Thursday, April 20, 2006

A las 3:05 de la mañana se levanta agitado por el timbre incesante de su teléfono celular. Tal vez su sueño de ver la ciudad tomada por un grupo de vagabundos organizados se hubiera hecho real y Kiara sólo quisiera avisarle. La imaginaba en su clásica ropa interior negra, tal vez sin sostén, sosteniendo trémula un pedazo de porro corrugado. Kiara solía hacer este tipo de bromas cada vez que sentía que estaba a punto de arrojarse a través del gigante cristal de su apartamento. Contesta el maldito teléfono.
- Joder, Lucien, de verdad tienes que venir ahora mismo. Tienes que probar esta mierda que está realmente buena.
Lucien se encabrona. Era la voz de la chiquilla del súper: Carolina Coe.
- Mierda Caro, esos eran otros tiempos. Ahora soy padre de familia y tengo responsabilidades que atender. Todo un hombre nuevo.

Conoció a Carolina Coe en el tiempo en que se canceló la guerra contra Venezuela. Cuando era otro de los chicos que por un buen bistec podría explotar una iglesia sin chistar. En esas esquinas la encontró ofreciendo falsos documentos a los incautos que aún quedaban. Todo el mundo para ellos se reducía a la falta de oportunidades, de un negocio digno, de una vida respetable: si no llevabas un arma y apuntabas, nada de pan para comer muchacho. Carolina Coe era la típica amazona de calle con una cara afeada por su propia historia. Hija de busetero y de madre aseadora de la Pontificia Universidad Javeriana soportaba la mierda correr a diario por sus dulces ojos verdes de fiera al acecho. Carolina Coe, la distribuidora de visas americanas ilegales de noche y la estúpida chica de cajero del 7-eleven por día.
Carolina Coe insiste:
- Es algo nunca visto en las calles de Bogotá y queremos tu opinión profesional.

Lucien se alista. Su mujer se despierta y le pregunta a dónde carajos piensa ir. "Asuntos profesionales". Le besa su mejilla caliente y le acaricia un suave mechón que le cae al pómulo. Su mujer le pide no volver a las idioteces clásicas y la leche para la mañana. Lucien apenas se acomoda la corbata y sale.
En el corredor lo esperaba el bueno del Karlito y el marica roñoso Sebastián. Carolina, vestida completamente de cuero, como cualquier puta barata, le suelta una mirada de evidente burla. Lucien contiene la ofensa y apreta los puños adentro del gabán barato. Al lado de Carolina, el loco Chapulín. Chapulín se acerca y lo abraza con cariño fraternal. Lucien va directo al grano y pregunta el motivo de la singular reunión de macarras. Carolina se aleja y Karlito se acerca a Lucien, con gesto brusco, como con ganas de propinarle un puñetazo. Chapulín trata de suavizar la tensión.
- Se trata de una droga de gestación... nada maligno, al contrario, le llaman la Madre Teresa de las drogas.
- Pero sabes que no puedo con esa mierda Chapu. Soy lo que llamarías un desperdicio de guerra. Mi sistema nervioso está vuelto mierda. Me han prohibido hasta ver las novelas porque en cada momento, cada vez que bajo la guardia, me descubro como un nené, llorando. Lloro mucho, muchachos, mi umbral de dolor es muy alto según los psiquiatras y no puedo andar exponiendo mis nervios a los altibajos del pasado.

Carolina se acerca y le acerca su puño cerrado. Lucien agarra su puño y Carolina le entrega algo que él siente como uno de los microchips que solía manipular en sus días de calle. El familiar tacto de lo prohibido. Sebastián prende la luz de un corredizo que Lucien había pasado por alto. Carolina conserva su mirada de desaprobación sobre el pálido rostro del viejo.

