intelectuales de época; entre ellos, Erasmus Darwin, abuelo de Charles, el cual gestó una prototeoría de la evolución a partir de la cual se especulaba la diversidad de las especies como resultado de la vida generada por el suelo de la tierra.
  • Cuando Mary contaba con la edad de 16 años, un joven poeta promisorio, de nombre Percy Shelley, fue invitado a una de las famosas cenas en su casa, evento que provocó la fascinación inmediata de Percy por la atractiva señorita y éste fue el inicio a un escandaloso torbellino de pasión que turbó las moralidades provincianas de la época, debido a que el apuesto y bien dotado poeta era un hombre casado y padre de un retoño.
  • Optaron por el exilio y no encontrando otro lugar más apropiado para su visión renovadora, liberal y adelantada de la vida que Suiza se asentaron en aquellos suelos del pensamiento de ideas progresivas. Allí entraron en contacto con otro poeta, que era famoso en aquella época precisamente por su visión contestataria contra los valores mediocres europeos, el cual era conocido bajo el honroso título de: El hombre más odiado del mundo. Se trataba de Lord Byron. Hicieron buenas migas y vivieron un verano del amor junto a John Polidori. En este ambiente de desparpajo y renovación intelectual, alguna embriagada noche decidieron hacer una treta que los impulsara a escribir una historia de horror. Percy y Lord nunca cumplieron su parte. Por otra parte, Polidori escribió The vampire y de esta misma apuesta surgió Frankestein de Shelley, libro con el cual Mary ganó para la posteridad el lugar de madre de la ciencia ficción. Soy John Kessel, celebrado autor norteamericano, ganador de los premio Hugo y Nebula; y esto fue una alucinación de un hombre que va en flota rumbo a la desintegración del Universo tal y como lo conocemos. Éxitos y bon voyage.

Soy un clásico viajero cósmico pobre. Apenas tengo para recuperarme. Detesto la palabra lujo porque proviene del término lujuria y considero que la lujuria es digna de cerdos. Nunca he querido hacerme de lujos ni vivir la vida de una manera ostentosa. Sólo vivir con el mínimo de dignidad, pero este anhelo que parece tan natural y humano, es probadamente poco probable en este universo del cual pretendo escapar. La gente se hace a una idea de la comodidad y mi rostro es todo menos amable. Considero que la vida es dolor y tratar de ocultar las ampollas es obsceno.

Como es poco el dinero que tengo y todo lo que huelo a mi alrededor son células cancerígenas me han acomodado el puesto junto al retrete. Estos viajeros espaciales por lo general son inmaduros, brutos y cobardes. Parece que hubieran olvidado el imperativo de nuestros padres que antes de que saliéramos a un largo viaje nos repetían hasta el cansancio: si va a hacer pipí o popó hágalo ya porque la flota no se detiene para que la gente orine. Las flotas del espacio no se detienen para que la gente cague pero acomodan en el lugar de sus puestos una cabina para este fin; y al lado de esta flota acomodan a la persona más pobre o más tacaña que no piensa gastar más en el tiquete para que soporte las miserias de la otra gente que sí tuvo el descaro de gastar más dinero en un mejor sitio.

Ahora imagine lo que es tener más de 100 kg, ser un empresario de contrabando interespacial, con esa manera de andar por el mundo con un culo cargado de simios sonrientes, y sacar la picha colorada y regordeta, rodeada de cadenas de oro, y tratar de mear en gravedad cero. Imagine que de repente la flota encuentra a medio camino un agujero negro de una enana roja y al tratar de esquivarlo, da un tumbo en el espacio-tiempo. El gordo cae en la cabina, grita desesperado al empapar su bigote color castaño, toma un poco de sus orines-desechos de sus Jacks, se riega en las carnosas mejillas coloradas que se ruborizan con las modelos de Meteles, y al punto de sentir asco de sí mismo abre rápidamente la rendija de la cabina, se sacude la pringada polla al frente de usted y de ella sale un renovado cordón de plata, lo empapa de sus orines y usted cierra los ojos con espanto, producto de la fascinación por un horror que jamás se satisface, y vuelve a ver a aquel caballero, mientras se limpia su rostro con un pañuelo bordeado en diamantes, decir: “Jodidos agujeros negros, cuándo los taparán?”