Friday, April 07, 2006

Kids. Volume 5

Dedicado a Lain
surround me with your love.
I


Mudhoney sonaba, los chicos golpeaban incesantemente las rampas con sus tablas de skate, el calor achicharraba las ideas, la cerveza se calentaba y era hora de ponerse la camisa. Al salir del edificio Orange lo primero que pudimos ver fue la sonrisa de Braukunst en el Reino. Se encontraba plácido, sentado en una de las mesas que daban al exterior, junto un amigo. Lain se acerca y Braukunst de inmediato nos presenta con su amigo. Ese amigo tenía una mirada de loco ancestral que cautiva. Braukunst nos propone un paseo por El Parque de los Deseos. Lain asiente con la cabeza sin convicción. Nos despedimos. Más adelante, Lain: "Estás loco si crees que voy a acceder propósito Braukunst. Después del fiasco de ayer, no arriesgaré más pellejo. No más Gironés de La Fuente. No más ir regando sangre por las calles del crimen". Atravesamos las primitivas corporaciones que se gestan a partir de la soledad inmensa que te tira de un lado para otro y te encuentras de repente fuera del espacio, como un pobre simio sin infierno asegurado. No es que sienta la mierda correr por los ríos, como bien podría suceder un día o la disección de Dios en medio de una trama que se te escapa, como bien puede estar sucediendo en un complejo científico, pero no era esa mierda la que sentía mientras el sol tostaba mi cabeza camino al metro de una tierra gastada y árida, como un amor con un cuchillo, ambientes rojos y sonrisas incomprensibles, chicos que con la barba van a la coladera. La parcela de mundo que se destroza en bombas de hidrógeno en Tokyo. Tomamos el metro y la gente pasa encima de las cabezas, las lenguas por fuera, un chico con boso se desploma en convulsiones de arritmia. Jeune homme triste dans un metro. Las calles que va descubriendo el cristal del vehículo. Una extraña plaza. Talleres vacíos por una especie de mala festación, olor a opio puro, miradas de desconfianza, calles ardiendo deshabitadas. El metro repleto, la gente que pasa y va con bolsas y vidas huecas, el vecino que mira la novia del vecino, la perra que coquetea con el otro, el muchacho triste que se pega al walkman, la marcha industrial que se infiltra como un erótico shock electrico en el flâneur, adolescentes tristes al paso con sus madres vulgares, arrogantes ignorantes que emergen por todos los vagones, turistas molestos y chicos drogados. Las candilejas se apoderan del rostro de Linda Lee: Unforgettable, in everyway. And for ever more. That's how you'll stay. That's why darlin it's incredible, that someone so unforgetable thinks that I am unforgettable too. Al llegar al metrocable pudimos sentir el espeso humor de la gente, el ajetreo, la prisa, la morbosidad de los turistas -y nosotros éramos parte de ese espectáculo-, las cámaras que se empezaban a descubrir con una tonta desconfianza. Una fila larga nos esperaba.

II

Quién soy yo para juzgar?

El metrocable ha quedado solo y nos disponemos a devolver. El barrio Santo Domingo finalmente no resulta ser gran cosa más allá del imaginario colectivo de ser el barrio de los sicarios. Los turistas hacen el trayecto, suben como si descendieran al infierno dantesco y bajan como el poeta, intactos y felices de haber visto la miseria ajena sin quedar impregnados de ella. Más impresionante resulta el barrio aledaño: Caribe. Sus calles colindan con el triste río que fluye forzado a través de la mierda. El total de las calles y las casas fueron construidas encima del antiguo basural. Hay quien dice que si una familia pretende hacer funcionar una cocineta a gas sólo necesita cavar un tubo al suelo, así de fuerte es la concentración de gases tóxicos en la zona. En este barrio no hay metrocable: no resulta ser tan atractivo para los turistas morbosos, pues qué es Caribe si no otra cara de la miseria, una cara aún menos espectacular y digerible del infierno. Los hombres en la orilla del río levantan con obscenidad un arrume de basura. Los niños sin calzones van de lado a lado. En Santo Domingo el paseo torna otro color radicalmente contrario a la sin-razón de Caribe.

III

Me encontraba en METROCABLE con los pies encima de los asientos delanteros desocupados. Lain escupía maldiciones a los pájaros y yo empezaba a sentir que esa mierda se me estaba empezando a concentrar en los ojos y me quemaba el iris. Nos detenemos en otra parada y el joven oficial me pide bajar los pies. A la mierda todo! Me llenaba de tanta nostalgia sin razón o motivo aparente que era desconcertante la cara de dolor concentrada. Te acuerdas de aquel canal Lain? El que nos llevó hacia el lugar donde los faroles ardían sobre nuestros agotados, cada vez más lánguidos, cuerpos sin órganos. Bajo los pies ante la amenaza de un bolillazo sobre la cara de Addiction Kerberos. Multitud de chicos del chill out se suben en el carro de los dioses con nosotros. Ellos, entre 10 y 14 años, entran agitados, cómplices de miseria y aburrimiento con nosotros: el hastío de esta generación es evidente, sólo quieren un hueco donde meterla y un buen rato para olvidar sus vidas. Así que entran en algarabía, con sus jocosos cortes y su propio frenesí, todo un torrente de energía negativa dispuesta a llevarse por delante al estúpido que se cruce. El primero que entra es un moreno, metro y medio de altura, pelo verde, ojos saltones y prevenidos, nariz hermosa y labios carnosos, aproximadamente 12 años. El segundo es un renacuajo blanco, pelo rojo, mechón con un copete de churcos, cara depravada innata, risa de idiota, dientes rotos. El tercero, el más grande, con un corte tipo siete, cicatriz que le cruza la cara, manos vigorosas, ojos maduros, cejas firmes, expresión severa. El cuarto tiene trenzas a lo Jamaican Style. El quinto es un gordito marica que se conforma con quedarse callado. Nos observan con mírada de quiropráctico. Lain está absorta viendo la hermosa degradación de estos adolescentes salidos del hielo fulgurante del infierno. Ahí estamos, bajo un mismo coche, atravezando el nervio central de Medellín, suspendidos en la nada, un grupo de mocosos dispuestos a carcomerse la tierra de la superficie junto un par de chicos universitarios ingenuos. Al encontrar sus ojos con los míos se mueve ese hálito que tanto he experimentado con chicos de otras partes y es esa suerte de secreto al interior de nuestros ojos que nos hace reírnos, como si leyésemos una historieta graciosa al momento de cruzar nuestras miradas tristes. Lo mismo sucedió con un grupo de niños afroamericanos en Clearwater, razón por la cuál me despojé de mi último par de lentes rojos. Ahora sucedía los mismo al interior de un coche aéreo en Medellín.. de qué me despojaría ahora? Esta situación extraña también me solía suceder de chico cuando me encontraba con los ojos de algún retrasado metal o un mongólico: se reían al verme y me señalaban. De alguna manera siempre me he sentido el elegido de los extraterrestres, los retrasados mentales, los idiotas, los estúpidos, los niños, los ingenuos, los virginales... de alguna manera, los rezagos de la pureza siempre parecen evocarme.

IV

Los chicos hablaban sobre el modo como se habían comido a "La caballa". A Lain le pareció gracioso que unos chicos tan pequeños hablaran de estos temas sin que fuera claro que a sus edades pudieran mantener una erección. Yo me concentraba en seguir sus magníficas historias como historias de abuelitos precoces. También comentaban sobre a quién le iban a hacer el cruzado, sobre a quién le tenían ganas y a qué hiju'eputa se la iban a cobrar. Qué vidas tan fascinantes y llenas tenían estos pequeños hampones. En mis 24 años de vivir en la cloaca no he tenido un día tan excitante, vertiginoso y profundo como el vivir diario de estos chicos. Quise tomarles una foto, hacerles un video, llevarlos para siempre en mi escurridizo corazón. Pero el ocaso se fue angostando de mí y ya nada parecía pertenecerme. Quise cargarme uno de estos muchachones y propinarle un tiro en la frente, cerciorarme que jamás me harían daño a mí ni a ninguno de los míos pero no era yo ni nadie de los que no tengo. Mientras tanto los bellos delincuentes reían y echaban pedos. Toda una sensación de sobrecogimiento antisocial llenó mi espíritu: jamás podré ser tan feliz como ellos, jamás podré ser tan malo y tan bello como ellos. Recordé a sus madres, pobres idiotas incapaces de hacer algo en contra del flujo de hormonas de sus pequeños rufianes. Y ellos: que sólo nos parecen unos chicos que sueñan con comprarles una nevera. Chicos tan comúnes y tan extraordinarios se bajan del coche y nosotros tras de ellos. Morenito, si estás por ahí vivo en una vieja calle del barrio Santo Domingo, recuérdame y piénsame para bien, ten una risa para mí como antes. Morenito si estás vivo. Al bajarnos a la estación todo fue dinámica y movimiento. Una corría para un lado, el otro burlaba un transeúnte por otro lado, todos se dispersaban y convergían en un mismo horizonte. Con Lain quisimos correr a su ritmo, pegarnos a su dinámica, volvernos ellos. Nunca lo seremos, en algún momento de nuestra vida todo se jodió y nos volvimos demasiado los otros, los que van por el METROCABLE persignándose y agradeciendo a la vida no ser de los chicos malos. En una columna un pequeño Buda, un hermoso regordete niño con la cara completamente ovalada, se desparramaba en lágrimas desbordadas de ninguna esperanza en absoluto.

- Esta es nuestra oportunidad, chaval. Dijo Lain

Programamos el celular al modo de cámara y salimos corriendo para tratar de pescar este último milagro que el día en Medellín nos ofrecía. Corrimos a la escena del crimen ontológico. La demostración de que todo se había ido realmente al cuerno y que Dios hace muchos nos había abandonado. Si un niño tan increiblemente hermoso, y grotesco al tiempo, llora tan desconsoladamente en el brazo del oficial es prueba de que hemos fracasado como humanidad. Los niños vientos van y vuelan de un lado para otro. Se acercan a rescatar a su amiguito pero Buda se aferra a su grotesco cuerpo y sigue llorando de un manera milagrosa. Un llanto que te tocaba y te llegaba hasta lo más profundo de los centros de dolor y belleza. El renacuajo se da cuenta que tratamos de grabar y se ríe. Sabe que también somos perversos a nuestra manera. "Por qué graban al niño llorar?" No supimos. Sólo que fue una mala maniobra. Grabamos antes de tiempo y el Buda jamás apareció. Nuestros datos empíricos y formas de registrar la evidencia se quedan cortos ante la magnificencia del universo. Dios (o su fracaso) está ahí, frente nuestros ojos y nosotros somos incapaces de presenciarlo al estar más preocupados por la hora de apretar el botón de Rec.