En medio de la película una estática fastidiosa. La gente de primera clase brama. Las películas de Jet Li Décimo no admiten interrupciones. La estática, que al principio no era más que el augurio esencial del big bang, va tomando forma y el ruido empieza a moldear una figura fantasmagórica. Se discierne por asociación una figura difusa. Un hombre robusto, con una amplia sonrisa, sostiene una sombrilla. De fondo un paisaje gótico; un castillo medieval, lluvia grisácea abrazando robles muertos.

  • Hello Medellín. Estoy muy feliz de estar con ustedes esta fantástica noche. Mi nombre es Bruce Sterling. En este momento estoy en Torino. La construcción que tengo atrás, ajám, muy interesante, ¿eh? Esta mañana me comí un excelente chocolate, de fabricación suiza. ¿No es fantástico? No es todo. Traje conmigo, en especial para este video, i mean, una exquisita salsa picante. – Gesto de fotografía publicitaria: el empaque de la salsa a la altura del rostro sostenido de la base por la mano izquierda mientras la derecha toma firmemente el cuerpo del producto sin que tape la marquilla: una amplia sonrisa de satisfacción- Veamos qué dice esta deliciosa salsa. Empacada en China, fabricada en Ecuador y, lo más genial, la conseguí en Torino. Esta salsa picante no es de China, tampoco de Ecuador y menos de Torino, jajaja, es una Salsa Picante Cyberpunk, ¿No creen? Es lo genial. Bueno, saludos mis amigos. Si tienen preguntas pueden escribirme al correo electrónico. Si cuentan con suerte les contesto. Jejeje.

Aplausos.

A medida que nos aproximábamos a Sirio 2, sentíamos los resplandecientes rayos del nuevo sol como un despertar en un lugar que nos era del todo extraño a los recién emigrantes. Ellas abrieron, cada una en su propio tiempo, como si cada una contuviera en sus sueños un campo inercial independiente, los maravillosos ojos que les descubrían una nueva naturaleza y un modo de aprendizaje de la magia oculta en los secretos inherentes a su ser femenino que les otorgaba la categoría de hechiceras de las formas universales; formas que el hombre, por más que intentara desentrañar, jamás podría concebir en su masa torpe.




° Titulo derivado de la famosa antología de Harlan Ellison, Dangerous Visions, traducido al español como Visiones Peligrosas por ediciones Orbis, 1980.





Tuesday, March 03, 2009

spider web of connections




Con una especie de shock, las damas y caballeros de la comisión se inclinaron para observar La última cena increíblemente copiada y brillantemente ejecutada en la cabeza de un tornillo.

- Bien - comentó un caballero a quien su esposa había obligado a acompañarla-, el buen Dios puede comer donde los ángeles no se atreven a pisar.
- ¿Se refiere usted, señor - preguntó cortésmente Helva-, a las discusiones del Oscurantismo sobre el número de ángeles que podían pararse en la cabeza de un alfiler?
- En eso pensaba.
- Si reemplaza "angel" por "átomo", el problema no es insoluble, considerando el contenido metálico del alfiler en cuestión-

Anne McCaffrey. LA NAVE QUE CANTABA. 1959.



EVERYTHING FITS TOGETHER
Music and lyrics (c) by Rob Bryanton (SOCAN)

It’s the age old question, it always stays the same
People turnin their eyes up to heaven and callin out names
Some may get an answer, some may turn away
When they don’t want to know too much, cause it’s easier that way
Hidden back between the pages, written in between the lines
There’s a spider’s web of connections there for you to find

Cause everything fits together, you may not see that now
But there’ll come a day, when you’ll see the way
There’s always a why and a how
Everything fits together, it’s all part of the show
Soon there’ll come a day when you’ll see the way
And you’ll know (there’s a reason why, there’s a reason why)
And you’ll know (there’s a reason why, there’s a reason why)
There’s a reason why, there’s a reason why
There’s a reason why you feel the way you do
There’s a reason why you do the deeds you do
There’s a reason why you feel the needs you do
There’s a reason why, there’s a reason why
(There’s a reason why, there’s a reason why)

In this world of wonder, in this world of pain
In this world of mysteries that still remain
There’s a hunger growing, we all would love the chance
To see the hidden strings that sing to make it all dance
Just when you thought the universe couldn’t be any more complex
You started climbing up through the levels, one to the next

Where everything fits together, you may not see that now
But there’ll come a day, when you’ll see the way
There’s always a why and a how
Everything fits together, it’s all part of the show
Soon there’ll come a day when you’ll see the way
And you’ll know
Everything fits together (everything fits together)
Everything fits together
Everything fits together (everything fits together)
Everything fits together