Tuesday, April 04, 2006

2049



Cuando los vagabundos desalojaron el Partido Social Demócrata Sangre Rebelde del gobierno de la ciudad, las cosas se pusieron realmente locas. Lo primero fue el derramamiento de mierda alrededor de las avenidas fluctuantes del norte de ciudad Bogotá antigua. Hasta se ofreció una suma ridícula por la cabeza del lider comunitario Heron (Un poco de historia, chico: Heron fue alcalde de la ciudad hace aproximadamente unos 50 años atrás -cuando Bogotá era sólo una- y fue el fundador del movimiento arrogante-insurgente de vendedores callejeros con sicariato propio). Obviamente Heron estaba respaldado por su séquito de hijosdeputa y la tarea resultaba absurdamente peligrosa. El colmo fue cuando cada calle empezó a sindicalizarse y salir a la calle dejó de ser una experiencia sencilla para convertirse en una dura prueba de supervivencia, inteligencia e influencias. Lucien obviamente no contaba con ninguna de estas capacidades. Menos en los últimos días, en los cuales, para él, cada lugar parecía llevar grabado el sello de la tragedia. Antes de la revolución de los vagabundos, su hermana había sido aplastada tras caerle encima una valla holográfica de la corporación argentina de estética AXE. Su cuerpo, días después, fue remodelado con calcinas de plomo y devuelto a casa de padres en un pueblo del norte de Colombia. Ahora Lucien, quien era un inepto, vivía de la pensión correspondiente a su hermana. Lucien había generado una agorafobia patológica extremadamente triste y cruel para el espectador. Temía a cada calle, cada edificación, si veía una valla cerca se podía cagar literalmente del susto. En el momento en que la ciudad fue tomada por la acción aprovechada de los vagabundos y la inoperancia de los cerdos socialdemócratas fumadores de orégano, Lucien se encerró en su pequeño apartamente sirviéndose del caos como excusa. La Cartesiana, el barrio donde vivía Lucien, fue uno de los últimos barrios en sindicalizarse; pero Lucien, como ya se dijo, fue uno de los primeros en encerrarse. Algún día, en medio de la monotonía y la seguridad del encierro, un hombre con alas llegó de Europa a las ventanas del apartamento de Lucien. Lucien nunca había presenciado personalmente tal maravilla de la ciencia, a pesar de haber visto unos detallados informes en los noticieros internacionales de la telefricción. Lucien lo hizo seguir sin reparar en el casco de marca Angelzone Inc. Inspección de rutina, pareció sugerir el hombre en su pobre español. Lucien no entendía qué podía estar buscando un hombre tan importante en su humilde apartamento de hombre mediocre. Lo que a simple vista parecía una visita errónea, un mal entendido, cosa de segundos para confirmar el despropósito, se convirtió en cosa de horas, de búsqueda infructuosa y compulsiva. Cayó la noche en el viejo apartamento de La Cartesiana y el Angel seguía escudriñando cada rincón de casa, cada cajón de armario, desde lo mínimo hasta lo máximo. Lucien, sin llegar a comprender lo que sucedía, trataba de portarse acomedido con el huésped extranjero. Le ofrece un té de coca o una aromática de cosmos, pero el Angel se muestra displicente siempre que Lucien se le dirige. Finalmente, siendo más de la media noche, Lucien cae en sueño al frente del ordenador. El Angel, aprovechando la situación, se quita su traje blanco y prende el dispositivo de ultrasonido bass y hace sonar a su banda americana favorita de metal. Salta y se retuerce con los golpes ultradigitalizados de la música frenética. Una prostituta morena sale del dispositivo de ultrasonido bass y danza un generoso striptease para el Angel europeo. Mientras tanto del ordenador se impulsa la telefricción, que empieza a soltar alarmas sobre la situación de desorden público en el centro administrativo de las calles de Bogotá antigua. Lucien se levanta entredormido y cree alucinar un angel culiando una vieja prostituta morena con prótesis de vulvas en sus gastados pechos de rosa marchita. Quieres saber el sexo de los ángeles? La mente. Fue la jodienda entre un halo y un invasor de la memoria lo que reveló que las cosas se estaban pudriendo muy en el fondo, tal y como Lucien lo imaginaba. El apartamento parecía haber volado mil millones de años de alguna manera. No se trataba no de haber dejado de ser parte de la serie de apartamentos del conjunto, actualmente era como si estuviera en medio de la exigüidad de la superficie lunar de Saturno. Lucien cayó en pánico y el Angel se acercó a él con expresión de fastidio evidente:

- Darwin se está rascando la barriga, viejo.